Pedro Chacón-El Correo
AAitor Esteban le salió del alma este jueves pasado, con ese resentimiento que solo puede proceder de quien ha perdido el monopolio disfrutado durante tantos años de la representación de ‘lo vasco’ ante el Estado: «El principio de autoridad debe mantenerse porque es fundamental para el orden público». EH Bildu, por boca de uno de sus seis diputados, un trajeado para la ocasión Jon Iñarritu -el mayor blanqueador moral que la izquierda abertzale podía haber soñado tener, nacido justo al año siguiente de ser aprobada la Constitución de 1978-, acababa de anunciar el acuerdo con el Gobierno para modificar la Ley de Seguridad aprobada por el PP en 2015, la llamada ‘ley mordaza’.
El portavoz jeltzale se alarmaba de que las fuerzas de seguridad queden desprotegidas con la nueva ley, pero al relacionar autoridad y orden estaba sosteniendo un principio irrenunciable de la derecha, todo lo contrario que la voluntad de subvertirlo, que desde siempre se asocia con la izquierda.
Por eso no deja de ser un alarde supremo de incoherencia, uno más de los que salen del Congreso de los Diputados últimamente, que Aitor Esteban invoque el principio de autoridad para las fuerzas del orden, mientras sostiene con su apoyo a un presidente del Gobierno que no hace otra cosa que laminar la autoridad del Estado en beneficio de quienes quieren desmontarlo, como el propio partido que representa Aitor Esteban. No sé si cabrá mayor ejemplo de contradicción, al invocar el principio de autoridad, que este del portavoz del PNV en Madrid.
No obstante, en la frase de marras se descubrió la raíz profunda que el nacionalismo vasco tiene en un suelo de tradición, autoridad y orden, como lo demostró en su alianza con todas las derechas vascas en 1931, para hacer frente a los peligros que podía traer la Segunda República. Y como se vio en el momento constituyente de 1978, cuando hubo que defender los derechos históricos, que es tanto como decir los Conciertos Económicos y la singularidad foral. Mientras personajes como Agirre, Garaikoetxea e Ibarretxe han hecho todo lo posible por desvincular al nacionalismo vasco de ese origen, debemos a secundarios como Mitxel Unzueta, José María Makua o Emilio Guevara que un PNV todopoderoso no acabara desfigurando por completo la historia vasca. Gracias a ellos, la Disposición Adicional primera de la Constitución y la Ley de Territorios Históricos anclaron al País Vasco actual en su propia tradición foral y provincial.
El principio de autoridad es un fundamento básico para cualquier sociedad bien gobernada, en la que un orden eficaz y legítimo debe ser defendido. Pero que un partido como el PNV, en la coyuntura actual y apoyando a quien apoya, se acuerde ahora de él no deja de ser uno de los mayores sarcasmos que nos quedaba por oír. Se ve que a ellos también les aprieta la necesidad, como a Sánchez.