EL MUNDO 02/02/14
· Contrarresta las manifestaciones de Ortega Lara o Consuelo Ordóñez con la presencia de Marimar Blanco, Pilar Elías y el hijo de Giménez Abad
Hace apenas tres semanas Mariano Rajoy pidió a los suyos que el partido concentrara su discurso en la economía y en el horizonte de la recuperación. Aún ayer, el presidente del Gobierno abundó en su propósito al ratificar el proyecto de una reforma fiscal. Sin embargo, no fue precisamente la economía, sino la política antiterrorista la que sirvió al PP para marcar perfil y contrarrestar el desgaste sufrido por las propias costuras.
Y es que, ayer, las víctimas del PP salieron al rescate del partido. Y a la vez, el PP hizo de las víctimas un instrumento de cohesión política y de autoafirmación frente a las críticas de adversarios y compañeros de escaño. Nunca hasta este momento el partido de Rajoy había hablado tanto de ETA.
El escaparate del PP se tiñó de emociones y reivindicaciones, todas mezcladas en un único cóctel molotov contra los ataques y críticas recibidas de las asociaciones de víctimas y del sector más conservador del partido. Acusando recibo de este efectivo desapego del propio electorado, singularmente duro en esta precampaña europea, Génova se volcó en escenificar la vigencia del vínculo entre el PP y las víctimas. Al menos, con sus propias víctimas.
Si la víspera el partido reivindicó como propia la memoria de Miguel Ángel Blanco y de Gregorio Ordóñez, que esta pasada semana le disputaban de manera descarnada asociaciones críticas como Covite, ayer se volcó en la exposición pública de otras víctimas no menos emblemáticas y de reconocible marca propia.
Así, en un acto de nuevo cuño, presidido en primera fila por Mariano Rajoy, el aparato llevó a la tribuna a Manuel Giménez, el hijo del asesinado presidente del PP de Aragón, Manuel Giménez Abad. En un discurso contenido, sosegado, y sin acentos, Giménez –que no ocupa ningún cargo en el PP– apoyó de manera expresa la muy polémica decisión del Gobierno de ejecutar la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot, que generó las excarcelaciones de etarras y la consiguiente tensión con los colectivos.
«Aunque las consecuencias me repugnen, humildemente, estoy de acuerdo», afirmó Giménez ante el Plenario, antes de que los populares prorrumpieran, agradecidos, en aplausos. Su tesis fue racional y desapasionada. O como él mismo apuntó, puro «pragmatismo». A saber: que será el cumplimiento «escrupuloso» de la misma ley la que servirá para negar «a los asesinos» sus peticiones de «amnistías» u otros favores penitenciarios. «La ley nos protege a los ciudadanos del oportunismo», subrayó el joven Giménez, para presumir de que «ni EEUU ni Reino Unido ni Israel , todas ellas democracias, mantuvieron en la lucha antiterrorista el mismo respeto al Estado de Derecho y a los valores constitucionales».
Según Giménez, ahora «ETA languidece». Una máxima que ayer se convirtió también en reivindicación política, toda vez que, desde la Cope, y a modo de único verso suelto, Esperanza Aguirre dejó bien clara su discrepanca con el Gobierno. «ETA no está derrotada, por mucho que lo crean algunas gentes del PP», declaró la presidenta del PP de Madrid, en alusión al propio ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. «A lo mejor sabe ella más que yo», le replicó el propio ministro, en conversación con este diario, en los pasillos de la convención. La polémica, en todo caso, no prosperó, porque a su llegada al cónclave popular, la baronesa regional eludió hablar del asunto.
Además, tanto Giménez como Esteban González Pons, coordinador de la ponencia política, coincidieron en el mensaje de que en tanto la banda no entregue las armas, colabore con la Justicia y pida perdón, no hay que «bajar la guardia». «ETA está vencida, pero aún no derrotada», fueron las palabras de Pons, para quien dado que «la banda aún no se ha retirado definitivamente, sería un error cambiar la fuerza de la ley por el amaño y la justificación».
El ambiente dominante, en todo caso, tenía un tono muy distinto al de Aguirre o al que habría aportado Jaime Mayor. Porque el discurso sobre el «final de ETA» y el apoyo a los gestores del nuevo escenario, con Arantza Quiroga al frente, se vio reforzado ayer, además de por el hijo de Abad, por la presencia de otros mitos emocionales de la herencia popular.
Marimar Blanco, Pilar Elías, Carmen Hernández, viuda de Jesús María Pedrosa… Su imagen jalonó el vídeo proyectado al efecto por la dirección del partido. Y también trufó las intervenciones de los oradores, como Javier Arenas, el único por cierto, en atreverse a nombrar, para bien, a la defenestrada María San Gil: «De la misma forma que estuvimos con María San Gil, con Antonio Basagoiti y con Jaime Mayor, hoy estamos contigo, Arantza, y con todas las consecuencias», le dijo desde el plenario.
En la misma línea, por la tribuna de oradores desfilaron ayer varios jóvenes exponentes del PP en los ayuntamientos, que se encargaron de contar las veces que se han sentido «agredidos» por el clima social imperante.
Uno a uno, a base de empatía, se encargaron de recoser las costuras del partido. Una tarea a la que también se aplicó el coordinador de la ponencia política, Esteban González Pons: «Tenemos la única responsabilidad de mantenernos unidos, de no consentir que nos dividan». Y que abonó con singular eficacia el presidente de Extremadura, José Antonio Monago: «Ya lo dijo Bismarck: España es el país más fuerte porque llevan años intentando destruirse y no lo consiguen».