Victoria Prego, EL MUNDO, 9/7/12
Cualquiera diría que la vida política ha dejado de existir o se ha congelado en España. Y sólo en parte es verdad. Porque los medios de comunicación abren a todo trapo con los datos de la prima de riesgo o las posiciones de la Comisión Europea, pero en quinto o sexto lugar de las noticias aparecen informaciones con enorme carga política para el futuro.
Este viernes se publicaron las previsiones electorales en el País Vasco. La última oleada del Euskobarómetro, que dirige el profesor Francisco Llera, confirma lo que lleva mucho tiempo mostrando: que la apuesta constitucionalista en Euskadi ha fracasado. Y que no va a recuperarse de su fracaso. Así de claro.
Después de que ETA anunciara que dejaba de asesinar, aunque no se haya disuelto; después de que el Constitucional legalizara Bildu y, hace nada, legalizara también Sortu, el futuro panorama político vasco está clarísimo.
La apuesta nacionalista ganará por goleada. El PNV recuperará el poder y no lo volverá a perder a mano de los no nacionalistas. La posibilidad de que Urkullu presida el Gobierno vasco y cuente con el apoyo de la nueva coalición proetarra está ahí. Sumarían no menos de 45 escaños, cuando la mayoría absoluta en su Parlamento está en 38. Podría también contar con el apoyo del PSE, pero no por eso los peneuvistas dejarían de estar controlados y presionados por los radicales.
La traducción política de cualquiera de las dos variables es que la opción independentista va a cobrar fuerza renovada.
Y esto se va a producir mientras la banda terrorista sigue en activo, todo lo débil que se quiera, pero con las armas en la mano. Lo que va a hacer ETA después de las elecciones vascas será actuar de garante de la acción de Bildu y sus aliados.
Ahora que no hay muertes, se disponen a recoger la cosecha electoral de 30 años de asesinatos, de extorsiones y de amenazas. Con la conformidad, por cierto, de una sociedad que está dispuesta a transigir en casi todo porque no tiene más obsesión que la de poder vivir, por fin, en paz. Al precio que sea.
También se disponen a recoger la cosecha de 30 años de una educación radicalmente nacionalista que ha inoculado en los jóvenes el desprecio o el odio a España.
Una educación que se ha llevado a cabo ante la pasividad y dejación del Estado central, que siempre tuvo el temor reverencial a disputarle esa primogenitura al PNV. Pero lo que ha sucedido es que la criatura salida de tres décadas de adoctrinamiento se le ha ido de las manos al tutor peneuvista.
El resultado hoy, según los datos que manejan los expertos, es que la inmensa mayoría de los jóvenes vascos está desde hace mucho tiempo inexorablemente perdida para la causa española. Y que hoy es una juventud más próxima a las tesis de Batasuna que a las del PNV. Alejada, por lo tanto, de las posiciones del PSOE y no digamos ya de las del PP.
Éstos son los jóvenes que ocuparán los puestos de dirección económica y política en el País Vasco en muy pocos años. No es difícil adivinar en qué dirección van a caminar.
Con este panorama, alentado con vehemencia por los prelados de la Iglesia católica, que no han empezado a cambiar su discurso hasta hace apenas dos años, no se puede más que repetir lo que se ha dicho al comienzo de este artículo: la apuesta constitucionalista ha fracasado en el País Vasco.
Pero no sólo porque el pacto PSE-PP no tenga la menor posibilidad de reeditarse tras las próximas elecciones. También porque la tendencia de la sociedad vasca del futuro estará muy lejos de una mínima relación de afecto o lealtad con la idea de España.
La traducción política de lo dicho está clara. El líder del PNV, Iñigo Urkullu, ya ha anunciado que en 2015 se va a refrendar un nuevo estatus político para el País Vasco bajo el lema Euskadi, Nación Europea.
Al PNV le quedan muy pocos meses para recuperar el gobierno que perdió hace cuatro años y apuesta por que se reconozca la «realidad nacional» del País Vasco, y su «derecho a decidir en libertad su futuro». Traducido: un referéndum de autodeterminación y una independencia a la medida de sus intereses. Un nuevo Plan Ibarretxe, pero con más escaños.
Seguramente Batasuna intentará fagocitar al PNV en ese camino independentista. El PNV se resistirá a ser devorado pero nunca lo hará retrocediendo hacia posiciones autonomistas sino avanzando en dirección contraria.
Puede que el Partido Socialista entre a participar en ese juego nacionalista. Los de Patxi López lo llamarán quizá «reforma del Estatuto», pero los de Bildu querrán colar ahí todo lo que intentaron y no consiguieron en las últimas negociaciones con el PSOE de Zapatero: el contenido de los acuerdos de Loyola.
El PSE, que ha gobernado esta legislatura gracias al apoyo del PP, se va a dar un gran batacazo, según los sondeos. Merecido.
Su estrategia en favor de la legalización de Bildu y de la flexibilización de la política hacia los presos etarras ha convertido a los radicales en los hombres buenos del momento. Los que, con la ayuda del PSE, traerán la paz. La legalización de Bildu y Sortu por el Tribunal Constitucional ha sido reivindicada como un éxito propio por los socialistas vascos.
Pudiera ser incluso que, antes de las elecciones, ETA hiciera una nueva declaración que diera aún más posibilidades electorales a los suyos. Eso lo intentaría capitalizar el PSOE como un logro suyo e intentaría a partir de ahí ganar votos. Pero en ningún caso el «lehendakari de la paz» volverá a gobernar.
Y luego está el PP, que se va a quedar como el único testimonio de la defensa del Estatuto de Guernica y de la unidad de España.
Ya no tendrá que combatir el terrorismo. Pero tendrá que combatir el soberanismo. Su primera esperanza segura es ganar en Álava y romper por ahí las pretensiones secesionistas. Y su segunda esperanza, ésta más dudosa, es que puedan volver a votar en su tierra quienes tuvieron que salir del País Vasco víctimas de la presión y el miedo; que se pueda recuperar el censo electoral auténtico, el que los terroristas consiguieron alterar durante décadas a base de sangre. Y no hay más.
Por debajo de la prima de riesgo y de las decisiones de la UE están pasando cosas como ésta en la vida política española.
Victoria Prego, EL MUNDO, 9/7/12