El lago de Arteixo resultó ser menos plácido de lo que parecía. Cuentan en La Coruña que Amancio Ortega suele invitar a comer algunos viernes a un grupo de amigos en uno de los mejores hoteles de la ciudad. Es «la comida de los huevos», como con cierta sorna la califican los influyentes aliados del gran capo, gente toda muy principal de la capital gallega, porque el plato fuerte consta precisamente de eso: de huevos fritos. Y dicen que hace ya tiempo que Amancio no se cortaba a la hora de manifestar ante sus invitados, a veces con gesto airado y manotazo en mesa, las diferencias que le separaban de Pablo Isla, su presidente ejecutivo, «me va a dejar esto hecho unos zorros», unas discrepancias centradas en la política de expansión física del imperio textil, con la apertura de tiendas hasta en el último rincón del mundo, y la apuesta ya decidida del patrón por la venta online, «porque este mundo ya es digital», y en la necesidad de empezar a cerrar establecimientos comprados a precio de oro en las esquinas más caras del planeta. La estrategia digital de Amancio, frente a la expansión física de Isla. La aparición de la Covid-19 y su estresante presión sobre los resultados del grupo terminarían por inclinar la balanza en favor del desarrollo digital y la venta online.
La cuerda se partió por la parte más débil con el despido de Isla, seguramente el ejecutivo con mejor pedigrí del panorama empresarial español, pero al fin y al cabo un empleado, el mejor pagado de España, cierto, pero solo un empleado. La «familia» impuso su ley cuando lo juzgó oportuno. Una decisión legítima, pero arriesgada. En el mercado hay quien sostiene que estamos ante «el primer gran error de un genio», y no por la salida de Isla en sí, del todo punto previsible porque es obvio que Marta Ortega estaba llamada a tomar las riendas más pronto que tarde, sino por las formas, porque en el mundo cuasi perfecto que rodea a Ortega, en el estanque dorado de Arteixo, el mercado esperaba una sucesión controlada, ejecutada con mimo y en los plazos correspondientes. Lo ocurrido, sin embargo, ha sido lo más parecido a un terremoto, y los terremotos suelen dejar destrucción a su paso. La voz de alarma la dio un pequeño digital gallego en la tarde del lunes, alertando del inmediato relevo del consejero delegado, Carlos Crespo. Los servicios de comunicación de la sociedad, tan eficaces controlando la información como vendiendo trapos, desmintieron la especie (lograron incluso levantar una noticia de la web de La Voz de Galicia la misma tarde), pero ni ellos ni el gran patrón pudieron seguir ocultando la realidad. El rumor ya andaba suelto y corría ladera abajo como un turbión. De modo que a primera hora del martes, el grupo se vio obligado a enviar un comunicado a la CNMV anunciando la revolución.
El mercado esperaba una sucesión controlada, ejecutada con mimo y en los plazos correspondientes. Lo ocurrido, sin embargo, ha sido lo más parecido a un terremoto, y los terremotos suelen dejar destrucción a su paso
Salía a la luz la guerra larvada que desde hace tiempo ha enfrentado a dos bloques que llevan años conviviendo en la alta dirección del grupo textil, convivencia que la tensión provocada por el surgimiento de la pandemia ha terminado por hacer explotar. Quien mejor lo ha explicado ha sido el periodista Julián Rodríguez Moscoso, de Economía Digital Galicia. Por un lado, el grupo comandado por la segunda mujer de Ortega, Flora Pérez Marcote, y sus dos hermanos, Jorge y Óscar Pérez Marcote, ambos con puestos de responsabilidad en la firma, bloque al que hay que añadir al hombre más influyente acerca de Amancio, su mano derecha, José Arnau, inspector de Hacienda en excedencia, vicepresidente de Inditex, artífice de Pontegadea y primer valedor de los intereses de la familia en el grupo textil. Arnau y Flora Pérez comparten despachos en la sede del Cantón Grande, en el centro de La Coruña. Allí están los cuarteles generales de Pontegadea y de la Fundación Amancio Ortega, verdadero puente de mando de Inditex. El segundo bloque es el comandado por el propio Isla, consejero delegado desde 2005 y presidente ejecutivo desde 2019, del que forma parte el hasta ahora consejero delegado, el citado Crespo. Sobre ambos bloques ha sobrevolado la presencia de un Amancio convertido en la única e incontestable fuente de autoridad en Inditex. La estrecha amistad entre el patrón e Isla, la total confianza del «amo» con su primer ejecutivo, ha resultado parte fundamental en el éxito del grupo. Cuándo comenzó a agrietarse esa relación es algo que, por el momento, se desconoce.
