EDITORIAL EL MUNDO – 14/05/16
· El pacto suscrito ayer entre el Partido Socialista de Cataluña (PSC) y la plataforma que lidera Ada Colau, Barcelona en Comú (BComú), para gobernar conjuntamente en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal refleja hasta qué punto las contradicciones en el partido que lidera Pedro Sánchez son casi insalvables. Es más, que bajo su liderazgo, el PSOE es un partido en sin rumbo donde cada agrupación territorial toma decisiones de forma autónoma aunque entren en contradicción con la línea fijada por la dirección nacional.
No habían transcurrido ni 24 horas desde que el propio Sánchez, en presencia del líder del PSC, Miquel Iceta, calificara de «izquierda extremista» a la unión de Podemos e IU, cuando Jaume Collboni, presidente del Grupo Socialista en el Ayuntamiento, anunciaba que se convertía en el número tres de Colau. El acuerdo, que tendrá que ser ratificado por las bases de ambas formaciones la próxima semana, contempla que cuatro concejales socialistas se incorporen al equipo de BComú, que tras casi un año al frente del Consistorio ha demostrado su incapacidad para la gestión de determinadas áreas. En concreto, los socialistas controlarán las relaciones del Ayuntamiento con la Fundación Mobile, rotas tras la huelga de Metro que paralizó la ciudad durante la última edición de la feria mundial de telefonía móvil.
De igual forma, serán también los socialistas los que coordinen las relaciones bilaterales entre el Consistorio y la Generalitat y el Gobierno central. Se trata, por tanto, de un rescate en toda regla a una alcaldesa que ha demostrado su incompetencia y que necesita cierta estabilidad al no disponer de mayoría suficiente para gobernar con comodidad, tras las reiteradas negativas de ERC y la CUP de formar parte de su equipo de gestión.
Pero esta ayuda a Colau, que contrasta con el rechazo de la Comisión Federal de Listas del PSOE a la coalición encubierta para el Senado que pretendía presentar el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, junto a Compromís y Podemos, no será gratuita. Los concejales socialistas no se rebajarán el sueldo hasta los 2.200 euros netos mensuales, como han hecho los ediles de BComú, y estarán exentos de cumplir el código ético que Colau exige a los suyos. De hecho, Collboni, imputado por tráfico de influencias en el caso Mercurio, no tendrá que presentar su renuncia, sino todo lo contrario, será ascendido en la jerarquía del Consistorio hasta ser segundo teniente de alcalde de Empresa, Cultura e Innovación. Parece que Colau se ha olvidado ya de cuando calificó al PSC como «partido del régimen».
Tras la firma del pacto, tanto Colau como Collboni se apresuraron a aclarar que el acuerdo afecta sólo a la ciudad de Barcelona y que no puede interpretarse en «clave estatal», porque la decisión ha sido tomada por Collboni por cuenta propia. Pero a nadie se le escapa que este acuerdo puede ser un primer ensayo para uno nacional después de las elecciones del 26-J. Es cierto que Colau no forma parte de Podemos y que pueda estar lanzando un mensaje de aviso a Pablo Iglesias, pero lo realmente preocupante es que el PSOE esté buscando una cooperación activa en Barcelona cuando su actitud es diferente en la gran mayoría de los ayuntamientos en los que apoya a alcaldes de Podemos pero no comparte con ellos los equipos de gobierno. Con la excepción de la Comunidad Valenciana, los ejemplos de Madrid y Cádiz son elocuentes.
Tras el acuerdo entre el PSC y BComú se demuestra que Sánchez no tiene el control sobre un partido que, a menos de un mes para que empiece la campaña electoral, es capaz de decir una cosa y hacer la contraria. El PSOE debe aclarar a los electores si se mantendrá dispuesto a un pacto que implique responsabilidad de Estado o pactará con la «izquierda extremista» sólo para conseguir llegar al poder.
EDITORIAL EL MUNDO – 14/05/16