LUIS VENTOSO, ABC 11/01/14
· Así le llaman a pastelear con quienes te asesinaban hasta anteayer.
Mucha gente de apariencia razonable musita que el tema les da «pereza», que ya pasó. Ha sido una llaga abierta durante décadas y creen que se está cerrando, que pronto habitará en el olvido. Por eso se saltarán este artículo nada más ver que va de ETA. Pero si se olvida el genocidio de los mil muertos, como de hecho se está haciendo, si se imposta que víctimas y verdugos fueron iguales, se estará creando un país sin conciencia ni memoria.
De ahí la obligación de continuar escribiendo contra ETA, aunque aburra, como hay que seguir recordando la podredumbre del «apartheid», los holocaustos de Hitler, Stalin y Pol Pot, el terror integrista de Al Qaida o las salvajadas coloniales de las potencias europeas. La desmemoria es cómoda: ya no nos matan, pelillos a la mar, vámonos de potes. Pero lleva a componendas tan repulsivas como pastelear con quienes te asesinaban hasta anteayer.
La deslealtad con los muertos, la renuncia a lo que defendiste a precio de sangre, se enmascara ahora tras un eufemismo: «el proceso». Ahí se hace masticable la grave enfermedad moral del País Vasco, tal vez ya incurable.
Hagamos un esfuerzo de empatía. Imagine que hace solo seis años le ocurre a su familia lo que voy a relatar. Su padre sale de casa a la una de la tarde para ir a trabajar. Se sube al coche. Un hombre fornido se acerca al vehículo, saca una pistola y comienza a disparar a bocajarro. Su padre recibe cinco tiros: uno en la cabeza, otro en el cuello, dos en el abdomen y uno en un brazo. Alertado por las detonaciones, usted baja corriendo a la calle y lo ve agonizar, desangrándose. ¿Le parecería bien que seis años después de ese crimen los compañeros y simpatizantes del asesino estén participando en la vida política? Me temo que no.
Isaías Carrasco, socialista vasco, fue asesinado del modo que acabo de contar el 7 de marzo de 2008. No hablamos del pleistoceno. Sus compañeros del PSE lloraron desconsolados, condenaron con palabras solemnes al pistolero y sus partidarios, portaron el féretro, prometieron no olvidar. Uno de los que llevaba el ataúd era Patxi López. Anteayer, el PSE de San Sebastián reprobó una redada contra ETA, porque obstaculiza «el proceso». ¿Qué es entonces el proceso? Pues considerar que Isaías y el criminal que lo mató eran equiparables, que tienen idéntico derecho a sentarse en las instituciones, que el sacrificio del concejal fue una anécdota traumática, que debe ser olvidada en nombre de un bien superior: la paz. ¿Existe la paz sin justicia? ¿Sintieron ayer una gran paz la viuda y los tres críos de Carrasco al ver cómo el PSOE, por el que se dejó la vida Isaías, defendía a los etarras ante el estruendoso silencio de Rubalcaba?
Brutal también, pero nada sorprendente, es que el PNV vuelva a ir de la mano con los etarras para desafiar a la justicia. Siempre han sido un matrimonio de conveniencia, más o menos vergonzante. Con corbata de Hermès o con pendiente y camiseta, buscan lo mismo: la independencia. A rebufo de Mas vuelven a lo habitual: humillar y amedrentar a los vascos que no piensan como ellos e intentar partir España. Qué burla tan despiadada la del presidente del PNV invocando ayer «los derechos humanos» para defender a los verdugos de la mitad de su propio pueblo.