IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Una simple mirada alrededor invita a confiar en la medicina moderna

Es uno de los bodrios ideológicos que ha generado nuestra época: el antivacunismo. El hecho, a todas luces plausible, de que la Humanidad haya sido capaz de crear, a una velocidad sin precedentes (en sólo nueve meses), tres vacunas contra el coronavirus que se han demostrado efectivas, y a las cuales les siguen más de trescientas en fase experimental, sirve para que algunos se pongan en guardia y se lancen a hacer vídeos virales donde predican el rechazo total a esos avances médicos con un entusiasmo digno de mejores causas. ¿En guardia contra quién? ¿Contra los científicos que trabajan a destajo para librar de la enfermedad a millones de seres? ¿Contra la industria farmacéutica que ha hecho posible que muchos de esos chiflados audiovisuales sigan hoy vivos (todos hemos necesitado alguna vez de medicinas) y dando la tabarra con mensajes extravagantes? ¿En guardia contra el prójimo al que van a contagiar por no vacunarse? ¿Contra su propia salud? ¿Contra sí mismos?

Veo uno de esos vídeos en los que un ser anónimo nos alecciona sobre cómo debemos consultar los términos de la composición de esas vacunas en la Wikipedia y me acuerdo del maestro ciruela, que no sabía leer y puso escuela. Tomar la Wikipedia por una autoridad académica es, en efecto, no saber leer. Cualquier persona medianamente culta sabe que los datos de la Wikipedia no son del todo fiables y deben contrastarse con otras informaciones. Saber leer es saber contrastar esos datos. Por otra parte, el personaje del vídeo descalifica las vacunas por el asco que le dan ciertos ingredientes que las componen y que proceden de tejidos orgánicos. ¿Sabe lo que es un tejido orgánico? ¿Qué otra cosa cree que ofrecen las cartas de los restaurantes aunque no usen esa terminología por suerte? ¿Cree que los prospectos de los fármacos deben servir para despertarnos el apetito? ¿No ha oído nunca hablar del uso medicinal del veneno de serpiente?

Uno lleva toda su vida tomándose todos los medicamentos que le han recetado y nunca se ha cuestionado la competencia de los médicos para prescribirlos. Uno ni siquiera se lee los efectos secundarios de los medicamentos porque conoce a cierta fauna propensa a sacar deducciones por su cuenta y a meterse en serias complicaciones. Uno tiene conciencia de lo peligroso que es saber de algo a medias y creer que se sabe. Uno confía en la medicina moderna porque mira a su alrededor y ve la cantidad de gente longeva que tiene una gran calidad de vida después de superar diagnósticos que hace años eran fatales. Uno lo que siente es que aún no se haya inventado una vacuna contra el antivacunismo, el populismo en todos sus frentes y los iluminetas virales.