Tomo el título de este texto de una conferencia de mi gran amigo Florentino Portero, uno de los más destacados y lúcidos expertos españoles en asuntos internacionales, pronunciada en la UNIR y que está disponible en la red. Recomiendo vivamente la visión de esta lección magistral sobre el conflicto de Gaza porque de su visionado y escucha se puede adquirir un conocimiento solvente de esta guerra tan cruel y con tantas implicaciones geopolíticas y humanitarias. Muy especialmente deberían empaparse de las completas y rigurosas explicaciones de Florentino Portero, por este orden, Yolanda Díaz, que no tiene ni idea de los elementos políticos, estratégicos, culturales e históricos que impregnan la actual tragedia en el torturado territorio de la Franja, Pedro Sánchez, que tampoco sabe nada del tema y el ministro Albares que, aunque es posible que esté un poco más versado que sus indocumentados superiores en el (des)gobierno Frankenstein, no le vale para nada, obligado como está a repetir cual dócil papagayo las consignas electoralistas y demagógicas del p… amo.
La primera cuestión que hay que tener clara es que el drama gazatí de hoy es un episodio local, por supuesto desgarrador y doloroso, de un enfrentamiento de mayor dimensión que dura ya tres cuartos de siglo entre el islamismo y Occidente por un lado y entre el islamismo y las monarquías absolutas del Golfo por otro. No hay que confundir, obviamente, islamismo con Islam ni islamista con musulmán. Yo llevo colaborando más de veinte años con el Consejo Nacional de Resistencia de Irán, opuesto a la teocracia criminal de los ayatolás, integrado por buenos musulmanes chiitas, cuyo programa político basado en elecciones libres, separación de la religión y el Estado, desnuclearización, igualdad hombre-mujer y relaciones amistosas con las democracias occidentales, podría firmar cualquier europeo sensato. El problema no es el Islam, sino su versión fanática, integrista y opresiva elaborada por la Hermandad Musulmana en el período de entreguerras del pasado siglo y el chiismo intransigente, belicoso y terrorista que impera, por desgracia para sus ciudadanos, en la antigua Persia.
Hamas, Hezbollah y los clérigos de Teherán no consienten otra solución que el borrado de Israel de la faz de la tierra, bien sea por la eliminación física de toda su gente o por la expulsión de las tierras en las que residen
El segundo elemento que considerar es la inutilidad de cualquier negociación con el extremismo islamista capitaneado por la República de Irán, bien sea con Hamas, Hezbollah o los hutíes yemenitas. El marco conceptual e ideológico en el que se mueven los mulás iraníes y sus empleados en Siria, Irak, Palestina, Libia y Yemen no admite la posibilidad de una paz construida sobre la coexistencia de dos estados, Israel y Palestina, por la sencilla razón de que ni siquiera contemplan la noción de “estado”, una entidad política y jurídica que les es ajena. Desde su perspectiva, sólo existe la comunidad de creyentes, la Umma, y el Califato, en el que un hombre providencial detenta el poder político, religioso y jurídico, al estilo del Líder Supremo de Irán, Alí Jamenei y antes que él, Ruhollah Jomeini, el creador de la dictadura islamista que es la fuente máxima de inestabilidad en el presente contexto mundial. Basta recordar la negativa final de Yaser Arafat a aceptar los acuerdos de Camp David debido a la constatación de que tal arreglo le hubiera costado la vida y de que la revuelta incontrolable que se habría desatado a su regreso en la población palestina lo hubiera hecho irrealizable. Hamas, Hezbollah y los clérigos de Teherán no consienten otra solución que el borrado de Israel de la faz de la tierra, bien sea por la eliminación física de toda su gente o por la expulsión de las tierras en las que residen. A esta ensoñación sangrienta corresponde el eslogan “desde el río hasta el mar”, utilizado obtusamente por nuestra inefable ministra comunista de Trabajo.
Las monarquías absolutas del Golfo son conscientes de que el propósito indeclinable de los ayatolás iraníes y sus distintas sucursales en Oriente Medio y Próximo, así como, atención, en bastantes ciudades europeas, se centra en el establecimiento del Califato universal, lo que pasa, naturalmente, por la liquidación de Arabia Saudí, Emiratos, Bahréin y Omán. Qatar cree ingenuamente que se salvará jugando a todos los palos, pero también sería arrasado. Por consiguiente, de manera subterránea, estos regímenes autocráticos desean que Israel sirva de freno a las ambiciones desatadas de Irán y de ahí los Acuerdos de Abraham. La inminencia de la incorporación de Arabia Saudí a este mecanismo de cooperación fue el detonante del alevoso ataque ordenado por Teherán al sur de Israel a cargo de Hamas, una acción repulsiva por su barbarie y encarnizamiento con víctimas indefensas.
Entre la vacilación y el electoralismo
A la luz de todo lo anterior, la única salida viable a la guerra de Gaza es la destrucción completa de Hamas, su descabezamiento y su neutralización definitiva. Las maniobras confusas de la Administración Biden y de la Unión Europea únicamente dificultan el fin de esta catástrofe. Los ayatolás iraníes y sus satélites islamistas, al igual que Rusia y China, que se aprovechan tras las bambalinas de la situación, tienen una estrategia a medio y largo plazo y la ejecutan sin piedad. En Washington, Paris, Madrid, Berlín y Bruselas se mueven entre la vacilación, el electoralismo, la corrección política y la pusilanimidad, componentes seguras del fracaso.