No quieren la paz. Son malos. Y, si son buenos, peor: están siendo utilizados por el PP. Hay cierta tendencia a tratar a las víctimas del terrorismo como incapaces de pensar por sí mismas. Ana Iribar, viuda de Gregorio Ordóñez, desea que los asesinos cumplan condena en la cárcel. ¿Quién se atreve a decirle, mirándole a los ojos, que ella no quiere la paz?
Ana, la viuda de Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA hace nada menos que once años, hoy verá la cara de quien está acusado de matar a su marido, aquel 23 de enero de 1995 cuando comía con María San Gil en el Casco Viejo de San Sebastián. Tendrá que soportar la indiferencia de ‘Txapote’ como otras familias (los Múgica, los Blanco) que ya pasaron recientemente por este calvario. Puede ser que por hablar, sencillamente, del proceso de Ana que según sus propias palabras está siendo «largo, duro y difícil», haya quienes acusen a los que se hacen eco de su sufrimiento como víctima, de manipular su dolor. Pero semejante insulto a la inteligencia de estas familias se cae por su propio peso.
En este país se siguen encajando mal las críticas al poder. Malos tiempos para la disidencia. Es cierto que existen muchos colectivos de víctimas del terrorismo que, a diferencia de otras épocas, han roto su silencio y llevan ya mucho tiempo dando la cara en la calle contra el terrorismo. Las últimas protestas, durante el mandato del presidente Zapatero, sacan a la luz el descontento por la marcha de un proceso de negociación que ellas no consideran legítimo. ¿Qué hay de malo en ello? se preguntan tantos que han decidido recurrir al requerimiento tan manido por el lehendakari Ibarretxe. La verdad es que, después de haber participado en tantas manifestaciones al final de la legislatura del gobierno del PP, dice muy poco del talante democrático de un representante socialista como José Blanco que, después de haber visto la riada de manifestantes convocados por la Asociación de Víctimas del terrorismo (la más mayoritaria, guste o no, ¿qué le vamos a hacer! pero éste es un dato que ni cuestiona Maite Pagazaurtundua) decide arremeter contra los que protestan.
No quieren la paz. Son malos. Y, si son buenos, peor: están siendo utilizados por el PP. Se está dando cierta tendencia, tan preocupante como inexacta, a tratar a las víctimas del terrorismo como si no fueran capaces de pensar por sí mismas. En tan deplorable actitud ya cayó en su día el propio Arzalluz que, al oír las primeras críticas duras, desgarradas, desnudas y lúcidas de la madre del asesinado Joseba Pagazaurtundua, se atrevió a decir que le habían escrito el discurso «a esa pobre mujer». Pero Pilar Ruiz siguió hablando, y presagiando algunos cambios de los suyos que no le iban a gustar. Y dio en la llaga.
Ahora, el entorno del presidente Zapatero tiene la misma tentación. Como la madre de los Pagaza, Ana Iribar, viuda de Gregorio Ordóñez, tiene pensamiento propio. Es una persona libre de complejos después de que la arrebataran a su ser más querido. Desea que los asesinos cumplan su condena en la cárcel. A ver quién se atreve a decirle, mirándole a los ojos, que ella no quiere la paz.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 29/11/2006