Ignacio Camacho-ABC
- Los demonios escondidos en el sótano del marianismo estigmatizan la reputación del PP y bloquean el cambio de ciclo
Con la morosidad de los plazos procesales, la instrucción del caso Kitchen, el del espionaje a Bárcenas, garantiza a Pablo Casado una legislatura cocida a fuego lento. A efectos de propaganda, la especialidad política que mejor domina -en realidad, la única- este Gobierno, resulta indiferente que en la época de los presuntos hechos el actual líder de la derecha fuese un discreto diputado por Ávila, un simple subalterno: eso le podrá servir de burladero en los primeros momentos, pero luego no va a tener modo de sacudirse el peso de un escándalo que los guionistas de Moncloa administrarán en su provecho a través de la descomunal potencia de su batería de medios. Ayer mismo, las sustanciosas revelaciones de los manejos turbios de Villarejo y su guardia de corps sirvieron para opacar la derrota gubernamental en el Congreso; cómo se va a comparar el morbo de los mortadelos marianistas en busca de los secretos del extesorero con un confuso decreto para expropiar los ahorros de los Ayuntamientos. Hay munición contra el PP para mucho tiempo. Y el argumento preferido -¡¡las cloacas del Estado!!- con el que Podemos combate las crecientes evidencias de sus chanchullos jurídicos y financieros.
El sanchismo, que desde el principio ha hecho de la oposición a la oposición el eje de su estrategia, se relame con el hallazgo de esta veta que le permite situar a toda la marca genérica del PP bajo sospecha. Si fue capaz de desalojar a Rajoy con una sola frase colateral calzada al bies en una sentencia, qué rédito no podrá sacar de una operación como ésta, con medio Ministerio del Interior tratando de eliminar pruebas y un antiguo alto cargo de confianza dispuesto a cantar óperas enteras. Bárcenas y Villarejo, estrellas de novela negra, mezclados en una trama de fisgoneos ilegales, cuentas paralelas, fondos reservados y grabaciones indiscretas. El material perfecto para estigmatizar a toda la derecha con la culpa hereditaria de una corrupción perpetua. Y con la posibilidad verosímil de que el ex presidente y su secretaria general, ya desaforados, tengan que subir como testigos o imputados la maldita escalera de la Audiencia.
La moción de censura amortizó las responsabilidades políticas del marianismo, pero algunas de las penales siguen pendientes de juicio y la izquierda populista es experta en anticipar veredictos. En el subsuelo del edificio de Génova-13 permanecen muchos demonios escondidos de la época en que Rajoy apartaba de sí mismo los problemas con un desdén entre inconsciente y frívolo. En su balance político, junto a la estabilización económica figurará siempre el legado negativo de la división de un centro derecha que recibió unido y la impunidad con que permitió que un grupo de granujas, arribistas e incompetentes campara por los pasillos. Casado, que se atrevió a intentar un cambio de ciclo, parece condenado al castigo de Sísifo.