- El PP no tiene que pedir perdón ni avergonzarse por no ser socialista ni nacionalista, dos ideologías que solo siembran pobreza, división y enfrentamiento. No hay que obsesionarse con obtener la calificación pública fetiche del momento, «progresista»
Otras cuestiones han ido posponiendo una reflexión sobre el PP y su futuro que hace tiempo tenía en la cabeza. La convocatoria de su congreso extraordinario para la primera semana de julio, ha hecho que sea este momento el más adecuado para ello. Ya he contado en alguna otra ocasión que he sido militante de este partido durante más de cuarenta años y aunque no haya ocupado cargos internos de responsabilidad, sí creo que ese tiempo me permite opinar con algún conocimiento de causa.
La primera reflexión, consejo si se quiere, es muy simple, allá otros partidos, pero el Partido Popular debe huir de la tentación de convertirse en un sindicato de intereses al servicio de su dirección. Su misión debe ser construir un proyecto justo, atractivo y posible, que genere ilusión a los ciudadanos en un futuro mejor y sobre todo que, una vez alcanzado el poder, sea cumplido íntegramente. No prometas lo que no vayas a cumplir, las promesas incumplidas solo garantizan la deserción de los votantes y el surgimiento de proyectos alternativos.
En segundo lugar, el PP no tiene que pedir perdón ni avergonzarse por no ser socialista ni nacionalista, dos ideologías que solo siembran pobreza, división y enfrentamiento. No hay que obsesionarse con obtener la calificación pública fetiche del momento, «progresista», hay que saber aguantar la presión mediática. Otra sugerencia a tener en cuenta, no pongas en primera línea a «bienquedas» sin ideología con el único objetivo de que los opinadores zurdos de turno digan: ¿Pero que hace éste en el PP siendo un tipo tan razonable?
Otra cuestión no menor, la importancia de las preposiciones y los gentilicios. Cuando empecé mi actividad política estaba muy orgulloso de ser del Partido Popular, al margen de que el trabajo lo hiciera en o desde el País Vasco –o Vascongadas para que no se enfade nadie–. Vista la trayectoria del partido y con la experiencia de los años, hoy tengo mucha mayor conciencia de haber sido militante del PP en el País Vasco. Lo importante era estar en el PP sin gentilicios, mucho más que ser del PP vasco, catalán o gallego. Lo digo porque creo que lo que debemos exigir al Partido Popular es un proyecto nacional por encima de las particularidades regionales. Personalmente estoy un poco harto de tanto hecho diferencial, no me afilié al PP para defender los derechos históricos de los territorios forales o el concierto económico, sino la unidad de España y la libertad.
No puede ser que el PP tenga proyectos no solo distintos sino a veces antagónicos para cada región de España, el interés general debe ser lo primero. No es de recibo que algunos de sus dirigentes califiquen a España de Estado plurinacional y sigan ocupando puestos de responsabilidad, como tampoco es razonable que en alguna de las Comunidades que gobierna, la lengua «propia» no sea un elemento de cohesión sino de discriminación educativa y laboral. Es inoportuno también –lo padecemos ahora elevado ahora a su máxima expresión– pactar o acordar una investidura con aquellos que por su apoyo parlamentario exigen postrarse de hinojos obligando a borrar la presencia de España y del Estado en sus reinos de taifa. Por último, tampoco ayuda mucho a construir una alternativa escuchar que con Sánchez nada es posible pero que con otro PSOE ya se verá. Tesis que parece reforzarse con el constate desplante a Vox, único partido fiable para desalojar a Sánchez del Gobierno.
Si algún compromisario compartiera estas reflexiones se las presto para hacerlas llegar al congreso, aunque le auguro un futuro político escasamente prometedor. Termino, en algunos comentarios a otras de mis colaboraciones, suelo leer opiniones que con toda razón se preguntan «muy bien todo esto que plantea, pero ¿Por qué no dijo estas cosas cuando estaba en activo?». Me crean o no, lo hice y, sobre todo, traté de ponerlas en práctica con mi modo de actuar institucionalmente, quizá por eso esté hoy jubilado.
- Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco