Miquel Giménez-Vozpópuli

Una de las razones, y no la menor, por las cuales Sánchez decidió convocar generales después del batacazo de las pasadas elecciones locales y autonómicas fue para salvar su pellejo como secretario general del PSOE. El bordoneo en ese avispero llamado Ferraz era tan grande que creyó oportuno tocar a rebato y silenciar, al menos momentáneamente, a quienes empezaban a pedirle explicaciones por llevar al que fue el primer partido de España a su lastimoso estado actual.
La jugada le ha salido mal, porque este hombre carece de la menor visón política a medio y largo plazo. Lo suyo es lo inmediato, meter la pata hoy para meterla todavía más mañana y que un escándalo tape al anterior. Fió sus esperanzas de remontar una campaña deshilachada a base de tanto coser y recoser con el debate cara cara con Feijoó. Y perdió por goleada. Por los auto goles, siendo más exactos, porque el líder popular no tuvo más que quedarse quieto, exhibir temple y ser más educado que su rival. No era demasiado difícil. Pero con ese estruendoso fiasco, las voces en el partido socialista han vuelto al run run. Si Sánchez pierde las elecciones del 23 va a quedarse sin algo más que la presidencia del gobierno de España, porque puede quedarse además sin ser secretario general. El desaparecido Comité Federal, máximo órgano entre congresos del partido, podría reaparecer cual monstruo del Lago Ness – es sabido que cada verano se ve al buenazo de Nessie, para delicia de los periodistas ociosos que así ya tienen tema – con una consigna que está cobrando cada vez mayor fuerza: Sánchez debe abandonar el liderazgo y ser sustituido por una gestora a la espera de la convocatoria de un congreso socialista que ponga las cosas en su sitio de nuevo.

Alguien en las filas socialistas deberá deshacer las loas a Largo Caballero, los gobiernos de coalición con los comunistas y los apoyos parlamentarios con quienes romper la unidad territorial de España

Sánchez y su corte del faraón se resisten como gato panza arriba, especialmente el PSC con Iceta, Illa y Batet al frente. Es de lo poco que le queda al monclovita, porque en el resto del partido la gente, aunque sólo sea por instinto de conservación, está empezando a mover cada día un centímetro más sus posaderas en busca de posicionarse mejor ante lo que ya se perfila, según me decía el otro día un ex ministro socialista, como “la mayor debacle sufrida por el PSOE en la historia de nuestra democracia”. Es evidente que cualquiera que deba ser el futuro de la formación del puño y la rosa éste debe afrontarse dejado a Sánchez a un lado. Es el mayor lastre que tiene hoy por hoy la social democracia española. De la misma manera que Feijoó ha iniciado su viaje al centro, que es donde se ganan las elecciones aunque servidor no sea muy centrista, alguien en las filas socialistas deberá deshacer las loas a Largo Caballero, los gobiernos de coalición con los comunistas y los apoyos parlamentarios con quienes romper la unidad territorial de España, lo que es lo mismo que querer romper la igualdad entre los españoles. El electorado socialista está harto, cansado y más pobre desde aquella moción de censura contra Rajoy, y no hay nada peor que defraudar a los tuyos. Este viaje no será fácil ni agradable para quienes intenten echar a Sánchez, lógicamente. En Ferraz se producirá una auténtica guerra civil interna. De momento, no tienen una cara que se perfile como rival alternativo al monclovita.

Me dice también este experimentado socialista que la operación tiene el visto bueno de Felipe, Guerra, la vieja guardia del PSOE y, ¡sorpresa!, la señora Botín

Tampoco es urgente, añadía el viejo ministro. Lo importante es echar a Pedro y luego veremos cómo se va perfilando la estrategia. Me dice también este experimentado socialista que la operación tiene el visto bueno de Felipe, Guerra, la vieja guardia del PSOE y, ¡sorpresa!, la señora Botín. Y ese es el dato.
Si todo esto lo sumamos a los malos resultados electorales que todo indica que podrían producirse, Sánchez está en tiempo de descuento. Veremos, porque este individuo suele caer como los gatos, de pie.