EL MUNDO 06/01/13
Dirigentes ‘populares’ lo consideran un «acto de piedad» y el PSOE, una «vergüenza».
«Lo del fichaje de Telefónica al pobre Rodrigo es un acto de piedad». Así calificaba la noticia, al poco de conocerla, un veterano dirigente del PP. En la reacción, repetida con similares expresiones en otras bocas del partido, apenas contaban -pese a compartirlos- los reproches de la opinión pública por la política-refugio de imputados por parte de la compañía que el propio Rato privatizó en su día.
Habían pasado ocho largos meses desde que la salida forzada del presidente de Bankia desató una auténtica tensión entre el Gobierno de Rajoy y su partido. Desde el primer día, en la trastienda del PP se responsabilizaba al ministro de Economía, Luis de Guindos -no militante-, de la suerte del que fuera uno de sus mitos políticos vivientes, y de haber entregado la cabeza del Bautista de Bankia sin haber dado a su antiguo mentor ninguna «salida».
Pero hace pocas semanas, los populares casi sufrieron en carne propia la imagen de la bajada a los infiernos del que fuera todopoderoso vicepresidente de José María Aznar a su llegada a la Audiencia Nacional, asistido por un agente de Policía. Y no faltaron quienes, en bambalinas, dejaron correr la especie de que la caída de Rato en Bankia fue una maniobra consentida por el propio Rajoy -entre abril y mayo, justamente cuando el peligro de rescate fue mayor-, para espantar la amenaza de la troika de ser sustituido por un tecnócrata, al estilo de Mario Monti.
Así que la noticia del fichaje, en plenas vacaciones, ha sido recibida con complacencia. «En el Gobierno se han dado cuenta de que con Rato se les ha ido la mano», decían, «y ahora que ya no es un rival de Rajoy, le dan una pequeña salida para acallar su mala conciencia».
«Estoy desconcertado», se pronunciaba un alto cargo parlamentario, «porque yo, que soy de Rajoy y no de Rato, por un lado comparto el evidente interés que el Gobierno está demostrando en protegerle y no queremos que se estrelle; pero por otro, no sé si un fichaje como éste le favorece en este momento procesal».
Claro que el análisis era algo distinto desde el Gobierno. «Alierta está en fase de salida y se está ocupando de devolver favores», decía un alto cargo del Ejecutivo, quien pese a no poner en duda el aval de Rajoy al fichaje, apostaba por que la iniciativa ha correspondido, «en un gesto de independencia», al propio Alierta.
Una opinión refrendada también por otro alto cargo parlamentario del PP: «Alierta le debía favores a Rato, y le ha correspondido, sin intervención política del Gobierno. Yo creo en la inocencia de Rodrigo, pero cometió un grave error al declarar en contra del Gobierno en la Audiencia. Me consta que el fichaje no ha generado entusiasmo en el Gobierno».
Desde Génova se calificaba el fichaje de «razonable», pero también se negaba de manera oficiosa la influencia de Rajoy: «Él nunca vetaría a Rato, pero tampoco impulsaría su nombramiento», decía un miembro de la cúpula del partido. «Aquí lo que ha ocurrido es que Telefónica ha valorado más aciertos que errores en la trayectoria de Rato y ha juzgado su balance ampliamente positivo», añadía.
Opinión muy diferente manifestaron ayer los partidos de izquierda, empezando por el PSOE. El secretario de Organización de los socialistas, Óscar López, lamentó profundamente el nombramiento de Rato y recordó que el ex dirigente del PP ha liderado «el peor hundimiento bancario de la democracia».
El número tres del PSOE remarcó que no le parece «buena idea» el fichaje de Rato por parte de Telefónica, que entre otras cosas está imputado por su «controvertido» paso al frente de Bankia, y defendió la «legítima indignación de muchos». Entre otros, «las víctimas de la estafa de las preferentes», que quizás «se sientan apagadas o fuera de cobertura con esta decisión», informa Efe.
Dentro de las filas socialistas, se sumó a las críticas el líder del partido en Madrid, Tomás Gómez, que calificó el fichaje como «una auténtica vergüenza», afirmó que las empresas que «privatizó el propio Rodrigo Rato están al servicio de los intereses del Gobierno» y dijo que a la compañía ya sólo le falta contratar al ex presidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, actualmente en prisión acusado de alzamiento de bienes y blanqueo de dinero.
Otro que no ahorró en críticas fue el diputado de IU Gaspar Llamazares, que consideró el fichaje de Rato como un «escándalo de corrupción política». «Da la impresión que Telefónica no es una empresa de telefonía, sino de charcutería», criticó Llamazares, que consideró este caso como paradigmático de la «puerta giratoria» entre la política y el mundo empresarial.
EL MUNDO 06/01/13