Rodríguez Ibarra recuperó una idea que no es nueva: dar una última oportunidad de paz a ETA acompañada de un ultimátum. El fallo de esta tesis es que se le han ofrecido tantas oportunidades que una más será una oferta de saldos. Y, además, siempre hay alguien con una oportunidad todavía más última que la anterior.
La lista presentada en Bilbao por Batasuna para las pasadas elecciones municipales fue anulada por los tribunales, que la consideraron una pantalla del partido ilegalizado. Hace pocos días esa lista hizo un acto público para abrir un local en la capital vizcaína. Sustituye a alguna de las sedes que cerró en su día el juez Garzón. Nadie ha movido un dedo. Tampoco nadie dijo nada -salvo el PP- antes de que Batasuna celebrara su acto del día 14 en el Velódromo de Anoeta, un acto ilegal, según resaltaron sus portavoces. Ni la fiscalía ni el poder ejecutivo se dieron por aludidos con antelación. Izquierda abertzale, dos; Gobierno, cero.
Otegi dijo en Anoeta que había que sacar el conflicto de las calles y desde entonces se han multiplicado los encapuchados colocando barricadas, destrozando bancos y mobiliario urbano. Dijo que había que buscar un acuerdo con nacionalistas y no nacionalistas y fueron atacadas diez sedes del PSE y dos batzokis, y a los que piden cuentas ya se les ha advertido que son saboteadores políticos.
La izquierda abertzale está tanteando descaradamente al PSOE para intentar ocupar los espacios perdidos en los últimos años y, si no encuentra una respuesta de hechos clarificadora, va a seguir empujando para volver a donde estaba. Las manifestaciones de los miembros del Gobierno parecen impecables. El ministro del Interior, el presidente, ayer mismo la vicepresidenta en estas páginas, todos ratifican el mantenimiento de la firmeza democrática, pero a ese discurso no se le otorga credibilidad en las filas de una izquierda abertzale que está en plena maniobra de explotación de la campaña de propaganda iniciada el día 14.
A Batasuna y ETA les llegan también otros mensajes y con ellos se quedan. Mensajes como el de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que no se interpreta como la última salida de pata de banco del presidente extremeño, sino como la toma de postura del guerrismo. Ibarra recuperó una idea con la que ya se jugó en tiempos de Felipe González: dar una última oportunidad de paz a ETA acompañada de un ultimátum.
El fallo de esta tesis es que se le han ofrecido tantas oportunidades que una más será una oferta de saldos. Y, además, siempre hay alguien con una oportunidad todavía más última que la anterior.
Más que a las palabras del Gobierno, ETA y Batasuna le dan valor a las interpretaciones de algunos socialistas vascos que ven en el papel de Anoeta un diseño modelo Irlanda del Norte años noventa. El Ulster fue invocado en su día para justificar la declaración soberanista de Lizarra.
Mario Onaindia, por su parte, ha dejado escrito (‘Testigo privilegiado’, Ediciones BSA 2004) que la idea del Pacto Antiterrorista nació de un viaje a Irlanda del Norte de los socialistas vascos. Como se ve, el Ulster permite interpretaciones tan contradictorias que, realmente, al final, no sirve para nada.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 29/11/2004