EL CORREO 24/04/14
La propuesta de nuevo modelo de organización territorial que el lehendakari Iñigo Urkullu va perfilando día a día con acotaciones, modelos y referentes, ha provocado más bien perplejidad en sus, por ahora, únicos socios potenciales para acometer la reforma del Estatuto de Gernika, los socialistas vascos, si bien al PSE no le disgusta del todo el planteamiento si sirve para llevar el agua a su molino, el de la reforma de la Constitución en clave federal. El PSE, que pactó directamente con Sabin Etxea el arranque de la ponencia de autogobierno sin incluir entre sus objetivos el reconocimiento del derecho a decidir, ve con buenos ojos que el debate se vaya enfocando hacia la modificación de la Carta Magna que defiende tras aprobarla como hoja de ruta en su conferencia política de noviembre.
Así interpretan los socialistas vascos la última ‘píldora’ que el Gobierno autónomo ha administrado sobre sus aspiraciones de pactar, primero en Euskadi y después con el Estado, un nuevo estatus político que, aunque de inspiración confederal por su énfasis en la bilateralidad política efectiva, se mira también, en la práctica, en el espejo de dos modelos federales: el estadounidense y el suizo (Suiza es una república federal pese a denominarse oficialmente Confederación Helvética). «Hay un campo de trabajo en común que es posible transitar», declaró ayer a este periódico el portavoz del PSE, José Antonio Pastor, que se congratuló de que el lehendakari «se acerque» al esquema de organización territorial que propone su partido.
A los socialistas vascos, muy conscientes de que un cambio de tal envergadura en el modelo territorial requerirá en todo caso la aquiescencia del PP, no les disgusta que se vaya generando «un clima» favorable al debate sobre «el único camino viable» para dar salida a las aspiraciones de los nacionalistas vascos y catalanes –la reforma de la Carta Magna– frente al «tobogán al precipicio» que representa el órdago de Artur Mas. No obstante, los recelos son manifiestos y en absoluto menores. El PSE exige sobre todo al lehendakari y al PNV «que digan de una vez qué es lo que quieren», convencido de que la confusión que preside el debate sobre el nuevo estatus «no es casual sino intencionada». Los socialistas temen que los jeltzales pretendan enmarañar el debate para navegar al mismo tiempo en las aguas de la centralidad y en las del soberanismo al que les obliga su competencia electoral con Bildu y que, llegado el momento de debatir en la ponencia sobre el nuevo estatus, aparezcan distintas voces y tesis «según el momento y si el que habla es Joseba Egibar o Iñigo Iturrate».
Además, la relación en pie de igualdad entre Euskadi y el Estado a la que aspira Urkullu «no existe en ningún modelo territorial del mundo», añaden los socialistas, una vez desaparecidas en la práctica todas las experiencias confederales tras la disolución en 2006 de la de Serbia y Montenegro. «¿Qué es lo que quieren? ¿Independizarse primero para después confederarse con España? ¿Un modelo como el americano, que reafirma la unión indestructible, perpetua y permanente de los Estados Unidos?», se preguntan otras fuentes socialistas, sin ocultar su desconcierto. El PSE se refiere así a la respuesta que una y otra vez ha dado la Casa Blanca a tentativas secesionistas de estados como Texas.
Perfeccionar el Estado
Los socialistas, en ese sentido, creen que las aspiraciones de bilateralidad de Urkullu chocarán en última instancia con su modelo, más cercano al alemán, y en todo caso enfocado a «perfeccionar el Estado común» y su «vocación de permanencia» y no a alentar disgregaciones en su seno. El PSOE, que cree que los mecanismos de cohesión y solidaridad interna propios de todo modelo federal no casan bien con las aspiraciones nacionalistas, es consciente también de que cualquier reforma en España deberá escorarse hacia el federalismo «asimétrico» para prestar reconocimiento a las especificides de las nacionalidades históricas, Euskadi, Cataluña y Galicia.
Pero, todo ello, delimitando muy claramente el ámbito competencial de la Administración federal y el de los distintos Estados, de tal modo que las atribuciones de cada uno queden «blindadas» y no sujetas a factores ambientales o jurídicos, como el que paralizó el desarrollo autonómico en España tras el golpe de Estado de 1981, o el famoso ‘cepillado’ del Estatut catalán que ha devenido en un órdago independentista sin precedentes y en una crisis monumental del socialismo catalán.
Frente a eso, el PP arruga la nariz sin paliativos, también sorprendido por la falta de «rigor político» del Gobierno vasco, que «parece desconocer cuál es la relación de los Estados» en EE UU con la Administración federal. «Han hablado de Baviera, Escocia, Eslovenia, Québec, Puerto Rico… ¿qué pretenden ahora?», se pregunta el portavoz parlamentario del PP vasco Borja Sémper, muy crítico con un Gobierno «que funciona a golpe de ocurrencia e improvisación, como si fuera un amateur de la política».
Sémper, que considera que es difícil pronunciarse sobre el «fondo» de la cuestión y prefiere «dejar trabajar» a la ponencia, reclama «un debate serio y en profundidad» sobre la cuestión territorial, sin olvidar «cuál es el nivel competencial del que hoy disfrutamos en Euskadi».