El primer gran dilema de Mendia

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 20/07/14

· El PSE sopesará tras las vacaciones si mantiene su entente con el PNV. Los jeltzales se temen la ruptura.

· El PNV, que apenas cedió en su día en fiscalidad, debe decidir ahora qué pone en el platillo socialista.

Idoia Mendia ha emprendido oficialmente esta semana la carrera que le convertirá en la primera secretaria general del PSE. Los militantes están llamados a las urnas el 16 de septiembre para elegir en votación directa al sustituto de Patxi López y quinto líder del partido. De momento no se vislumbran candidatos alternativos. La proclamación será en el congreso extraordinario del fin de semana del 20 y 21 del mismo mes.

La actual portavoz de la ejecutiva, que supo hace medio año que era la elegida por el aparato para tomar la makila de mando del socialismo vasco –una vez el portugalujo Mikel Torres reiteró su negativa aspirar al cargo–, va a recibir una compleja herencia. Un PSE que ha decidido mutar a buena parte de sus cuadros dirigentes para intentar hacer frente al momento políticamente más delicado de su historia.

El socialismo vasco, como el español, se juega en las próximas confrontaciones electorales –las municipales y forales de mayo, y las generales de noviembre de 2015, si Rajoy no cae en la tentación de adelantar estas últimas para pillar desarbolado a su principal adversario– mantenerse como un partido relevante o convertirse en un actor secundario. Y es que el PSE ha perdido a dos terceras partes de sus votantes en menos de un lustro. De las 318.000 papeletas que logró en las elecciones al Parlamento de Vitoria de 2009 (con Batasuna, ilegalizada) a los 105.000 de las europeas del 25 de mayo.

O lo que es lo mismo, de tener el respaldo de más de 30,7% del electorado vasco a quedarse en el 14%. Las diferencias entre territorios son mínimas. Llaman la atención dos circunstancias. Que el mayor desplome se registre en Bizkaia, la provincia que aporta el grueso de la militancia y de los dirigentes. Y que Álava presente datos igual de decepcionantes pese a ser históricamente el territorio menos proclive al nacionalismo y el único que gobernaron los socialistas entre 1987 y 1991 con el asesinado Fernando Buesa.

Garantizado que habrá cambio de caras en Euskadi, en Álava y en Bizkaia, no así en la Gipuzkoa de Arriola y Morales, queda otra incógnita por resolver. Si los relevos llegarán acompañados de cambios en las políticas, las estrategias y/o los pactos, o no.

Después de tres años largos al frente del Gobierno de Vitoria, el PSE se llevó un buen bofetón en las autonómicas de 2012. Solo 212.000 vascos (un 19%) premiaron con su voto una gestión más que aceptable del Gabinete López, en la que se deslegitimó al terrorismo en la calle. Apenas 16 escaños (de 75) y un tercer puesto por detrás del PNV (27) y de EH Bildu (21).

Los jeltzales se lanzaron a gobernar en minoría persuadidos de que una oposición tan plural (la izquierda abertzale, el PSE, el PP y UPyD) difícilmente les haría una pinza permanente. No la hubo, pero el Gobierno Urkullu empezó a acostumbrarse a recibir coscorrones parlamentarios semana tras semana. El más duro: la imposibilidad de aprobar sus primeros presupuestos.

Con el país en lo peor de la crisis, Sabin Etxea pensó en disolver la Cámara de Vitoria y convocar elecciones anticipadas en otoño de 2013 en busca de un Parlamento más favorable a sus intereses. Pero antes hizo un movimiento: ofertó a los partidos un pacto contra la crisis y por el empleo.

El PSE, con el menor peso institucional de su historia (apenas tres alcaldías y en Bizkaia), sopesó pros y contras, y finalmente firmó. Garantizaba así la estabilidad parlamentaria al Ejecutivo peneuvista en las cosas de comer, se reservaba un buen margen de libertad en asuntos como la paz o el autogobierno, y se posicionaba como socio preferente del partido de Ortuzar de cara a la negociación de lo pactos tras las elecciones locales. Un buen movimiento estratégico, pensaron López y Ares, para recuperar espacio y, sobre todo, poder.

Sin certezas

Pero llegó el 25-M, el nuevo batacazo, la confirmación del abandono de buena parte del electorado tradicional, el riesgo real de marginalidad y Podemos. De repente las certezas han desaparecido y casi todo en el socialismo vasco, como en el español, son dudas.

Del buen rollito con el PNV se ha pasado a un discurso algo más exigente en asuntos que no son la paz ni el nuevo estatus. Por ejemplo en el caso Epsilon o en el de la compra de información por parte del Gobierno Urkullu a un grupo de comunicación afín.

Mendia no es una radical. Nunca lo fue. Al contrario. Pero posiblemente tiene las mismas dudas que otros muchos cargos socialistas. ¿Ir de la mano del PNV en los asuntos de comer es el mejor camino para recuperar el voto perdido por la izquierda, frenar a IU y, sobre todo, a Podemos? ¿Aunque no fuera así es mejor seguir con los jeltzales en la esperanza de recuperar cotas de poder tras las municipales que arriesgarse en reemprender el camino en solitario?

Este es el primer gran dilema que deberá resolver Mendia con su equipo. Y deberá hacerlo tan pronto tome el mando a la vuelta de las vacaciones. Su estreno en el tradicional debate del estado de la comunidad de finales de septiembre puede ser un primer indicador de sus intenciones.

El PNV, que apenas cedió en su día en fiscalidad, debe decidir ahora qué pone en el platillo socialista (en duplicidades, LTH o Presupuestos) para persuadirles de que sigan apostando por la entente. Si no al Gobierno Urkullu se le amontonarían los problemas en el tramo final de la legislatura. Con la consolidación de la paz en vía muerta y la negociación del nuevo estatus por arrancar.

Cualificados burukides empiezan a exhibir cierto pesimismo. Su sospecha: crece la convicción en el PSE de que la ruptura puede ser un buen ‘ bálsamo reparador’ de sus males. habrá que ver si se así.

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 20/07/14