Pedro Chacón-El Correo
Que tenemos una España y, por tanto, una Euskadi sanchistas para rato no hace más que repetirlo el presidente del Gobierno cada vez que tiene ocasión y a lo mejor va a ser la única cosa por la que tendríamos que creerle. La última ha sido con Imanol Pradales Gil visitándole en La Moncloa, de donde el lehendakari ha salido, haciendo de Ortuzar, convencido de que hay que dar estabilidad al sanchismo. Si algo tienen claro, hoy por hoy, todos los nacionalistas es que con este PSOE se pueden emplear, con perspectivas de éxito, en imaginativas fórmulas para sobrepasar la legalidad constitucional. Los señuelos del PP, para aprobar leyes sectoriales al margen de los asuntos identitarios, a PNV y Junts les dan como igual.
Pero, ¿podría ser que el PSE fuera el último en enterarse de que España, y por tanto Euskadi, son hoy sanchistas? Porque esta semana hemos tenido a varios representantes de este partido fajándose con sus socios de coalición de gobierno como si en Madrid sus jefes fueran todavía Felipe González o Alfonso Guerra. Vamos, como socialdemócratas clásicos. El primero Ekain Rico, saliendo al paso en el Parlamento vasco de la defensa del nuevo estatus que hizo la consejera Maria Ubarretxena. Después, José Ignacio Asensio, afeándole a la diputada general de Gipuzkoa, Eider Mendoza, que hablara del derecho a decidir; y, por último, el propio Eneko Andueza entrando a discutir con la burukide Itxaso Atutxa si el texto firmado por el PNV con el PSOE para investir a Sánchez y el acuerdo de después para formar gobierno de coalición en Euskadi implicaban nuevos pasos hacia la bilateralidad polític
Puede que la reunión entre Sánchez y Pradales en La Moncloa haya servido para cerrar estos malentendidos, aunque, por el respeto a la bicefalia del PNV, a lo mejor no han podido entrar en eso. Lo que sí se puede esperar es que el presidente del Gobierno reconvenga al PSE, quizás enviando a Patxi López para darles unas clases aceleradas de sanchismo, no sea que, como decimos, sean los últimos en enterarse de lo que pasa en España. Que todo podría ser, dada la progresiva marginalización en todos los órdenes en la que está quedando Euskadi respecto al resto del Estado.
En la España sanchista actual la consigna es que a los nacionalismos hay que reconocerles todo lo que pidan, como forma de profundizar en la democracia. Y en ningún caso rechazar de plano sus propuestas, como han hecho esta semana desde el PSE. Ahora, eso sí, puede que al nacionalismo se le esté también acabando el chollo de que, pasados los periodos electorales, como este último intenso que hemos tenido, pueden volver a la carga, como si tal cosa, con sus consabidas propuestas identitarias. Porque, ¿qué pasaría si tuvieran que defenderlas también en periodo electoral? En Cataluña, por hacer eso, ha ganado Salvador Illa. Y el PSE todavía sin enterarse.