EL MUNDO 30/01/14
· El portavoz Carlos Floriano asegura: «No busquéis en este problema el tercer pie del gato, porque posiblemente no le vais a ver el bigote»
El PP se volcó ayer en la tarea de minimizar los daños del plantón de José María Aznar a las puertas de la Convención Nacional. La secretaria general, María Dolores de Cospedal, pese a admitir que el presidente de honor no le llamó hasta el mismo miércoles para excusar su asistencia, redujo su incomparecencia a un problema de agenda. Así lo dijo también horas antes Carlos Floriano, en Radio Nacional. Sin embargo, el número tres fue mucho más transparente cuando, preguntado por las dos almas del PP, insinuó que Aznar es el único que está detrás de la tensión que estos días arrecia en el partido. «Se pueden hacer todas las interpretaciones. Yo tenía un profesor de Matemáticas que decía: ‘No busquéis en este problema el tercer pie del gato, porque posiblemente no le vais a ver el bigote’».
«¿El de Aznar?», fue repreguntado. Y Floriano, admitiendo el «gol metido» por el entrevistador y hasta su «inteligencia», insistió en el símil: «Conviene no dramatizarlo todo; no le busquemos el pie al gato, que no le vemos el bigote».
Y es que Aznar vuelve a ser, más allá de las palabras de «respeto» y de reconocimiento oficiales, el cesto en el que Génova concentra todos sus problemas internos. El último, el documento de Faes con las 20 respuestas a la secesión de Cataluña, que la fundación del ex presidente puso interés en divulgar ayer mismo. Ningún miembro de la dirección admitió haber leído el citado documento que, no obstante, acaparó los titulares de la jornada en contraste con la expresa «falta de novedad» de las ponencias de la convención popular. «La fundación y el partido no son lo mismo», se limitó a comentar Cospedal acerca de la diferencia de discursos entre Faes y el PP sobre el desafío soberanista de Artur Mas.
No faltaron ayer fuentes del comité nacional del partido y del propio Gobierno que coincidieron en descargar en Génova, y muy en particular en la propia secretaria general, la responsabilidad de no haber evitado toda esta explosión. «A la gente hay que darle cariño y atención, y si Génova hubiera cuidado más a Aznar o a Mayor, no habría pasado lo que ha pasado», decían los unos; «es sabido», decían los otros, «que el que está al frente de un partido en el Gobierno se come todos los marrones, pero también que al partido hay que echarle muchas horas para que no te salten los problemas».
Cospedal se defendió en rueda de prensa: «Nos equivocaremos como todo el mundo, pero tenemos la mejor intención y la más leal vocación de defender lo que hemos defendido siempre», dijo, «y va a seguir así, pese a lo que digan algunos».
Lo cierto es que tras la insinuación radiofónica del vicesecretario de Organización sobre Aznar, lo que se escondía era una convicción bastante arraigada en Génova de que hay «muy poca gente» tras la rebelión que acaba de estallarle en pleno escaparate de la convención. «Esto es una reedición del Congreso de Valencia», empezaba por reconocer ayer un miembro de la dirección, «pero es menos grave que entonces». «Es verdad que las causas de las desavenencias internas que ahora afloran son muy profundas y antiguas», admitía igualmente, «pero están más focalizadas, y se van a saldar, como entonces, con un cierre de filas del 100% del partido en torno a Mariano Rajoy».
No obstante, y pese a negar desde todos los frentes el riesgo de una escisión o fractura real en la formación, los populares no disimulaban ayer su preocupación por que haya calado en el partido y en la sociedad el propio discurso político de los críticos, sobre todo, en relación con la política antiterrorista.
Así, Cospedal negó una «convulsión» en el PP y acusó a «otros» de «haber promovido fracturas entre las víctimas del terrorismo», de algunas de las cuales, como Covite, surgen ahora las críticas abiertas contra los populares. La dos de Rajoy eludió comentar las críticas «opiniones personales» de María San Gil, y rehuyó también cualquier referencia a los ex militantes y cargos del PP que se han pasado a Vox.
Su mantra fue dejar sentado que «este partido es el que siempre ha defendido a las víctimas y el que más ha trabajado por su dignidad», que «el partido que nunca ha cambiado su política antiterrorista y que no ha negociado ni negociará con ETA».
Pese a dirigir a Aznar el foco de la disidencia interna –ayer Cospedal y Floriano salvaron a Jaime Mayor y lo colmaron de elogios, incluso pese a no acudir a la convención–, Génova concentró su mensaje en que, pese a lo dicho abierta o veladamente por los críticos, el partido no ha cambiado. Si en algo insistió, por ejemplo, el vicesecretario Esteban González Pons durante la presentación a los medios de su ponencia política –España, una gran nación–, es que ésta sólo va a ser la «confirmación de los valores y principios del PP que ha defendido siempre y seguirá defendiendo». Y «no puede ser una resolución muy transformadora porque se refiere a las cosas que tradicionalmente defiende nuestro partido: Constitución, unidad de España, democracia, pluralidad, libertad e igualdad de oportunidades», junto al «final de ETA».
Así, Génova no lleva propuesta ideológica nueva ni recomendación específica alguna al Gobierno en relación al problema catalán o la propia política antiterrorista. Más aún, ha excluido asuntos como el de la Ley del Aborto, siguiendo las indicaciones del propio Rajoy.
Tendrá que ser en el curso de los debates –que serán abiertos para los 1.500 asistentes a la convención– como los militantes y cargos del PP tendrán teóricamente la posibilidad de romper los planes de la dirección. «Si hay debate, se recogerá en la resolución», prometió Pons; «si hay interés o divergencia sobre un tema, éste va a aflorar en lo que va a ser un extraordinario termómetro para medir el estado de opinión en el PP».