Dos bloques. Dos culturas. «Por un lado, la que mima el producto y cree firmemente en las colecciones, clave del negocio», en palabras de Rodríguez Moscoso. «De otro, la de los márgenes, determinante en la rentabilidad. En un lado, las cadenas y sus directores; en el otro, la intendencia corporativa del presidente, siempre pendiente de la cotización en bolsa». El choque de trenes se produjo en torno al relevo del consejero delegado, hombre de confianza de Isla, cuyo nombramiento a comienzos de 2019 nunca convenció a Amancio y que desde el principio contó con la animadversión del clan de los Pérez Marcote, la familia política de patrón. Isla no acepta ese relevo y amenaza con irse él también si su hombre es sacrificado. La suerte de unos y otros se decide el lunes por la tarde en ocho dramáticas horas de reunión en Arteixo, a la que asisten, entre otros, los tres pesos pesados del grupo, Ortega, Isla y Arnau. La familia, en la plena extensión de la palabra, acepta el envite y decide aprovechar la ocasión para llevar a cabo el relevo en la cúspide. En esa reunión las partes acuerdan que Crespo continúe en la compañía, porque la salida al unísono del presidente ejecutivo y del consejero delegado hubiera supuesto un escándalo de dimensiones internacionales, con un daño para la acción que hubiera dejado los 5.200 millones perdidos el martes en una minucia. Crespo se queda pero vuelve a su anterior empleo, definitivamente degradado, una situación muy poco airosa que cabe suponer adecuadamente recompensada.
Isla tiene que irse, víctima del todopoderoso Arnau. Un cambio mal hecho, que provoca una gran conmoción en el mercado. ¿Cómo es que de la noche a la mañana se va el presidente ejecutivo, el hombre que ha convertido Inditex en la primera multinacional española, responsable de haber multiplicado por siete veces su Ebitda, con una capitalización que ha llegado a superar el listón de los 100.000 millones? ¿Cómo ha podido cometer tal error un tipo como Amancio, un genio capaz de construir un imperio sin haber llamado jamás a las puertas del Madrid político ni haber pisado sus alfombras? «En el fondo del caso late el quebranto de las reglas del buen gobierno corporativo», asegura un importante empresario madrileño, «la violación de las formas y procedimientos de buen gobierno en una empresa cotizada, una cuestión no baladí. Cuando alguien toma una decisión tan importante, lo primero que tiene que hacer es convocar a los consejeros independientes y ponerlos al corriente de la situación; luego hay que reunir a la Comisión de Nombramientos y justificar por qué quieres hacer ese cambio; a continuación hay que iniciar una búsqueda interna y/o externa, después presentar al candidato al Consejo de Administración… En fin, toda una serie de normas que aquí parecen haberse ignorado. Nada se ha dicho al mercado de que la hija sea la candidata idónea desde el punto de vista técnico para ocupar el puesto y eso, en una empresa cotizada, parece una muy censurable falta de respeto al mercado».
