Armando Zerolo-ElEspañol
  • No estamos preparados para un mundo sin Sánchez. ¡Qué amarga puede resultar la victoria para el que redujo la política a la épica antisanchista!

Lo peor que le puede pasar a Feijóo es que Sánchez dimita. Lo peor que le puede pasar a Vox es que Sánchez siga. Lo peor que le puede pasar a Sánchez es quedarse.

Y a España, ¿qué le viene mejor?

Yo lo tengo claro: que se acabe el sanchismo. Pero que a cambio llegue algo que apueste por la convivencia y el crecimiento. No es mucho pedir.

Lo que sucede es que si Sánchez se va, Feijóo tiene un problema. Muerto el perro se acabó la rabia. Y la rabia, lo cantaba Reincidentes, el grupo punk noventero, es el motor del cambio cuando nada quiere cambiar, cuando el deseo de que todo estalle es superior al agradecimiento por una realidad satisfactoriamente imperfecta.

«Rabia es querer romper el tedio que te mima
Y que duerme los impulsos de tu corazón
Si tú crees que esto ya tiene que estallar
Ya va haciendo falta rabia»

La realidad política se ha vuelto punk, y por eso hay que volver a las fuentes punk. Hay que comprender el deseo de que todo estalle porque no soportamos nada. Y hay que comprenderlo para neutralizarlo, o acabaremos en manos del odio.

El Partido Popular tiene que entender que el odio a Sánchez es superior a la esperanza en un proyecto de regeneración.

Por eso, la marcha de Sánchez no es la panacea. Porque si se va, con él morirá el antisanchismo, y detrás puede que no haya nada más.

Llevamos años como los The Clash, luchando contra la ley para que la ley gane, y no sabremos qué hacer si finalmente ganamos. No estamos preparados para afrontar este hecho: con Sánchez morirá el antisanchismo.

Los punks sabían que nunca ganarían, y por eso luchaban. El sistema, como a Manolo Cabezabolo, les perseguía, y por eso corrían. Se movían porque perdían, porque luchaban por la derrota, con enorme pereza por la victoria. Porque la victoria es burguesa, conservadora y moderada.

Si Sánchez se va, se irá con él el agua sucia por el desagüe. Y, con ella, todos los productos químicos que le echamos para depurarla.

El sanchismo ha sido el cheque en blanco para la oposición que se ha podido permitir no proponer otra cosa que la bañera higiénica y vacía.

Pero al cuarto de baño que es la política hemos venido a bañarnos, y no estamos preparados para un mundo sin Sánchez. ¡Qué amarga puede resultar la victoria para el que redujo la política a la épica antisanchista!

Después de este fin de semana, Godot puede encontrarse con que nadie le espera. Que su mundo punk despertaba los impulsos del corazón con la rabia, pero en verdad nadie esperaba nada.

Si Sánchez no fuese Sánchez, si no estuviese enfermo de egolatría, y no fuese a caer sobre él la espada de la Justicia, si pensase en su país y en su partido, daría un paso atrás, y mataría de un golpe certero a todo el antisanchismo.

¿Se imaginan que la reunión del comité federal del PSOE de este sábado concluyese con el anuncio de que Salvador Illa o Adriana Lastra, o quien sea, será el sustituto de Pedro?

De un plumazo se derrumbaría el castillo de naipes que se ha construido contra Pedro Sánchez y, sospecho, el Congreso del Partido Popular se desharía como un azucarillo.

Porque me da la sensación de que en el Partido Popular se pueden confundir dos corrientes de ilusión que no tienen nada que ver: la que desea que el sanchismo se hunda, y la que espera con ilusión las políticas demoliberales de los populares.

Pero como Sánchez es Sánchez, no creo que pase nada de esto. Lo más probable es que Sánchez se aferre al poder y que decida salvarse él a costa de hundir al partido. Nosotros sólo necesitamos saber que, cuando caiga, con él también caerá el antisanchismo, y que esto sucederá más pronto que tarde.

Del antisanchismo después de Sánchez, por ser precisos, aún puede sobrevivir algo, la rabia. La rabia que quiere romper el tedio que te mima, la rabia a nuestro alrededor, la rabia contra el sistema, la rabia contra la normalidad, esa sí sobreviviría.

Porque no se alimentaba sólo del antisanchismo, sino de un odio de más recorrido que alimenta un sentimiento antioccidental, iliberal, e irracional, que une en una batalla desigual a soldados tan dispares como TrumpOrbánBukele o Abascal.

Después de Sánchez no habrá antisanchismo, porque la reacción muere con la acción. En el Congreso del PP deben saber que no se dirigen sólo a un público que espera a Godot, sino también a una masa punk que no espera nada de nada.

No todo el mundo espera una alternativa de país, ni una segunda Transición. Es posible que después de Sánchez no quede más que la rabia como fuente de inspiración.