El tiempo borrará el sudor de esa mano que ahora Iñigo Urkullu desprecia, pero si el lehendakari sigue apoyándose en el PP, el PNV piensa situarse «a años luz». Ardanza destaca las dificultades de un Ejecutivo sostenido por partidos tan antagónicos. No le pareció lo mismo cuando un partido de izquierdas como el de Madrazo gobernaba con el PNV y EA.
Hoy empieza el primer día del resto de los días de la legislatura de Patxi López. Superados ya los últimos desencuentros parlamentarios, con amarga despedida incluida, reposados los abrazos del emotivo acto en Gernika y tras el baño de multitudes del mitin de ayer en Madrid, le ha llegado ya al nuevo lehendakari la hora de la verdad. Empieza el nuevo Gobierno vasco, que no de coalición, con el reto de aguantar en medio de apuestas, en el mundo nacionalista, sobre su dudosa estabilidad dadas las diferencias que el PP y PSOE mantienen en la política española.
De momento, se ha dado ya un gesto que, no por haber pasado desapercibido, deja de ser importante. En el acto solemne de la promesa del cargo en Gernika, de carácter eminentemente laico, se sustituyó la Biblia por el Estatuto, como todo el mundo sabe. Pero no se valoró la discreta actitud del PP, socio preferente de Ajuria Enea. Porque si muchos seguidores del PNV se rasgaron las vestiduras invocando a la tradición, el PP aguantó el tirón. El partido de Antonio Basagoiti, de marcada orientación religiosa, mantuvo un discreto silencio. Fue la primera muestra de lealtad del partido que apoya al nuevo Ejecutivo ante un gesto, el del desplazamiento de los símbolos religiosos, que, con toda seguridad, no fue de su agrado.
Se producirán desencuentros entre los dos socios, desde luego. Pero la primera prueba, en la Casa de Juntas de Gernika, resultó superada. Necesitarán mucha habilidad para saber distinguir las prioridades en esta legislatura. Patxi López tendrá enfrente, en la Cámara vasca, a 35 parlamentarios nacionalistas (PNV, Aralar y EA) que en el mejor de los casos enfundarán su mano de hierro en guante de seda pero que no le van a dar respiro mientras no negocie con ellos unas cuotas de poder que pongan en valor sus resultados electorales.
Uno de sus primeros compromisos expresados es reunirse con todos los agentes sociales para estudiar las medidas para combatir la crisis económica pero el mundo sindical nacionalista, tras el que se parapetará la banda terrorista ETA, ha preferido darle la bienvenida con la convocatoria de una huelga general para el próximo día 21. Como para salir corriendo. Desde Confebask, José Guillermo Zubía, reconoce que el nuevo Gobierno no llega en el mejor momento económico. Con este ambiente, el lehendakari va a necesitar algo más que serenidad para conducir el cambio. Pero todo este panorama ya lo conocía Patxi López.
En la sesión de su investidura el PNV se lo dijo alto y claro. Primero su antecesor, en repetidas ocasiones el portavoz Egibar y en los pasillos, el propio Urkullu. Cuando esta periodista preguntó al jeltzale si su partido iba a demostrar lealtad, respondió con otra pregunta: «¿Lealtad? ¿A quién? Son ellos quienes tendrían que haber sido leales a nosotros que somos los que hemos ganado las elecciones». Será difícil mantener la soga tan tensa durante los cuatro años de legislatura. Y, en momentos de respiro, quizás haya aproximaciones entre el PNV y el PSE. Pero no de la forma en que imagina el lehendakari cuando les tiende la mano en la escena para ofrecerles colaboración.
El tiempo, seguramente, borrará los rastros del sudor de esa mano que ahora Iñigo Urkullu desprecia pero si el lehendakari sigue apoyándose en el PP, como es lógico, el PNV piensa situarse «a años luz» del nuevo Gobierno. Eso dicen ellos. Habrá que ver cómo discurren los acontecimientos. De entrada, resulta bastante lógico que, al ser preguntado por el grado de seguimiento del pacto suscrito por el PSE y el PP, Patxi López responda «Antonio y yo», que son, al fin y al cabo, los principales valedores del pacto.
El propio Ardanza señala las dificultades de un Ejecutivo autonómico sostenido por partidos tan antagónicos. No le pareció lo mismo cuando un partido de izquierdas como el de Javier Madrazo, gobernaba con el PNV y EA. Pero ahora todos los observadores nacionalistas se mueven en esa clave. Reconocen que un Ejecutivo mantenido por 39 escaños debería ser lo suficientemente estable como para aguantar toda una legislatura pero auguran crisis insuperables en cuanto los intereses partidistas del PSOE y el PP en Madrid les provoquen choques continuos en el Congreso de los Diputados. Auguran y lo esperan.
Incluso en Euskadi, crece la expectación en el mundo nacionalista ante la acción del nuevo Gobierno en áreas tan sensibles como la educación y el euskera. Isabel Celaá, conocedora del Departamento de Educación en donde se ha empleado a fondo desde los tiempos del primer Ejecutivo de coalición con el PNV, asume la carga de su responsabilidad consciente de las dificultades pero satisfecha del nivel de sus cuatro viceconsejeros.
Habrá otros temas sobre los que existirán desacuerdos. Cuentan con ello. Estamos ante un Gobierno socialista apoyado por el Partido Popular. Una fórmula parecida a la utilizada por el Gobierno que presidió José María Aznar cuando le apoyó Arzalluz.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 11/5/2009