Pedro Chacón-El Correo

  • El PP vasco tiene que aceptar en política lo que el resto de fuerzas ve normal: que solo cuenta el poder, la ética se queda en casa

La convocatoria por el presidente Pedro Sánchez de elecciones generales para el 23 de julio va a tener un efecto fulminante sobre la política de pactos derivada de los resultados de las recientes municipales, lo cual va a suponer, por lo que respecta a Euskadi, entre otras consecuencias, una anulación sistemática de las pocas opciones de decidir en las que habría podido intervenir el PP vasco, tal como soñaron hacer algunos de sus dirigentes en la noche electoral. En Euskadi y Navarra se va a imponer la división actual en dos bandos que rige en la política estatal y nada va a poder escapar a esa regla.

Vaya por delante que los resultados del PP vasco, que pasa a tener 71 concejales y 15 junteros repartidos entre los tres territorios, corroboran la necesidad de esta opción en el escenario vasco. Y esto ha ocurrido con un partido que no lleva bien, como sabemos, la digestión del posterrorismo y al que se le ve todavía demasiado metido en su trinchera ideológica y sobre todo moral, mientras la sociedad vasca amortiza el pasado terrorista y hasta premia a la formación que lleva 44 exetarras en sus candidaturas. Pero esa misma sociedad vasca ha demostrado el 28 de mayo que no les va a abandonar y que sigue habiendo mucha gente que les necesita y les vota; concretamente, 85.000 en municipales y 90.000 en forales.

Tampoco es cierto eso de que más bajo ya no podía haber caído y que lo único que podía esperar era subir: la desaparición de Ciudadanos demuestra que sí se podría haber caído más bajo. Y lo de la marea azul que en toda España ha llevado en volandas al PP y que, por lo tanto, también aquí se habría notado solo explicaría parte de la subida. Porque lo cierto es que todos los partidos vascos, lo quieran reconocer o no, sobre todo los nacionalistas, están enormemente influenciados por lo que aquí se llama la política estatal. Empezando por el ganador, EH Bildu, que ha aprendido a la perfección del PNV su política de sacar réditos en Madrid y venderlos aquí a cambio de votos.

Por mucho que los electos del PP salieran en la noche electoral exultantes diciendo que ellos iban a impedir, allí donde pudieran, que EH Bildu acceda a las instituciones, donde podría ocurrir eso -esto es, en las Juntas Generales de Gipuzkoa y de Álava y en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz-, los dos partidos de la coalición de Gobierno autonómico -PNV y PSE- van a preferir como socio a Elkarrekin Podemos, en sintonía con sus actuales pactos en Madrid; pero, sobre todo, para curarse en salud ante lo que pudiera venir con Feijóo y sus posibles, previsibles o incluso inevitables pactos con Vox en diferentes comunidades autónomas y ayuntamientos, que serán explotados a fondo por Pedro Sánchez en la campaña para las generales que ya está abierta. En Durango, el apoyo del único concejal del PP para que no gobierne EH Bildu no pasará de testimonial.

La subida de votos es un esperanzador regalo que la sociedad vasca ha hecho a los populares

Echen números y verán cómo en todas las instituciones principales vascas ahora en juego el entendimiento entre PNV, PSE y Elkarrekin Podemos da mayoría suficiente para gobernar. No tendría ningún sentido que hicieran otra cosa; esto es, buscar el apoyo del PP, con el que se van a jugar los resultados en las generales a la vuelta de la esquina. Y, además, aquí también entra de modo decisivo el factor navarro, no lo olvidemos, con los acuerdos entre las fuerzas nacionalistas de allí -EH Bildu y Geroa Bai- por un lado, y el PSN por otro, que se repartirán la Alcaldía de Iruña-Pamplona y el Gobierno de la comunidad foral, respectivamente, como hicieron en la legislatura anterior, lo cual permitirá a todos prescindir del PP y, al mismo tiempo, les llevará también, por fuerza, a buscar algún tipo de acuerdo, en el propio País Vasco, con la ganadora clara de la Diputación de Gipuzkoa, que es EH Bildu.

El PP vasco debería haber evitado anunciar a voz en grito esa postura contraria a EH Bildu. Sobre todo, porque demuestra una vez más lo mucho que le está costando salir de la trinchera y aceptar una realidad bastante más compleja que la que supone la sola presencia de la coalición abertzale. Y, segundo, porque los que le votan están deseando, en el fondo, pasar página y mirar hacia adelante. Para ellos también vivir es lo primero.

Hay que empezar por aceptar la realidad que tenemos. Y, con ella, la posibilidad de que, una vez más, Laguardia y Labastida, donde ha ganado el PP, queden en manos de EH Bildu y PNV, como ocurrió en la legislatura anterior. Esa subida de votos ha sido un regalo esperanzador que la sociedad vasca le ha hecho al PP, partido que tiene ya que empezar a salir de la trinchera y aceptar en política lo que el resto de partidos ve como normal: que en política solo cuenta el poder, mientras que la ética, de la que no andamos muy sobrados por aquí, ciertamente, se queda en casa.