Por la vida española hemos visto desfilar en las últimas décadas a personajes singulares, tipos a los que hemos admirado u odiado, políticos convertidos en fábricas de vergüenza ajena, empresarios travestidos de dioses que nos han escandalizado, titiriteros del mundo del espectáculo a los que hubiéramos arrojado por la alcantarilla. Ninguno tan peculiar como este francoarmenio de apellido impronunciable, Joseph Oughourlian, un financiero cazarrecompensas titulado por la HEC de Jouy-en-Josas, París, («a world-class business school«), dueño del fondo de inversión Amber Capital y de quien no habíamos oído hablar por estos pagos hasta que en 2017 a César Alierta, entonces presidente de Telefónica, se le ocurrió meterle de hoz y coz en el avispero de Prisa, un grupo en situación de quiebra técnica desde la primavera de 2008. El armenio es hoy dueño del 29,9% del capital tras haber invertido en el invento cerca de 400 millones. El 100% del grupo valía el viernes al cierre del mercado 244 millones, tras cotizar a 0,33 euros. El señorito ha perdido hasta la camisa.
En realidad Prisa tendría que haber echado el cierre hace tiempo. Si no lo ha hecho ha sido por uno de esos imponderables tan presentes en el ADN español, tan pegados a la componenda, tan reacios al libre mercado, que dice que en España no hay cojones para que un banco, o dos, se atrevan a cerrar un medio de comunicación y mucho menos si cuenta con el pedigrí de Prisa. En los últimos cuatro años el grupo, con una deuda actual de 915 millones (825 en diciembre pasado) o casi siete veces Ebitda, ha efectuado dos ampliaciones de capital que en gran medida se han evaporado a consecuencia del hundimiento de la cotización. Siempre en el filo de la navaja. Siempre salvando bolas de set y partido. Siempre con la ayuda de los bancos y del Gobierno de turno. Un canto fúnebre a la libre competencia. De modo que cuando hace doce días el periodista Agustín Marco anunció la imperiosa necesidad de Prisa de ampliar otra vez capital, la sorpresa fue relativa por no decir nula. El grupo lleva semanas enfrascado en la búsqueda de nuevos inversores, pretensión quijotesca teniendo en cuenta no ya la situación de balance y cuenta de resultados, sino el matrimonio incestuoso que mantiene con un Gobierno de izquierda radical a poco más de un año de unas generales que el gaznápiro que lo preside podría perder.
En nómina del accionariado actual no hay un duro. Los Polanco (7,6%), los hijos del fundador a quienes Matías Cortés llamaba «los huerfanitos», están caninos, viviendo de la caridad del Santander de Botín que tiene pignoradas sus acciones. Y ese pintoresco grupo de «empresarios afines» que hace unos meses tomó el 7% propiedad de Telefónica, con Andrés Varela al frente, ha perdido desde entonces buena parte de su inversión y está a la luna de Valencia. Lo sorprendente, lo escandaloso cabría decir, es que tampoco pueda el armenio de apellido impronunciable, el deus ex machina de Prisa a quien sus socios en Amber han obligado a jugar en España «con su propio dinero y no con el del fondo» (ciento y pico de los 400 millones son de su bolsillo), y que este verano confesaba en cena muy privada que «es fundamental que el Gobierno autorice la operación Vivendi» (grupo mediático francés dueño del 9,9%, participación que aspiró a ampliar hasta el borde del 30%).
– Olvídate -le respondió el anfitrión-. Sánchez no va a consentir que un millonario como Bolloré que financia a Eric Zemmour se haga con el control de Prisa, eso no lo verán tus ojos.
– Pues si eso no sale, yo no tengo músculo financiero para ir a otra ampliación.
De modo que Sánchez y su séptimo de caballería han tenido que acudir en socorro del francoarmenio y para hacerlo no han tenido mejor idea que destrozar Indra (28% en manos de SEPI), una de las pocas, tal vez única, gran empresa tecnológica española, haciendo dimitir a su presidente, Abril Martorell, colocando en su puesto a un paniaguado del PSC, un tal Murtra, y echando a la puta calle a los consejeros independientes, un escándalo de proporciones mayúsculas y más tratándose de una cotizada (¡silencio, se rueda, en la CNMV!), quizá uno de los más grandes (y ha habido unos cuantos) de la historia de la democracia española. Oughourlian ha comprado el 5% de la tecnológica y ha empezado a operar en Indra como en él es habitual cuando invierte en una empresa: como un tiburón dispuesto a merendarse a la gerencia si no sigue sus dictados. El Gobierno espera que el armenio aguante ahora el tipo, asunto de vital importancia para Sánchez, recuperando en Indra la pasta, con sus intereses, perdida en Prisa. ¿Cómo? Con los contratos que a la tecnológica le van a surgir a cuenta de las nuevas inversiones en Defensa. Pájaros volando.
