Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 7/10/11
Han transcurrido ya más de cien días desde que Bildu se hiciera con el gobierno de las principales instituciones guipuzcoanas, la Diputación y el Ayuntamiento de San Sebastián. Y el balance es bien magro. En minoría en ambos gobiernos, aferrada a su soledad, que es la de sus obsesiones, e incapaz de pactar con ninguna otra fuerza política para poder articular unos objetivos plausibles, Bildu parece esperar que los días, el tiempo, le allanen el camino para que se produzca la simbiosis entre Poder y Pueblo que constituye el objetivo de su proyecto político. Esquiva a la democracia representativa y defensora de un sistema de toma de decisiones de «abajo a arriba» en el que se prime la participación popular, Bildu no se considera una fuerza política más, sino «la fuerza política» en la que hallaría expresión eso que denomina el Pueblo. De ahí que, encontrándose en minoría, se permita desdeñar las decisiones que los demás partidos, que constituyen la mayoría, aprueban en Pleno y trate de suplantarlas por las demandas que vaya a recoger en las asambleas populares que ha convocado en los «barrios y pueblos» de la ciudad. A las reuniones con los vecinos celebradas hasta ahora por el alcalde de la ciudad en cuatro barrios en los que residen decenas de miles de donostiarras asistieron un total de 272 vecinos, y el balance de lo ocurrido en ellas se mueve a veces entre lo obvio y lo risible, cuando no roza un chauvinismo de dudosa democracia.
Los días no sólo pasan – no son sólo tiempo a ganar-, también se construyen, y si era en esa capacidad regeneradora del tiempo, de conciliación con la realidad, en la que se confiaba cuando se permitió que Bildu accediera al poder territorial, lo menos que podemos decir es que, de momento, esas esperanzas están resultando vanas. Quizá el tiempo transcurrido aún sea corto e insuficiente para transitar desde un sistema cerrado, y dirigido, a un sistema abierto, pero existe en lo que hasta ahora se ha denominado izquierda abertzale un problema de raíz que le va a dificultar ese necesario tránsito, ese paso, que no lo dará por voluntad sino por necesidad. Veamos, por ejemplo, su respuesta al discurso del lehendakari, en especial a su ya famoso decálogo. Tras considerarlo «un paso en la buena dirección», la respuesta es que queda muy por debajo de lo que el pueblo pide. ¿Qué pueblo? Hay una incompatibilidad radical entre esa invocación unívoca al pueblo y las palabras del lehendakari en el punto primero de su decálogo: «Euskadi es una sociedad plural en sus planteamientos políticos y diversa en las identidades de su ciudadanía…». Pero ni los días en el poder, ni los días hacia el poder parecen convencer a Bildu de esta premisa democrática. Es más, todo lo que se bildulariza retrocede a un estadio místico. Es el tiempo de la exaltación, si bien hay otro tiempo que transcurre implacable y acaba por poner las cosas en su sitio. Lo penoso es el precio que hay que pagar mientras tanto.
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 7/10/11