EL CONFIDENCIAL 04/03/15
JOAN TAPIA
· La encuesta que ‘El Periódico de Cataluña’ publica hoy predice un gran descenso de CiU que baja de 50 a 32 escaños. Además, la suma de la coalición de Mas y ERC queda lejos de la mayoría absoluta
La primera fue la sentencia definitiva del Tribunal Constitucional (TC) declarando inconstitucionales algunos artículos de la ley catalana de consultas no referendarias en la que se basó para convocar la consulta del 9-N sobre la independencia de Cataluña. La segunda, la decisión del Consell de Garanties Estatutàries, en la que dictamina contra cinco de las famosas “estructuras de Estado” que un pacto con ERC quería hacer efectivas antes de las elecciones adelantadas del 27-S.
Para el público nacionalista, la decisión del TC no es en principio grave porque el “derecho a decidir” tiene mucho apoyo ciudadano y el TC quedó bastante deslegitimado en Cataluña tras las graves desavenencias y maniobras que precedieron a la sentencia sobre el Estatut del 2006 que llegó en el 2010, con nada menos que cuatro años de retraso respecto a la aprobación en referéndum de aquel texto.
Pero ahora las cosas son diferentes. Primero porque estamos ante un nuevo TC en el que hay dos juristas catalanes de prestigio, Juan Antonio Xiol y Encarna Roca, esta última propuesta conjuntamente por CiU y PSC. Segundo, porque todas las decisiones sobre Cataluña han sido tomadas ahora por unanimidad. El público nacionalista quizás siga comprando acríticamente que el TC es, consustancialmente, contrario a Cataluña pero la realidad se aleja ya demasiado de esta grosera simplificación y cualquier recurso ante Europa contra esta decisión, como dice querer hacer la Generalitat –presentándola como un ataque a los derechos democráticos–, está condenada no sólo al fracaso, sino al ridículo.
En el fondo, como dijo ya desde el primer momento Miquel Iceta, primer secretario del PSC, es de una gran incoherencia hacer una ley de consultas no referendarias –para obviar el precepto de que sólo el Estado puede plantear referendos– y luego basándose en ella convocar una consulta sobre la independencia de Cataluña que es un referéndum como la copa de un pino. En el ambiente encendido de finales del pasado año –el tricentenario de 1714–, muchas cosas podían pasar. Ahora, en un momento de mayor frialdad ambiental, las cosas se ven con más perspectiva.
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Con todo, lo más grave políticamente para el independentismo no fue la sentencia del TC, sino la decisión del Consell de Garanties Estatutàries (CGE) –una especie de TC catalán y, por tanto, el embrión de una auténtica estructura de Estado– de juzgar inconstitucionales algunos artículos de la ley de acompañamiento a los Presupuestos del 2015 que permitían crear cinco estructuras de Estado –la más importante, una Hacienda propia con una ley tributaria catalana– antes de las elecciones del 27-S.
Este dictamen es especialmente grave para Artur Mas porque aquí no se puede acusar de nada a Madrid. Los nueve miembros del CGE son escogidos por el Parlamento catalán, los juristas propuestos por CiU y ERC son mayoría, y el ponente de la decisión ha sido Joan Ridao, que en la época del tripartito fue portavoz en Madrid y secretario general de ERC y que ahora –retirado de la política– es miembro del CGE, además de ser un muy respetado constitucionalista.
Para más inri, la decisión no se ha tomado por una mayoría accidental, sino por unanimidad. Resulta evidente que, con la excusa de querer ir rápido hacia la independencia, la mayoría CiU-ERC está forzando las cosas e intentando auténticas cacicadas del peor estilo. Y la opinión catalana no puede tragar que el CGE, elegido por el Parlamento catalán, sea un instrumento obediente al Gobierno de Madrid. Ni el independentista más fiero puede comprar este discurso. La única explicación es que estamos ante un Govern que hace del agit prop independentista su primera prioridad.
Esta semana no parece que vaya a ser mejor para Artur Mas. El desfile de la familia Pujol (el matrimonio y los hijos), que continuó este lunes, está permitiendo visualizar una familia que convirtió la Generalitat en algo similar a lo que un destacado editor catalán definía –siempre en privado– como “la masia” particular, una gran casa de campo de dominio privado. Y esto, junto a la constante pelea interna entre CDC y UDC –los amigos de Mas y Duran i Lleida– dentro de la coalición CiU, y de CiU y ERC en el campo del soberanismo está generando una frialdad creciente –aunque quizás provisional– del mundo catalanista respecto al “proceso”. Los independentistas más comprometidos tienden a la posición de descanso y los catalanistas no independentistas (Duran i Lleida, la ICV de Joan Herrera y el PSC) están cada día en una actitud más crítica y desacomplejada. El último ataque de Duran a Diplocat, la plataforma creada por la Generalitat para predicar la independencia en el mundo, es un claro ejemplo.
