Editorial-El Correo

  • El auge ultra aflorado en las elecciones en Rumanía, Inglaterra y Alemania obliga a girarse hacia Canadá y Australia, frenos del trumpismo

Lo peor de Donald Trump se ha infiltrado en el corazón de Europa. Fue una desfachatez que buscara influir en las elecciones en Inglaterra y Alemania, después de la campaña de Elon Musk y el vicepresidente de Estados Unidos en contra del laborismo británico y a favor de la extrema derecha alemana. Y es indudable su efecto en los comicios de Rumanía, donde el triunfante candidato ultraderechista en la primera vuelta se declara seguidor del Trump más ‘MAGA’. El auge del extremismo se ha convertido en un problema europeo porque otros países en riesgo de contagio como Canadá y Australia han puesto pie en pared para frenar en las urnas el avance trumpista.

Los gestos antisistema del rumano George Simion podrían haberse limitado a la versión estrambótica del magnate, si no fuera porque Rumanía es el socio de la UE que más frontera comparte con Ucrania. Respaldado por el vencedor de las elecciones anuladas por una eventual injerencia rusa, Simion agravará la inestabilidad si confirma su victoria el 18 de mayo por su reconocida oposición a la ayuda militar a Kiev.

El populismo de derechas ha provocado un serio destrozo tras el arreón de Nigel Farage en las municipales inglesas. El desplome de los conservadores y el tirón de orejas a los laboristas del primer ministro amenaza el tradicional bipartidismo. La puya de Reform UK en la política británica azuza el descontento social en un momento en el que Keir Starmer se acercaba a la Unión Europea, cinco años después del Brexit. Sería un varapalo para la Europa fuerte que debe plantar cara a los desafíos de Trump que el ímpetu populista encogiera la apertura iniciada. La UE y Reino Unido se necesitan para estrechar lazos económicos y detener el empuje de la ultraderecha.

Ochenta años después de la liberación de Mauthausen, se abre la posibilidad de ilegalizar a Alternativa para Alemania por «menospreciar la dignidad humana» en su nazismo larvado. Una opción que podría reavivar su victimismo cuando es segunda fuerza. Los ultras ya estaban en Europa antes de Trump, como Le Pen en Francia y Orbán en Hungría. Pero el ‘factor Trump’ también puede ser un lastre, como ha ocurrido para sus afines en Canadá y Australia. Sus primeros ministros se han reforzado en las urnas frente a un presidente de EE UU capaz de desatar una guerra comercial, seguir el juego de quienes le disfrazan de papa en puertas del cónclave y vacilar con el respeto debido a la Constitución de su país.