El problema es Pedro Sánchez

ABC 03/05/16
EDURNE URIARTE

· Se puede ser sectario y torpe al mismo tiempo, y Pedro Sánchez lo es

PROVENGO ideológicamente de la izquierda. No sólo eso, fui militante del Partido Socialista hace algunos años. Lo dejé, cuando comprobé mi incompatibilidad con la militancia en cualquier partido, y, pero también, cuando constaté los grandes problemas del socialismo para superar algunas herencias del antifranquismo. Esa experiencia y mi formación intelectual me llevaron al convencimiento en algunas ideas que definen hoy a la derecha. Ideas sobre las que discuto apasionadamente con mis colegas y amigos de izquierdas, pero que no me separan radicalmente de ellos. Ni en lo vital ni en lo ideológico. Ni cuando votantes del PP y del PSOE colaboramos de forma entusiasta en aquella gran movilización democrática que fue la resistencia antiterrorista en el País Vasco, en el Foro de Ermua y en Basta Ya. Ni ahora que creo aún con más convencimiento si cabe en la superioridad intelectual y política de las ideas de la derecha.

Por eso me sorprende pero también escandaliza la persistencia de ese sector que impide la plena modernización del socialismo español. Y que representa Pedro Sánchez con su intolerancia al PP y a la derecha. Lo ha dejado de manifiesto en las negociaciones para la investidura. Y, si quedaba alguna duda, lo ha vuelto a ratificar de cara a las elecciones del 26 de junio. Veto absoluto al PP, y sea cual sea su líder. Según contaban ayer Anabel Díez y José Marcos en «El País», Pedro Sánchez dijo en la parte final del Comité Federal del sábado que «nosotros no vamos a pactar con el PP. Nosotros somos un partido con un proyecto distinto; ser socialista es una forma de vivir y entender la vida radicalmente distinta a la que representa el PP». Toda una declaración de sectarismo que debería hacer pensar, entre otros, a los líderes de Ciudadanos que tanto empeño han puesto en hacerle presidente.

Ni siquiera merece la pena cuestionarle a Sánchez eso de la radical diferencia de formas de vida y de entender la vida, tal es la evidencia en sentido contrario, aunque quizá podríamos divertirnos con una comparación entre los estilos de vida de líderes del PSOE y del PP, por ejemplo. Lo que hay en ese planteamiento es una apuesta por el socialismo más intolerante y radicalizado. El que prefiere el acuerdo con la extrema izquierda antes que con la derecha democrática. El que encuentra formas comunes de entender la vida en quienes apoyan el chavismo y el castrismo, simpatizan con Otegi y los suyos y defienden las movilizaciones violentas contra las instituciones democráticas.

¿Representa Pedro Sánchez a la mayoría del socialismo? Si fuera así, tendríamos que concluir que el socialismo español es el más radical de Europa, el menos modernizado, el más anclado en el pasado. Pero lo cierto es que este líder llevó al socialismo a su peor resultado histórico, que muchos votantes socialistas no le siguieron, y también que hoy es cuestionado por la mayor parte de los barones socialistas.

Una repetición del resultado electoral del 20 de diciembre no dará lugar a un Gobierno de coalición entre PP y PSOE, pero sí a una despedida de Pedro Sánchez y a una renovación del liderazgo socialista que pactará la investidura del ganador e impedirá un Gobierno de la extrema izquierda. Por un ejercicio de respeto democrático que está en las esencias de la socialdemocracia. Y por mero pragmatismo, el que tendrá que destejer esa torpeza con la que Sánchez y los suyos han alimentado el crecimiento y el protagonismo de la extrema izquierda. Porque se puede ser sectario y torpe al mismo tiempo, y Sánchez lo es.