Tonia Etxarri-El Correo
No es de extrañar que el cineasta Iñaki Arteta se haya sentido querido por el premio que acaba de recibir de la Fundación Víctimas del Terrorismo entregado por el rey Felipe VI. Así lo dijo en las redes. Que se sentía querido. Y no es para menos. El ‘Premio a la defensa de los derechos humanos Adolfo Suárez 2020’ es un reconocimiento a su contribución y proximidad al colectivo de víctimas del terrorismo a través de sus documentales. Ha puesto el foco en la memoria de los perseguidos por ETA durante dos décadas a pesar de las trabas, el boicot y los silencios, y ayer vio su esfuerzo recompensado.
Porque, durante todo este tiempo, Arteta ha transitado con su cámara con muchas dificultades. Con pocos medios. Sin taquilla ni promoción. Con tantas puertas cerradas. Pero ha logrado difundir su galería de personajes incómodos que han dejado plasmados sus testimonios sobre la barbarie que ETA imprimió en la sociedad durante cinco décadas de miseria moral. Su empeño en compensar los silencios de una sociedad atemorizada y desentendida, todavía en el año 2000, le expulsó del carril de la comodidad funcionarial. Su rebeldía cinematográfica le ubicó en la alineación de los inoportunos que decidieron combatir la equidistancia para estar en paz con su conciencia. Después de ‘Sin libertad’, ‘Olvidados’, ‘Trece entre mil’, ‘El infierno vasco’ o ‘Contra la impunidad’, este año ha dejado la polémica servida con su documental ‘Bajo el silencio’ al haber dado imagen y voz a la verdadera red de telaraña que sostuvo y justificó el terrorismo desde algunos rincones de la enseñanza o la Iglesia.
No ha sido fácil. Ha perdido contratos y amigos. Porque lo suyo no es ficción, ni literatura adornada. Ni película taquillera de entretenimiento. Lo de Iñaki es el fotograma de un país en blanco y negro que sufrió los embates del terrorismo y que desmonta el mito de los dos bandos. Arteta planta cara al olvido planificado. Y por eso quienes quieren implantar la ‘tarifa plana’ del sufrimiento para justificar la existencia de ETA le han acusado de «parcial». Una condición que él reivindica. Porque en una trayectoria de violencia no cabe la equidistancia.
La izquierda abertzale está ahora viviendo un momento dulce porque la exigencia con la que se le ha venido presionando desde los partidos, para que renegara de la historia de ETA, se ha difuminado. Desde que Pedro Sánchez ha pactado con ellos, por necesidad política y voluntad de Iglesias, se ha desprendido del rigor democrático del PSOE para blanquear, junto al PNV, ERC y Podemos, al grupo de Otegi.
El manto de amnesia se seguirá extendiendo si los Arteta no lo evitan. Y a tantos jóvenes que no conocen a Miguel Ángel Blanco se les tiene que decir en los libros de Historia y el cine que no hubo ninguna justificación para que ETA matara. «Si comprender es imposible, conocer es necesario porque lo sucedido puede volver a suceder». Lo dijo Primo Levi. De la misma forma que el precio de la paz no pudo ser el olvido, el precio del poder, tampoco.