Santiago González-El Mundo
El ex primer ministro francés debe de ser hombre acostumbrado a la politessey. No tenía idea de lo zafia que podía llegar a ser la alcaldesa de Barcelona, a la que él iba a votar para que no saliera Maragall. Manuel Valls consideró que Ada Colau era una candidata deseable, un dique eficaz contra el independentismo. ¿Cómo cuánto de eficaz? No hay un baremo fiable para la medición cuantitativa, solo antecedentes y consecuentes. Entre los primeros hay que registrar la retirada de los retratos del Rey, busto y fotos, del espacio municipal; la requisa por su número dos, Gerardo Pisarello, de la bandera española, que arrebató en el balcón al concejal popularAlberto Fernández Díaz; y la prohibición de retransmitir partidos de la Selección Española.
Antes, la buena educación se suponía; si tú necesitabas la ayuda de alguien para un objetivo legítimo, la pedías por favor y luego dabas las gracias. Colau no comprende esa razón y en su discurso de alcaldesa reconoció que había podido serlo con los votos de Valls que ella no había pedido y que la incomodaban. Prometió, además, volver a colgar el lazo amarillo. No negaré la tesis de que Maragall sea aún peor, pero eso no nos debería llevar al entusiasmo de Valls por esta palurda a la que llega a aplaudir puesto de pie.
Todo se contagia, sin embargo. El gesto desdeñoso con el que Colau acepta esos votos tan incómodos es calcado al que Ciudadanos expresa hacia Vox. Necesita Rivera que el entusiasmo de Abascal por apoyar alcaldes de Cs supere el menosprecio que recibe por ello. Tampoco se sienten obligados por la buena educación. Otra particularidad es, no ya la geometría variable, sino la aritmética caprichosa, que alcanza su momento cumbre en Melilla, donde el único concejal naranja de entre 25 se convierte en el alcalde presidente. Se entiende que los concejales de Vox en Burgos se hayan plantado para no votar al tercer candidato en las preferencias de los burgaleses, con los apoyos, no solicitados e incómodos, que diría Colau, de los dos concejales de Vox. También eran terceros en Palencia, pero allí pudieron nombrar a su alcalde.
Es asunto sorprendente que muestren tal desparpajo para hacerse con el botín siendo los terceros, no solo en los casos señalados; también habían quedado terceros en Madrid, aunque trataron de madrugarle la mitad del mandato al PP, que había quedado el segundo: dos años para Almeida y otros dos para Villacís. Miguel Gutiérrez considera que 83.000 votos y cuatro concejales son un empate técnico.
Es el discreto encanto de los terceros. El adelantado fue Revilluca, tercero en unas autonómicas que supo apoyarse en las fobias del segundo (PSC) hacia el primero (PP) para hacerse con la Presidencia. Desde entonces no se ha bajado. El PP ha quedado segundo y los socialistas han asumido con buen conformar la tercera plaza. En Cantabria, Ciudadanos ha quedado el cuarto. De ahí que no se hayan atrevido a optar. Van a tener que hacer un esfuerzo más para el sorpasso, pero si no lo han conseguido en el peor momento del PP, no lo lograrán cuando amaine. Fueron más atrevidos los chicos de Euskadiko Ezkerra en 1986, cuando postulaban a Juan Mª Bandrés para lehendakari. Por distintas razones descalificaban a los cuatro primeros: PSE, PNV, Eusko Alkartasuna y Herri Batasuna. La única solución de consenso eran ellos.
Ciudadanos había ganado las autonómicas de 2017 con Inés Arrimadas encabezando la lista ganadora con 36 escaños, pero no se atrevieran a optar a la presidencia de la Generalidad. Ay, si hubieran quedado los terceros.
No es solo variable la geometría; también la sintaxis. Isabel Celaá, que nos había deleitado con sus pullas a las tres derechas, ha amnistiado sin aviso previo a Ciudadanos, al que ahora reprocha no abstenerse para que pueda ser investido Pedro Sánchez, ¿dónde se ha visto tamaño desafuero en un ejemplar partido de centro izquierda?
Sánchez es el pantocrátor de esta portada bizantina. El problema de Ciudadanos es que incluso los propios, entiéndase Francesc de Carreras, creen que Rivera debe abstenerse a favor del doctor Fraude. No parece que Sánchez tenga que hacer nada salvo dejarse votar. Esto también tiene un precedente vasco. Ibarretxe puso de vicepresidenta a una chica que había estudiado Económicas y que consideraba muy seriamente que aprobar los presupuestos era una responsabilidad fundamental de la oposición.