ABC 17/11/16
DANIEL GARCÍA-PITA PEMÁN ES JURISTA
«Desgraciadamente ni la música celestial de los académicos ni las admoniciones terrenales de políticos y periodistas parecen tener efecto entre una proporción cada vez mayor de ese común de los mortales, que convierten en epidemia una enfermedad resistente a cualquier vacuna se científica o de mero sentido común
ES comprensible que el análisis del populismo se haya convertido en tema estelar de las ciencias sociales y en prioridad para los estudiosos de la llamada filosofía social. No hay profesor que no haya escrito algún artículo o incluso un tratado sobre la materia, o que no la tenga en su repertorio de conferencias.
El análisis sesudo y académico de un fenómeno cuya esencia los ciudadanos perciben intuitivamente con facilidad, lo mixtifica y lo complica hasta el infinito con un lenguaje confuso y con el uso de conceptos de muy difícil comprensión. Los gurús de las ciencias sociales cristalizan conceptos como si fueran piezas de lego con las que construyen estructuras teóricas complejísimas que se agotan en sí mismas y que en nada ayudan a los ciudadanos de a pie. Shumpeter ya advertía que la función de los teóricos de la economía y de las ciencias sociales es solamente hacer reflexionar y no distraer la atención del lector con recomendaciones o soluciones prácticas.
Son los políticos y los medios de comunicación social quienes han asumido la tarea de afrontar la crítica del populismo desde una visión próxima y pegada al duro terreno de la realidad, de forma comprensible para el común de los mortales.
Pero desgraciadamente ni la música celestial de los académicos ni las admoniciones terrenales de políticos y periodistas parecen tener efecto entre una proporción cada vez mayor de ese común de los mortales, que convierten en epidemia una enfermedad resistente a cualquier vacuna, sea científica o de mero sentido común.
—Y así el populismo extiende su ideología a la derecha y a la izquierda con grande peligro para la democracia…
No sea usted ignorante. El populismo no es una ideología ni varias ideologías con un mismo fundamento común. El populismo, en lenguaje postmoderno, es una tecnología o, más antiguamente, un sistema, o incluso mejor, un método, de actuación política.
El populismo es la antítesis de cualquier método filosófico sensato destinado a llegar al conocimiento de la verdad. No se mueve en el terreno del conocimiento sino solo en el de la acción y no pretende alcanzar ninguna certeza ni ninguna verdad. Para el populismo la verdad es algo irrelevante o incluso contraproducente. Su único objetivo es el poder a costa de la verdad. Los populistas pretenden llegar al poder alcanzando el favor del pueblo que, halagado en sus instintos y confiado en sus promesas, se lo otorga con sus votos, y luego les asegura su conservación, si fuera necesario desvirtuando la esencia del sistema democrático.
El populismo corrompe todos los ámbitos de la acción política, no solamente la retórica, aunque sea ésta donde con más rotundidad opera. No es una estrategia sólidamente fundada en un análisis teórico de la realidad con un programa de actuación preciso, como, por poner un ejemplo, el «¿Qué hacer?» de Lenin o el «Mein Kampf» de Hitler. En comparación con estos precedentes, el populismo es una estrategia light, como seguramente la calificaría el doctor Rojas. Pero es bastante más que simple demagogia de unos politiquillos de tres al cuarto.
En «Política, manual de instrucciones», León de Aranoa muestra el minucioso sistema de propaganda de Podemos, que no contiene ni más mensaje, ni más propuesta, ni más programa, ni más planteamiento, ni más estrategia, ni más propósito que la conquista del poder. ¿Para qué? León de Aranoa ha considerado que ofendería la inteligencia del espectador haciendo explícito algo tan obvio y nada dice al respecto.
El populismo, excediendo la acción política, se hace también presente en la vida social y cultural. La concesión del Nobel de Literatura al gran Bob Dylan, pongo por caso, es un acto típicamente populista con el que la academia halaga al pueblo llano y toca las narices al elitista mundo literario. Y también es populismo elevar a la condición de cultura, sin matiz diferencial alguno, a la filología clásica y a la «riquísima» gastronomía local.
—¿Pero en que consiste la «tecnología» del populismo? Le daré una respuesta populista, simplificando al máximo una cuestión compleja y ofreciéndole, por tanto, una explicación inexacta por incompleta, de forma que usted crea, equivocadamente, que tengo la solución del problema y me vote en las próximas elecciones. —Vale. Atiéndame con atención. Cuando las dificultades económicas afectan a una parte importante de la población, las diferencias de rentas se acrecientan, y surge el miedo al futuro y la frustración, el pueblo no somete sus problemas a un análisis complicado. Quiere un culpable y una solución sencilla, y lo quiere ya.
Los líderes populistas atienden al requerimiento. Identifican al culpable: la casta política corrupta; los burócratas ineptos de Bruselas; las estructuras opresoras del Estado central; el abusivo flujo de inmigrantes, etc. Seguidamente, proponen la solución obvia: acabar con la casta política corrupta; salir de la UE; declarar la independencia; expulsar a los inmigrantes. Tema resuelto.
Una vez en el poder, sí entra en juego la ideología de izquierda o derecha y la mayor o menor ineptitud del populismo triunfante: la revolución bolivariana se limita a perpetuarse en el populismo arruinando progresivamente al país para igualar a todos los ciudadanos en la ignorancia y en la pobreza; Syriza, algo más sofisticado, se limitan a mantener al país en el mismo estado de bancarrota; los Brexit liberan al pueblo británico del «insoportable yugo burocrático» de Bruselas y lo enfrentan a unos gravísimos riesgos económicos que ocultan en su propaganda; Podemos, si hubiera triunfado, habría elegido una vía intermedia entre Syriza y Venezuela. Los Puigdemont se hacen fuertes en una esperanza falaz que saben que no se cumplirá pero que les justifica como políticos profesionales. —Vaya tropa, ¿y Trump? Es un caso especial. La nación norteamericana, con su sociedad civil sólidamente estructurada sobre cimientos democráticos profundos y su sistema constitucional de checqs and balances, ofrece efectivos controles del poder presidencial (excluyo obviamente el asesinato practicado en cuatro ocasiones), y evitará desmanes que nos afligirían a Europa con un triunfo populista. El país se escorará a la derecha y al nacionalismo. Habrá algunos excesos, verbales sobre todo, pero confío que nada dramático.
—Esperemos.