El PSE recela del influjo de Jonan Fernández sobre Urkullu en la gestión del fin de ETA

EL CORREO 03/03/14

· Los socialistas creen fundamental mantener la presión sobre la organización terrorista y exigen más «discreción».

Una semana después de que los verificadores llegasen a Euskadi para reunirse con diferentes agentes sociales y políticos y anunciar el compromiso de ETA de inutilizar parte de su arsenal, los principales dirigentes del PSE no ocultan su malestar, algo mitigado por el paso del tiempo, por cómo se gestionó una visita que, a su juicio, tenía que haberse desarrollado con más discreción y sin una «teatralización» que pudo haber sido «rentabilizada» por la banda. Un «suflé» que para los socialistas se «hinchó» en gran medida por algunas decisiones del Gobierno vasco y, en especial, del lehendakari, al que ven demasiado condicionado por el papel de su secretario general de Paz y Convivencia, Jonan Fernández.

Aunque el paso de los días ha permitido sosegar las aguas y convencer a la cúpula del PSE de que la imagen de dos etarras mostrando tres armas cortas y un rifle ha sido sobre todo perjudicial para la ya de por si maltrecha reputación de los terroristas, los socialistas insisten en que nada de esto se puede repetir. Y así se lo han trasladado al Gobierno vasco y al PNV. «Creo que han sido receptivos al mensaje. Ellos tampoco están muy satisfechos», afirma un alto cargo del PSE, convencido de que «no podemos perdernos en debates estériles» ni rebajar la «exigencia» para que ETA se disuelva.

La formación liderada por Patxi López nunca ha ocultado sus recelos hacia el fichaje del excoordinador de Elkarri por parte del Gobierno vasco. Aunque no dudan de su voluntad de poner fin a la violencia, sí creen que en ciertas ocasiones peca de «cierto voluntarismo» y se deja llevar por «dinámicas propias del pasado». «No hay que cerrar ningún conflicto, sólo un ciclo terrorista», matizan desde el PSE.

Durante los últimos meses, Fernández ha acompañado a Urkullu en, al menos, dos gestos significativos: un encuentro con la izquierda abertzale el pasado mes octubre y su desplazamiento exprés el sábado de la semana pasada a Madrid para respaldar a los verificadores por su declaración ante la Audiencia Nacional. Fue este segundo paso el que desagradó notablemente a los socialistas al considerarlo innecesario y una fuente de «ruido» que sólo ayudaba a la izquierda abertzale a incrementar su discurso «victimista».

A pesar de que desde el Gobierno vasco y el PNV se insiste en que todas las decisiones que toma el lehendakari son «personales» y producto de su «implicación» en la búsqueda de la paz, en el PSE no las tienen todas consigo y ven detrás de algunos movimientos la mano de Fernández. «Es verdad que Urkullu siempre ha puesto el fin de la violencia en el centro de su discurso. No es que dudemos de su buena voluntad y sabemos perfectamente cuáles son sus planteamientos éticos, pero también es evidente que a veces se deja llevar. Y quien le lleva es Jonan», afirman desde el PSE. «El problema del lehendakari –añaden– no es tanto lo que hace, sino cómo lo hace».

Los socialistas insisten en una palabra: discreción. «No se puede convertir todo esto en un circo mediático», insiste un PSE que se mueve en el estrecho filo que separa el simple respeto hacia alguno de los expertos internacionales del apoyo explícito. «Pueden cometer errores y pecar de voluntarismo, pero no son gente que trabaje al servicio de ETA», afirmó hace unos días Rodolfo Ares.

Fue el secretario de Organización de los socialistas quien se entrevistó con Manikkalingam en Bilbao y el que asistió, acompañado de José Antonio Pastor, al ‘plenario’ celebrado en el hotel Carlton en el que los verificadores explicaron a los representantes de diferentes partidos y sindicatos el paso dado por ETA. También fue Ares el que se reunió el pasado miércoles con Jonathan Powell, el exasesor de Tony Blair que, según diversas fuentes, mantiene una línea abierta con la dirección de ETA. Por contra, ningún socialista estuvo con Brian Currin, el portavoz del Grupo Internacional de Contacto que se desplazó el jueves a Euskadi.

El motivo por el que los socialistas mantienen diversos niveles de sintonía con el tridente de especialistas en resolución de conflictos que pululan por Euskadi tiene que ver con los orígenes de cada uno de ellos. El PSE siempre ha visto al equipo del abogado sudafricano, sino a sueldo de la izquierda abertzale, sí con una visión del problema de la violencia muy cercana a las tesis de Sortu. El caso de Powell y Manikkalingam es muy diferente.

