Gorka Maneiro-Vozpópuli
- Las guerras fratricidas son las más sangrientas.
Vox no va a cejar en su empeño de seguir creciendo en las encuestas y en cada una de las elecciones que se celebren, por mucho que sea lo que Sánchez quiere que ocurra, y por mucho que su ascenso sea a costa del PP, que es el partido del que surge y a costa del cual se ha consolidado y sigue creciendo. Y es que PP y Vox no son una coalición de partidos ni una asociación de conveniencia sino dos adversarios políticos que comparten votantes fronterizos, todos los cuales ambos los quieren para sí. Es decir, que Vox se nutre del PP y es eso mismo lo que le impide a Feijóo alcanzar esa mayoría absoluta que permitiría al centro derecha recuperar la Moncloa y gobernar con las manos libres para deshacer lo perpetrado por Sánchez y reconstruir lo que todavía pueda reconstruirse. Son las contradicciones de la política: Vox, que nace contra Sánchez, es lo que perjudica al PP para deshacerse de Sánchez; todo lo cual implica otra evidencia: que muy probablemente no les quede otra que gobernar juntos… por mucho que al PP no le haga ninguna gracia fundamentalmente por dos razones: porque no podría hacerlo de manera autónoma y porque, además, es lo que utilizaría la izquierda para… recuperar posteriormente la Moncloa. Sin embargo, hasta que eso ocurra, su rivalidad se acrecienta: y es que las guerras fratricidas son las más sangrientas.
Contradicciones internas
La semana pasada, en el Ayuntamiento de Madrid, Vox volvió sobre uno de sus temas estrella, el aborto, tema esencial para la formación de Abascal y que facilitó su escisión del PP y su fortalecimiento electoral, y que no va a abandonar tan fácilmente como al PP le gustaría. De hecho, no lo va a abandonar nunca porque forma parte de su identidad y de su esencia. Y cada cual tiene sus prioridades. Y así, Vox propuso la iniciativa de que el Ayuntamiento de Madrid proporcione información de manera permanente y visible a las mujeres sobre el «trauma postaborto», ese trauma que, según Vox, puede derivar en alcoholismo, depresión y pesadillas en aquellas mujeres que decidan interrumpir voluntariamente su embarazo. En el fondo, no es tanto por proteger a las mujeres de semejantes males sino por principios: para Vox, el aborto es un asesinato. Y plantear la cuestión es además una forma de subrayar una de sus ideas-fuerza, llamar la atención del electorado, erosionar al PP, explotar sus contradicciones internas y seguir sumando votos a su costa, que de eso se trata. Y el PP debería saberlo, por lo que debería tenerlo estudiado y saber cómo actuar cada vez que ocurra, en lugar de parecer un principiante; es decir, estar más preparado de lo que demostró estar la semana pasada, cuando Vox planteó que las mujeres que decidan abortar reciban información, no para estar más y mejor informadas, sino para que no decidan continuar con una decisión legal tomada por sí mismas en base a sus conocimientos y deseos, por aquello de que son libres pero tampoco tanto.
Y el PP, que disfruta de la mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Madrid, en lugar de rechazar la iniciativa de Vox y evitar la polémica, decidió aprobarla y dar la razón, al menos en parte, al argumentario de Vox, y eso es políticamente más peligroso y menos recomendable. Porque, como ha ocurrido en otras ocasiones, la iniciativa de Vox y el error político y comunicacional del PP han otorgado a Sánchez la posibilidad de insistir en la idea que lo mantiene vivo, a saber: PP y Vox son indistinguibles uno del otro y, unidos, forman una alianza que pretende impulsar recortes sociales y limitar libertades públicas. Y son, por tanto, una amenaza para los españoles, y no queda otra que resistir en Moncloa, y cualquier corrupción es perdonable y cualquier pacto indeseable es admisible para evitar que la ultraderecha alcance el Gobierno de España. Y Sánchez es quien logrará salvarnos de la extrema derecha.
La rectificación de Almeida
El alcalde de Madrid, Almeida, ha tenido que admitir, tras apoyar la iniciativa, que «el síndrome postaborto no es una categoría científica reconocida» y que, por lo tanto, ese síndrome no existe; y, por lo tanto, es algo sobre lo que no puede informarse, salvo que sea para negar que exista. El PP podría haber argumentado así y aquí paz y después gloria, pero Almeida prefirió liarse la manta a la cabeza, otorgar el protagonismo que Vox buscaba y darle un balón de oxígeno a Sánchez, lo que viene a ser lo mismo. Almeida se corrigió después para aclarar que no se hará lo que votó que se haga. Y el PP nacional, que inicialmente apoyó a Almeida, ha tenido que rectificar con él, lo que genera serias dudas sobre lo que piensa realmente el PP y sobre quién maneja los hilos de su estrategia. Y Sánchez, que tonto no es, ha aprovechado la ocasión para, al menos por unos días, desviar la atención de la soledad parlamentaria en la que se encuentra o de la corrupción que lo acorrala. Y para anunciar la constitucionalización del aborto, lo que generará controversias en el PP, más votos para Vox y más oxígeno para Sánchez.
Caer en los mismo errores
El aborto es un tema espinoso que hoy divide al PP, como la eutanasia o la gestación subrogada. Lo peor es decir hoy una cosa y mañana la contraria y, peor aún, conceder a Sánchez el control de la conversación pública en lugar de atacarlo en cualquiera de sus muchos frentes. Si Sánchez es lo que mejor sabe hacer, el PP debería al menos aprender a no ponérselo en bandeja. Y, en todo caso, decidir qué tipo de relación quiere tener con Vox, y defenderla le pese a quien le pese, en lugar de navegar entre dos aguas eternamente; al final lo peor son las dudas generadas, los cambios de opinión y la sensación de inconsistencia. Si el mayor problema político del PP es cómo gestionar la existencia de Vox, no se entiende que caiga continuamente en los mismos errores. Por un lado, Vox siempre encuentra el modo de dar a Sánchez el balón de oxígeno que necesita en el momento en que peor se encuentra; por otro lado, el PP vuelve a caer en las trampas de Vox, que es lo que le impide al menos aproximarse a la mayoría absoluta.