Editorial, EL ECONOMISTA, 22/11/11
El Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, ha conquistado la mayoría absoluta, un resultado electoral que brinda los mimbres idóneos para adoptar las medidas correctas y acometer las reformas que necesita España con decisión, firmeza y rapidez.
El voto mayoritario da al PP carta blanca para emprender los ajustes que necesita la economía española para recobrar el respeto. Y no hay espacio para las concesiones. En este sentido se pronuncian los 76 empresarios entrevistados por elEconomista. Unos gerentes empresariales del más alto nivel que tienen muy claras las líneas sobre las que ha de actuar el nuevo Ejecutivo para restaurar la confianza que necesita el tejido productivo español y la credibilidad que nuestro país perdió con la pobre, negligente, improvisada y deficiente gestión económica del gobierno de Zapatero.
Constatan los dirigentes empresariales encuestados lo que todos sabemos: que hace falta reactivar el flujo del crédito, dinamizar la actividad y redefinir nuestro sistema de relaciones laborales de modo que deje de ser un freno a la contratación y comience a rebajar la tristemente histórica cifra de paro que nos lega el Gobierno socialista, más de cinco millones de parados. El desembarco de Rajoy en La Moncloa se produce, como él mismo reconocía tras conocer la aplastante victoria, en la peor coyuntura de los últimos 30 años.
No hay cien días…
Pero no sólo hay que reparar esos daños. Hay que cumplir con Bruselas en el saneamiento de las cuentas públicas y serenar la presión del mercado hacia España. Para ello, la actuación del nuevo Gobierno popular ha de activarse con la mayor celeridad. No hay cien días. Tiene que verse ya mismo una hoja de ruta clara.
España debe ayudarse a sí misma, señalaba la Comisión Europea el pasado fin de semana. Y el presidente electo está llamado a esa tarea. Ya ha manifestado su voluntad de ser cumplidor y a la vez vigilante con Europa. Retoma así el espíritu aznarista hacia la UE, mitad aplicado mitad beligerante, algo clave en la actual tesitura, donde Merkel ha adoptado el papel de supragobernante de los Estados miembros.
Está por ver cómo manejará el PP su acumulación de poder parlamentario y territorial. La izquierda está debilitada y fragmentada tras los comicios, que han repartido el voto de este signo entre las distintas formaciones. Pero ésta puede caer en la tentación de apropiarse de la contestación callejera que reciban las medidas que impulse el PP. De ahí que Rajoy ayer mostrase un discurso conciliador. Los populares van a encontrarse con el PSOE liderando la oposición, un partido electoralmente vapuleado que debe replantearse su inservible discurso populista, y al que no ha servido su campaña basada en infundir miedo al avance de la derecha en Europa ni a unos recortes salvadores que son la condición sine qua non para remontar.
La necesidad de los ajustes ya ha sido asumida por el pueblo español, como constata la escasa resistencia que han tenido los acometidos por CiU en Cataluña, que no se han castigado en las urnas, al contrario. El acopio de poder popular no es sólo cameral, sino también territorial. Prevalece en el mapa autonómico y en las diputaciones y se vislumbra su próxima victoria en un histórico vivero del PSOE, la comunidad andaluza. Con buen tino y de cara a los mercados, Rajoy anunciaba que comenzará por departir con las CCAA. El PP tiene el caldo de cultivo perfecto para dirigir el futuro de España, aunque estará muy supeditado al cerco de los acontecimientos y las directrices que vengan de fuera. Y esas presiones le fuerzan a trabajar desde este instante nombrando ya un ministro de Economía y anunciando medidas.
Editorial, EL ECONOMISTA, 22/11/11