Mikel Buesa-La razón
Asistir a una desindustrialización creciente nos conduce a un sistema cuya dinámica pende sobre un aumento de la cantidad de trabajo de bajo rendimiento, lo que nos aleja paulatinamente de la frontera del desarrollo
La industria española no levanta cabeza. Su nivel de producción está estancado desde hace años y aún no ha recuperado el nivel de empleo anterior a la crisis financiera de 2008. Además, los peores resultados se los anotan las ramas de mayor nivel tecnológico, pues parece que, en España, estamos condenados a fabricar bienes relativamente simples, menos sofisticados que los de nuestros competidores europeos. Y ocurre que, en lo que va de siglo, quienes nos gobiernan no parecen percibir que esto es un problema relevante, lo que se refleja en la debilidad de la política industrial y tecnológica. Por eso, es necesario recordar por qué debe importarnos la industria.
Para empezar, la industria reúne a las actividades de producción con mayor capacidad para absorber los frutos del progreso técnico y, consecuentemente, para hacer avanzar la productividad. De esta manera, tomando en consideración el rendimiento conjunto del capital y el trabajo, en los últimos veinte años, éste ha aumentado un 35 por ciento en la industria mientras que apenas ha llegado a crecer un 5 por ciento en el conjunto de la economía. Pero ocurre que, además, es en el sector industrial donde reside la generación de la mayor parte de las innovaciones sobre las que se soporta materialmente la generación de las tecnologías que se difunden sobre el conjunto del sistema productivo. Las ramas productoras de bienes de equipo y de productos químicos, junto a las asociadas al desarrollo de las tecnologías de la información, son en esto las más relevantes –y lamentablemente en ellas se ha cebado en España una gran parte del proceso de desindustrialización–. Y quedan, por último, lo que los economistas llamamos «efectos de arrastre»; es decir, la capacidad para inducir, a través de las relaciones de oferta y demanda, la producción de servicios y otras actividades económicas.