Iñaki Ezkerra-El Correo
- La legislatura que toca a su fin consagra el atrevimiento como política de Estado
Cuando antes un político mentía, se le recordaba que existían las hemerotecas. Hoy, además de las hemerotecas, existe internet. Las hemerotecas exigían un cierto esfuerzo para pillar a un representante público en un renuncio. Había que buscar las fechas, los periódicos de éstas, las páginas de esos periódicos que podían dejar a ese personaje en evidencia, pero ahora internet te lo pone en bandeja, cosa que Pedro Sánchez parece ignorar. Pedro Sánchez va de posmoderno por la vida, pero hay indicios de que es un espécimen anterior a la tecnología informática, un insólito anacronismo.
Más aún, quizá ahí resida su éxito y el de todo su Gobierno: hablan, legislan, actúan como si no hubiera un mañana ni un ayer, ni una oposición, ni unos medios de comunicación, ni una opinión pública que puedan pedirles cuentas. Y hay que reconocer que como, en efecto, esas cuentas no se les han pedido, ni con el apremio ni con la indignación ni con la eficacia que requerían, la fórmula les ha funcionado durante un tiempo. Más de lo que era previsible para nuestro escarnio. Si la ignorancia es atrevida, la legislatura que hoy toca a su fin ha sido la fáctica plasmación de ese atrevimiento, su consagración como política de Estado.
Tuvo que ser García-Page quien desde las propias filas socialistas exclamara el pasado diciembre que «no es tolerable pactar con delincuentes su propia condena». Y es que dicho pacto se hizo con luz y taquígrafos. Las referencias en internet son innumerables, pero para Sánchez no existen. Su pertinaz insistencia en que abarató penalmente el delito de malversación para homologarnos con Europa le lleva ahora a celebrar la armonización legislativa que Europa propone y que va en la contraria dirección del endurecimiento de las penas. Apelo a internet porque la apelación a la lógica es, en la España de hoy, una batalla perdida
Sánchez afirma que la UE le ha pillado con los deberes hechos. De ser el salvador de Doñana ha pasado en unos días a erigirse en el profeta de Europa. Y cita, como gran aportación al pensamiento procesal, la figura del ‘enriquecimiento ilícito’, que en este caso es un ‘tipo-penal-trampa’ realmente digno de la cosecha sanchista, porque no pretende castigar la corrupción sino atenuar la pena de sus aliados políticos y poner el foco, no en el dinero malversado, sino en las intenciones ‘desinteresadas’ de quien malversa.
Sí. Hasta que llegó Sánchez, la criminología europea estaba en pañales. Fue necesaria la pirueta que lo catapultó al poder para que hoy Bruselas se rinda, admire y haga suyo ese «trampantojo punitivo» (la expresión me la presta el jurista Roberto Blanco) que conlleva, y esconde en realidad el tipo penal atenuado para los que ‘malversan por la patria’.