Proceso de paz de 2006

Los socialistas contactaron con el exasesor de Blair durante el proceso de paz de 2006, cuando se celebraron reuniones al más alto nivel con la banda en Ginebra y Oslo y diversos gobiernos europeos se implicaron en la búsqueda del fin del terrorismo. Powell aportó su experiencia en Irlanda del Norte. Desde aquella época, los dirigentes del PSE mantienen con él una buena relación, aunque no constante.

El contacto con el grupo de verificadores se estableció más tarde. Pero también es cordial. Los socialistas siempre les han considerado más «serios». «Nos fiamos de ellos», admiten desde el PSE. Dentro del Dialogue Advisory Group, la consultoría de Manikkalingam, trabaja el español Juan Garrigues, exasesor del gabinete de la Presidencia con José Luis Rodríguez Zapatero.

Esta buena relación explica un gesto significativo registrado veinticuatro horas después de la comparecencia de Manikkalingam en Bilbao. Bien entrada la noche del sábado 22, los socialistas emitieron una nota muy medida pero en la que salieron en defensa de los verificadores, varios de los cuales ya estaban en Madrid a la espera de declarar un día después en la Audiencia Nacional. Fueron los propios expertos internacionales los que se pusieron en contacto con el PSE buscando algo de respaldo al temer que su paso por la justicia fuese a mayores.

La sorpresa con la que acogieron la citación judicial demuestra, en parte, el desconcierto que se vivió el viernes 21. Mientras la mayoría de los partidos y periodistas vascos observaban incrédulos el reducido listado de armas, se visionaba el vídeo de la BBC y los chistes empezaban a circular por las redes sociales, alguno de los verificadores no acertaba a comprender por qué nadie le daba importancia a un gesto que él consideraba significativo «teniendo en cuenta que los presos todavía están en la cárcel».

«Ese es el problema, que por muy buena voluntad que tengan, trabajan con otros esquemas. Hay que relativizar su labor», explican desde el PSE, cuyos dirigentes fueron informados por teléfono de que el gesto de ETA supuestamente iba a ser de «calado» apenas 48 horas antes de la comparecencia de Manikkalingam. El globo comenzó a hincharse. Aquella llamada también la recibió el PP. La realizó Jonan Fernández.

«Siempre es bueno que la banda entregue pistolas, pero hay que incidir en la disolución»

A pesar de las discrepancias que esporádicamente brotan entre los socialistas y los jeltzales, la realidad es que ambas partes mantienen una fluida comunicación y su sintonía es casi total a la hora de abordar el cierre definitivo de ETA. Los dos coinciden en que la pelota está en el tejado de la banda, pero consideran que Mariano Rajoy tiene margen para realizar algún movimiento en política penitenciaria, por ejemplo.

Otra cosa son los ritmos. «El Gobierno vasco no puede caer en el error de cargar la responsabilidad en el Ejecutivo central, porque la tiene ETA», afirman desde el PSE, donde creen que lo sucedido en los últimos días ha sido una especie de «vacuna» que puede prevenir episodios similares.

«Todos los gobiernos mantienen líneas abiertas con ETA y se ayudan de expertos internacionales para algunas cosas. Ese no es el problema. Nosotros nos hemos implicado hasta las ‘cachas’ en varias ocasiones, pero es que no se puede convertir todo esto es un desbarajuste. El foco hay que ponerlo sobre ETA», destaca un dirigente del PSE.

Los socialistas también comparten con el PNV y el PP la necesidad de construir unas bases sólidas que permitan a las tres fuerzas caminar unidas en el proceso que conduzca a la desaparición definitiva de ETA. De hecho, a los socialistas no les extrañaría que el Ejecutivo de Mariano Rajoy estuviese «dejando hacer» a los verificadores. «Por eso no tiene sentido convertir todo esto en una representación pública», insisten una y otra vez desde un partido que también duda del énfasis que se está poniendo en el desarme. «Que ETA diga que va a inutilizar tres pistolas y las va a meter en una caja es mejor que vaya al mercado negro y las compre, pero tampoco es para echar cohetes», afirma un dirigente del PSE.

En la formación liderada por Patxi López insisten en que hay que seguir exigiendo la disolución total y unilateral de ETA: «Incidir en el tema del desarme nos puede llevar a situaciones absurdas».