EL CONFIDENCIAL 02/06/14
S.McCOY
Escribía la semana pasada un interesante artículo José Antonio Zarzalejos sobre el resultado de Unión Progreso y Democracia en las elecciones europeas del 25 de mayo. No dudó en calificarlas, de manera benevolente, de ‘discreto’ fracaso, cuando ha supuesto para la formación liderada por Rosa Díez un baño de realidad en toda regla. En términos absolutos, pierde votantes respecto a las generales de 2009; en relativos, se debilita la fuerza que le podía otorgar su potencial condición de bisagra; y, además, ve como quien compite por su mismo espacio político, Ciutadans, cosecha un rédito a nivel nacional impensable al inicio de la campaña. Esto en unos comicios en los que el agravio de la aritmética parlamentaria de la Ley D’Hondt no resultaba de aplicación. No caben, por tanto, excusas salvo que se use como tal la condena que supone que recomiende tu candidatura Pedro J. Ramírez.
¿Qué ha sucedido entonces?
Creo que en la columna de nuestro colaborador falta un elemento esencial para comprender lo que movió realmente al electorado hace ahora ocho días, especialmente a la hora de elegir entre formaciones políticas de nuevo cuño. Un factor que tiene especial importancia a la hora de configurar el futuro electoral de partidos a los que no les queda más remedio que refundarse si no quieren enfrentarse a la insignificancia más absoluta, caso del PSOE. Deberían observar los socialistas españoles lo sucedido en Grecia, donde de la mayoría absoluta y el 44% de los votos en 2009, el PASOK pasó al 12% en 2009, reducido hasta el 8% hace dos domingos. Aunque las circunstancias no son comparables, el mensaje es claro: nada es eterno.
¿A qué nos estamos refiriendo? A la importancia del candidato y a la preeminencia de su figura sobre las siglas que representa.
Algo muy evidente en el caso de Podemos, donde Pablo Iglesias ha sido capaz de convertir un batiburrillo de dislates de imposible concreción práctica en un mensaje atractivo para cientos de miles de ciudadanos hartos de un sistema que sólo beneficia a unos pocos y margina a la mayoría. Ese mismo discurso puesto en boca de alguien menos embaucador o más beligerante, la seducción de la utopía, habría activado las alertas, primero, y recolectado frutos muy distintos, después.
· En esta identificación entre elector y elegido, aquel llamado a velar por el interés del primero, radica la esencia de la democracia. Y esa identidad se había ido perdiendo
El fenómeno Ciudadanos tampoco se puede separar del personaje elegido por Albert Rivera como cabeza de lista, Javier Nart, que participa con el bolivariano de su carácter mediático, sus posiciones en contra del statu quo y su capacidad de construir un discurso coherente y objetivamente atractivo con base en los mimbres argumentales más dispares. Capitalizar esta imagen como vehículo para dar el salto al ámbito nacional ha sido un gran acierto de quien haya diseñado esa estrategia para C’s.
Frente a ellos, un sólido Francisco Sosa Wagner, que ya fue cabeza de lista en 2009 por UPyD, logrando entonces su primer y único hasta ahora escaño europeo. Apuesta segura… en otro entorno. Al candidato le faltaba la notoriedad pública y los recursos dialécticos necesarios como para capitalizar el desencanto de una parte sustancial de la población cuyo voto, bien no se movilizó, bien lo hizo hacia propuestas más rupturistas y atractivas fisionómicamente. Una decisión coherente pero tácticamente errada, como ha quedado demostrado. Oportunidad perdida para dar el salto que le consolidara definitivamente como la alternativa más racional al bipartidismo.
El cambio es importante. En Ferraz deberían tomar nota.
Es evidente que, al final, en esta identificación entre elector y elegido, aquel llamado a velar por el interés del primero, radica la esencia de la democracia. Y no es menos cierto que esa identidad se había ido perdiendo con el tiempo debido al modelo actual de partidos, en donde el encaje de alguien al que hay que pagar favores pasados puede terminar con sus huesos en la lista de una provincia o localidad que no ha pisado en su vida. Narcotizados como estábamos, consentíamos sin rebelarnos a esta perversión, a la tergiversación de la esencia del contrato social sin que hubiera razón que la justificara ni méritos que les acreditara para hacerlo unilateralmente.
Ya no.
El pueblo está pidiendo con sus decisiones en las urnas un cambio sustancial del esquema actual en el que prime el conocimiento del representante, su identificación con y responsabilidad real sobre una circunscripción, su cercanía a los problemas desde su condición de vecindad. Esto supondría para PP y PSOE certificar la muerte de una estructura que les beneficia. Pero si no ordenan ellos el cambio, cuando tomen conciencia de su necesidad puede que su opinión apenas importe. Hay determinados procesos que nunca puedes dejar que otros controlen por ti. Pero, como hemos señalado en tantas ocasiones, no aprenderán.
Buena semana a todos.