La salida del laberinto prisaico, una vez resuelta la urgencia de esos 30 millones que hay que cubrir, solo puede venir por la siempre aplazada venta de Santillana, la parte verdaderamente mollar del negocio, lo que permitiría a Oughourlian recuperar el dinero invertido en su desastrosa campaña española y salir pitando
Con las espaldas cubiertas con promesas, el armenio asumió su papel de presidente del grupo y planteó formalmente en el Consejo del martes 25 de octubre el inicio de contactos con potenciales nuevos accionistas dispuestos a cubrir esa nueva ampliación. Su objetivo ha consistido en enganchar al carro de Prisa al grupo italiano Mediaset del ínclito Silvio Berlusconi, un progre desorejado de toda la vida como todo el mundo sabe, cuya filial en nuestro país, Mediaset España, regenta ahora Borja Prado Eulate, hijo del Manuel Prado y Colón de Carvajal de infausto recuerdo, como presidente. Hablamos de Telecinco o esa fábrica de basura al por mayor que, con personajes como el alcaldable Jorge Javier en nómina, ha enseñoreado España desde hace tiempo, con las consecuencias que para la salud moral de nuestra sociedad eran de prever. El armenio ha viajado a Milán al menos en dos ocasiones para verse con el hijo del magnate, Pier Silvio Berlusconi, consejero delegado, y el propio Borja Prado.
– Te va a ocurrir lo mismo que con Vivendi, Joseph, no van a dejar que entremos ahí -le espetó Prado-; este Gobierno no va a consentir que un apellido como Berlusconi se mezcle en Prisa.
– Esta es una operación puramente empresarial y no política, y así se lo he dicho al presidente Sánchez…
El armenio, que en los últimos tiempos se ha paseado por Moncloa como Pedro por su casa, muy del brazo del Pedro amo, parecía tener resuelta la objeción. Y el acuerdo llegó a parecer cercano: entrada en el capital de Prisa a través de esa ampliación, a cambio de hacerse en el corto/medio plazo con la propiedad de la SER y con la gestión de la publicidad del grupo, que «tito» Silvio quería sacar tajada de la «operación socorro» a la que había sido convocado en España. Pero algo se ha torcido. Como se temía Prado, Sánchez tampoco está dispuesto a consentir que Mediaset entre en el accionariado de Prisa (autorización gubernamental por encima del 10% del capital, como «empresa estratégica» que es para el PSOE). Cuentan que la cúpula de Gran Vía 32 es un manojo de nervios estos días, porque la situación es desesperada o tirando a ella. El grupo, con flujo de caja negativo y perdiendo dinero cada día, necesita gasolina con urgencia para simplemente seguir vivo, en un entorno de tipos de interés que ha convertido el servicio de la deuda, muy refinanciada, en impagable.
Algunas fuentes sugieren que lo que el grupo necesita con verdadera urgencia apenas sobrepasa los 30 millones (lejos de los 185 que perseguiría la ampliación), cantidad que el armenio y «los Migueles» (Miguel Barroso y José Miguel Contreras, las manos ejecutoras de los deseos de Sánchez en Prisa), se consideran en condiciones de encontrar rebuscando entre españoles ricos, no necesariamente del sector de la comunicación, dispuestos a perder dinero a cambio de favores políticos. Y ya han contactado con al menos dos dispuestos a la aventura. Porque aquí se trata de seguir mandando sin poner un duro propio, caso naturalmente de Sánchez, que no lo tiene aunque lo podría pedir prestado a un Zapatero a quien le sale por las orejas; caso de los citados Migueles, en particular de ese brillante y esquivo Barroso que fija doctrina, imparte órdenes, pone titulares y le dice a Àngels Barceló por donde tiene que entrar a matar a primera hora de la mañana siguiente en la cadena SER, y caso también de Global Alconada, el grupo de empresarios socialistas que encabeza Varela Entrecanales y que en mayo pasado se apuntó un 7% con dinero de La Caixa.