En la sede de la Fundación Amancio Ortega, en La Coruña, han causado cierto cabreo algunas de las manifestaciones realizadas estos últimos días por Isla en cenáculos muy restringidos que, al parecer, dejarían en mal lugar a la heredera, Marta Ortega, una mujer que no es una recién llegada, que lleva 15 años trabajando en la casa, que ha mamado el negocio casi desde la cuna y que, en opinión de no pocos expertos, se ha hecho merecedora a un cierto margen de confianza. «Esa familia ha puesto mucha carne en el asador con este movimiento, ha arriesgado mucho y está en su derecho de hacer ese cambio como propietaria del 59% del capital del grupo». Menos explicación tiene el nombramiento de un consejero delegado como Óscar García Maceiras, un abogado del Estado sin experiencia de gestión, amigo íntimo de Marta, protegido de Arnau y llegado al grupo apenas en marzo de este año, cuyo desempeño en el cargo el mercado va a seguir con lupa. «Es como poner a José Luis Chitín del Valle al frente de ACS, o a Martínez Simancas al frente de Iberdrola». De alguna forma se repite lo ocurrido en El Corte Inglés con el despido del consejero delegado y expresidente, Nuño de la Rosa, por parte de Marta Álvarez, propietaria del 14% del capital del holding junto a su hermana Cristina. Soy la heredera del negocio y pongo a su frente a quien me da la gana.
Las experiencias en los relevos ocurridos en la cúpula de las empresas familiares españolas no abonan al optimismo. Ojalá acierte Isla cuando afirma que «Inditex es una empresa mucho más de equipos que de individualidades»
Interrogantes también en torno al argentino Carlos Torretta, marido de Marta Ortega, y su posible influencia en las decisiones futuras del grupo. Su presencia en la rueda de prensa de presentación de Marta no ha pasado desapercibida para el mercado. Mucho más recelo aun crea el desempeño en la alta dirección de la familia política del fundador, los hermanos Pérez Marcote, con la propia Flora Pérez Marcote al frente, un trio con capacidad para ejercer una enorme influencia sobre el fundador, de 85 años. Quienes sueñan con el Inditex de siempre, esa máquina de crecer y dar beneficios, siguen confiando en el inagotable carisma de Amancio y en su tantas veces demostrado instinto. «Ortega ha creado un ecosistema de negocio virtuoso cuyo funcionamiento está por encima de las personas», asegura un banquero español. «Las mismas objeciones surgieron cuando el relevo de José María Castellano; también entonces se dijo que el negocio se iba a resentir. En aquel momento, año 2005, Amancio me llamó a La Coruña y me ofreció el puesto con esa manera tan gallega que tiene él de hacer las cosas. Pero a mí me dio vértigo abandonar mi posición, de mucho relumbrón entonces, para coger el timón de una empresa que estaba creciendo al 20% anual. Intentó animarme: ‘Si aquí hace falta alguien que lidere los equipos y tenga sentido común, simplemente eso’, me dijo. ‘Hace 20 años era yo el que viajaba por todo el mundo; llegaba a una ciudad, cogía un taxi y me iba a recorrer el centro para localizar la mejor esquina en la que abrir la próxima tienda de Zara. Ahora esto ya funciona solo’. Yo creo que funciona porque Amancio ha creado una cultura que hace que todo funcione».
Muchos interrogantes de futuro se abren en torno a un grupo que ha funcionado como la seda en las últimas décadas. Un grupo en el que parecía reinar una paz que, en parte, se ha demostrado falsa a la luz de lo ocurrido esta semana. España no está sobrada de grandes empresas y mucho menos de multinacionales con el prestigio y la potencia de marca de Inditex. De grandes empresas tan rentables como Inditex. «La familia» toma el protagonismo, en detrimento de la profesionalización en la gestión que había sido el santo y seña de Amancio. Y las experiencias habidas en los relevos ocurridos en la cúpula de las empresas familiares españolas no abonan al optimismo. Ojalá acierte Isla cuando afirma que «Inditex es una empresa mucho más de equipos que de individualidades», por lo que su éxito futuro estaría asegurado. Un Isla sobre cuyo destino fuera el gigante textil se hacen hoy todo tipo de cábalas. El presidente ejecutivo de Inditex hasta el próximo 31 de marzo es uno de los mejores consejeros del rey Felipe VI, con quien suele reunirse en privado varias veces al mes. Tal vez ahí esté escrito en el viento el destino de un hombre dispuesto a poner su buen hacer al servicio de España y sus instituciones.