EL MUNDO 03/06/14
La noticia irrumpió en medio del desayuno informativo del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y se tradujo en una visible sorpresa en todos los rostros del PP. En todos menos en uno, según los presentes, el de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que presentaba al conferenciante. Su gesto fue el único que no reveló ni preocupación ni desconcierto, los dos estados de ánimo que fueron instalándose entre los cuadros y los escaños del partido y que durante toda la jornada sobrevivieron, aunque larvados, a la solemne declaración institucional de la secretaria general.
«Hoy es un día histórico y de agradecimiento. De agradecimiento de 47 millones de españoles hacia la figura que mejor ha sabido defender a nuestro país y los intereses de todos los españoles durante los últimos 39 años…», arrancó María Dolores de Cospedal, para quien el Rey que «ha sabido serlo de todos los españoles», no sólo fue referente de la Transición sino también «después»: «Un jefe del Estado equilibrado, representativo y cercano, más allá de crisis económicas, sociales y de acontecimientos de todo tipo». «Siempre, absolutamente siempre, el Rey Don Juan Carlos ha representado el necesario punto de encuentro para que la convivencia de todos los españoles fuera posible», afirmó la número dos.
Pero la convivencia de los españoles era, precisamente, lo que tenía ayer preocupados a los populares, que subrayaban la debilidad institucional y del Estado proyectada por la abdicación, frente al creciente desafío independentista en Cataluña y en el País Vasco y a la reciente irrupción de la izquierda radical y el populismo, en las urnas y en las calles.
Si en algo coincidían ayer en el PP es en vincular la decisión del Rey con la renuncia de Rubalcaba. «No digo que no lo hubiera pensado antes, pero está muy claro que lo que lo ha precipitado es el riesgo de esperar a que su sucesor, sea cual sea, pueda enredar el proceso»; decía un parlamentario. «Es clave que las Cortes tramiten el relevo con la máxima celeridad», coincidía otro, «para que no se cuele el debate sobre la Monarquía-República…»
Entre los populares, había también quienes aplaudían el mensaje de renovación, y hasta advertían de que, tras la Corona y el PSOE, tocaba al Gobierno mover alguna ficha. Pero el grueso justificaba, justamente en la mayoría absoluta del PP, la actual piedra angular del régimen constitucional. «El PP debe echarse el Estado a la espalda, garantizar el relevo y dar estabilidad al sistema, sobre todo, en un escenario como éste. Sólo después de eso se podría hablar de cambios», decía un diputado.