Y las encuestas acusan esta hora valle del proceso independentista y la pérdida de fuerza de CiU y ERC. La encuesta que publica hoy El Periódico de Cataluña es una nueva e importante prueba. CiU sigue siendo el primer partido, pero de celebrarse hoy las elecciones perdería unos 18 diputados y se quedaría en 31-32 frente a los 50 actuales. Y la ERC de Junqueras, con 27-28 diputados, ganaría algo de terreno respecto a las elecciones de 2012, pero pierde mucho impulso frente a encuestas anteriores.
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De esta forma la suma de CiU y ERC (en el supuesto de que no hubiera “espantada” de Duran i Lleida, que ya es mucho suponer) se quedaría en un máximo de 60 diputados, a ocho de la mayoría absoluta y con dos menos de los que CiU (sola) obtuvo en las elecciones del 2010. No hay duda, pues, de que desde el punto de vista de CDC la gestión de Artur Mas ha sido un fracaso porque ha conducido (o no ha sabido evitar) un fuerte desplome. CiU habría perdido en menos de cinco años la mitad de sus diputados al pasar de 62 en 2010 a 32 en la encuesta de hoy de El Periódico de Cataluña.
Es cierto que sumando los 9-10 diputados de las CUP (Candidaturas de Unidad Proletaria) de extrema izquierda habría una raspada mayoría absoluta independentista. Pero si las CUP no son solventes para gobernar, difícilmente pueden ser la palanca en una batalla contra el Estado español en las instituciones europeas. En este momento la apuesta independentista de Artur Mas parece perdedora y ello explica que algunos políticos (incluso de CDC) digan que las elecciones anticipadas del 27-S se van a posponer. Pero hoy por hoy parece imposible que las elecciones se retrasen porque Artur Mas –salvo voltereta descomunal– no está en condiciones de ser respetado el próximo 11 de setiembre si ha faltado a su palabra al mundo independentista de convocar elecciones para el 27-S.
El mapa político que se desprende de la encuesta de El Periódico es de un gran fragmentación y volatilidad. Primero, porque no hay mayoría alternativa posible. Pese a todo, el independentismo (con las CUP) suma 69-70 diputados (dos menos que ahora CiU y ERC). Demasiado pocos para ir hacia la independencia pero suficientes para imposibilitar cualquier alternativa. Segundo, porque la otra mitad del arco parlamentario queda muy fragmentada, volátil y dividida. Las fuerzas que crecen son Ciudadanos con un resultado extraordinario de 23-24 diputados (18 en la encuesta anterior) y Podemos con 10-11 escaños (también 18 en la anterior), mientras que el PSC y el PP quedan en 11 y 13 diputados frente a los 20 y 19 actuales. Parece imposible que las fuerzas no independentistas sean capaces –porque no tienen mayoría parlamentaria ni ninguna coherencia– de formar un gobierno alternativo.
Y la fragmentación catalana puede ser un factor de perturbación si en las elecciones españolas de finales de año ningún partido saca una mayoría suficiente. Es la gran crítica que los catalanistas no independentistas (Duran i Lleida, Miquel Iceta y Joan Herrra) hacen a Rajoy. Tenía que haber aprovechado esta legislatura para restablecer un consenso con Cataluña –que fue un factor de estabilidad con los gobiernos de Adolfo Suárez, Felipe González y Aznar– antes de que a España llegara la ola de inestabilidad que la mayor crisis económica desde 1929 ha generado en muchos países europeos.
Claro que en ambientes de la capital se consuelan pensando que una Cataluña dividida y desorientada no es lo peor que puede pasar. Ojo porque el cinismo político no siempre da buenos dividendos y una Cataluña desgobernada y frustrada –que puede ser la consecuencia del largo choque Rajoy-Mas– no sería el mejor de los mundos. Para los que vivimos en Cataluña, por supuesto, pero también para España, que para salir de la crisis precisa que sus motores económicos no estén averiados.