Las urgencias son máximas en el cuartel general del armenio: «yo voy a la ampliación siempre y cuando me salga lo de Indra». Pero lo de Indra, a falta de conocer los términos secretos del pacto suscrito, no es algo para hoy ni seguramente para mañana y, además, el pollo galo ha provocado las suspicacias socialistas con sus maniobras contra Murtra, que será un hijo de Satanás pero que es nuestro hijo de Satanás. Las relaciones con Moncloa se han enfriado mucho. «Al armenio lo tenemos muy controlado», deslizan desde Presidencia. La salida del laberinto prisaico, una vez resuelta la urgencia de esos 30 millones que hay que cubrir, solo puede venir por la siempre aplazada venta de Santillana, la parte verdaderamente mollar del negocio, lo que permitiría a Oughourlian recuperar el dinero invertido en su desastrosa campaña española y salir pitando, algo que significaría el final del grupo tal como lo hemos conocido desde su fundación, quedando la parte editorial en manos de los citados «Migueles», que al final es lo único que de verdad interesa al inquilino de Moncloa: el control de El País y la SER que, con RTVE, forman la columna vertebral del aparato de agitación y propaganda del sanchismo.
Lo único que de verdad interesa al inquilino de Moncloa es el control de ‘El País’ y la Ser que, con RTVE, forman la columna vertebral del aparato de agitación y propaganda del sanchismo
Que Pedro Sánchez tendrá que redoblar la apuesta es casi seguro, es decir, que tendrá que remangarse todavía más y hozar en el fango de corrupción en el que chapotea en esta operación, porque lo único cierto en esta historia es que el señorito no va a consentir de ninguna manera perder el control de El País y la SER, esenciales ambos desde el punto de vista de su recorrido vital por las generales de noviembre de 2023 y probablemente también después. ¿Enchufarle a Prisa la manguera de los fondos, ese dinero que nadie sabe dónde está, Next Generation UE? Todo es posible para quien no conoce freno legal alguno a sus ambiciones. «En términos mediáticos vamos a ir a degüello», confirman en Moncloa. Una guerra en la que no se harán prisioneros.
Pierde el periodismo, politizado hasta la náusea en el grupo. Todas las líneas rojas del oficio han sido traspasadas. El menú se compone de la exclusiva política recién salida del horno de Bolaños, mano derecha de Sánchez, con su ración diaria de ideología de género, un entrante versado en los desastres medioambientales y climáticos, la exhumación del último general franquista como plato fuerte, y de postre la salida del armario del sesentón que confiesa haber sido víctima hace 50 años de un cura rijoso que le metió mano cuando estaba en el seminario. Y siempre con el perejil del feminismo radical y lo «woke», la cosa de la raza. Sin mecanismo alguno de control de calidad. Sin vergüenza.
Es precisamente ese posicionamiento político lo que complica sobremanera el futuro del grupo y hace muy difícil el éxito de la pretendida ampliación, porque no es probable que el glorioso capitalismo hispano vaya a acudir ahora en socorro de nuestro pequeño sátrapa y de los medios que controla. Es lo que convierte esta batalla mediática, que también es empresarial, en algo de extraordinaria importancia política para el futuro de España a corto y medio plazo. El control de los medios se antoja fundamental a la hora de inclinar la balanza de uno u otro lado en las próximas generales, incluso en un caso como este que debería estar claro a tenor de la catadura de los aliados que sostienen a nuestro Antonio por la peana. «Feijóo ya es consciente de la importancia del cañón mediático de Sánchez», decía aquí Rubén Arranz hace escasos días. Lo ha podido comprobar con el aluvión de improperios que le ha caído encima tras su negativa a pactar el CGPJ. Sánchez y Oughourlian necesitan imperiosamente despejar la incógnita Prisa antes de noviembre de 2023. Con la presión al alza de los tipos de interés, no cabe descartar en absoluto la implosión del grupo con un Gobierno simplemente «neutral» en Moncloa. ¡Si Jesús Polanco levantara la cabeza! Claro que siempre cabe imaginar la aparición en escena de una nueva Soraya dispuesta a acudir rauda en socorro del vencido. Con el PP todo es posible.