Tusk colocó a Estados Unidos al nivel de China, Rusia o el islam radical. Llamó «demagogo» al presidente norteamericano y pidió a los europeos que se levanten «para defender su dignidad».
El viernes, los líderes de los 28 Estados Miembros se reúnen en Malta para una Cumbre dedicada a la inmigración y, en menor medida, al Brexit. Las capitales están haciendo auténticos escorzos para intentar no enfangar sus relaciones con Washington en los primeros días de la nueva Administración, a pesar de los enormes esfuerzos de Trump y su equipo para provocar una pelea. Con ataques a Alemania, vaticinando el final del euro en 18 meses o alegrándose sin disimulo de la ruptura de la Unión y anticipando más salidas próximamente.
Ni la Comisión ni los Gobiernos parecen dispuestos a una escalada, pero el presidente Tusk dio ayer un paso al frente sin precedentes, pidiendo abiertamente que «tengamos el coraje de oponernos a la retórica de los demagogos», en referencia velada al presidente de Estados Unidos, y apelando a los europeos a que se pongan «de pie por nuestra dignidad, por la dignidad de una Europa unida, sin importar si estamos hablando con Rusia, China, Estados Unidos o Turquía».
El envite es tan claro que ha sorprendido a la mayoría en una Bruselas resignada a que fuera el Parlamento el que llevara la voz cantante en las protestas, cambiando incluso la agenda para discutir esta misma semana «acciones frente a las medidas del Gobierno de Trump».
En una misiva remitida a los jefes de Gobierno, Tusk asegura que «los desafíos a los que se enfrenta la Unión Europea son los más peligrosos desde la firma del Tratado de Roma», cuyo 60 aniversario se celebrará el próximo 25 de marzo. «Hoy lidiamos con tres amenazas. La primera, una externa, está relacionada con la situación geopolítica del mundo. Una China cada vez más, llamémoslo así, firme, especialmente en los mares. La agresiva política rusa hacia Ucrania y sus vecinos. Guerra, terror y anarquía en Oriente Próximo y África, con el islam radical jugando un papel principal», escribe Tusk. Y aquí, y de forma muy calculada, sube la retórica y añade «las preocupantes declaraciones de la nueva administración estadounidense». Factores, todos ellos, que hacen «que nuestro futuro sea altamente impredecible».
Tusk mide mucho sus palabras, no habla con nombres y apellidos en ningún ejemplo concreto pero deja claro lo que piensa. La inclusión del principal aliado estratégico y en temas de Defensa, el líder de la OTAN, entre las amenazas para la Unión Europea es un hecho sin precedentes.
Tusk lamenta sin tapujos que «por primera vez en nuestra historia, en un mundo cada vez más multipolar, muchos se están volviendo abiertamente antieuropeos, o euroescépticos en el mejor de los casos». Y añade, en particular, que «el cambio en Washington coloca a la UE en una situación difícil, con una nueva Administración que aparentemente pone en cuestión los últimos 70 años de política exterior estadounidense».
El desafío del presidente del Consejo es enormemente sorprendente. Según avanzan los párrafos va perdiendo la timidez. Tras semanas de sorpresa, estupor y parálisis, Bruselas mueve ficha. Las humillaciones constantes, el desprecio permanente han tocado hueso en una UE que todavía espera respuesta a la invitación cursada a Trump para conocer de primera mano el trabajo de una Unión a la que ningunea un día sí y otro también.
El discurso tiene una carga potente. Tusk, asumiendo la defensa del continente y sus valores con una contundencia desconocida, apela al «coraje, la determinación y la solidaridad política de los europeos, sin los que no sobreviviremos. Si no creemos en nosotros mismos, ¿por qué deberían hacerlo otros?», se pregunta. Y hace una llamada directa a la acción. Un recado a los ciudadanos, a sus líderes, y en concreto «a los 27», dejando ya fuera a Theresa May y Reino Unido. «Mostremos nuestro orgullo europeo. Si hacemos como que no podemos oír las palabras y no damos acuse de recibo de las decisiones contra la Unión Europea y nuestro futuro, la gente dejará de tratar a Europa como su tierra. Y lo que es igualmente peligroso, nuestros socios globales dejarán de respetarnos», una frase que sólo puede ser entendida en referencia a Washington.
«Hablando objetivamente, no hay ninguna razón por la que Europa y sus dirigentes deban amilanarse ante los poderes externos y sus gobernantes. Por lo tanto, tengamos el valor de estar orgullosos de nuestros propios logros, que han hecho de nuestro continente el mejor lugar en la Tierra. Tengamos el coraje de oponernos a la retórica de los demagogos, que afirman que la integración europea es beneficiosa sólo para las élites, que la gente común sólo ha sufrido como resultado de ella, y que los países estarían mejor por su propia cuenta en lugar de juntos».
El ex primer ministro polaco también advirtió contra «el estado de ánimo de las élites proeuropeas: La pérdida de la fe en la integración política, la sumisión a los argumentos populistas y la puesta en duda de los valores fundamentales de la democracia liberal son cada vez más visibles».