· Pablo Iglesias explota las contradicciones socialistas y simula una moderación que atraiga a clases medias urbanas. Puede ser eficaz para captar voto huérfano de izquierdas
EL PSOE se enfrenta, por primera vez en la democracia, a la posibilidad real de perder no solo la condición de alternativa de gobierno al Partido Popular, sino también el liderazgo de la izquierda, frente a la coalición Unidos Podemos. La crisis política en el PSOE puede tener rango catastrófico si Pablo Iglesias supera a Pedro Sánchez en votos y escaños. Las encuestas de los últimos días permiten considerar este resultado como uno de los posibles. La victoria de la coalición de extrema izquierda en votos, pero no en escaños, alcanza incluso la probabilidad. El problema de Sánchez se planteará, en cualquier caso, si tiene que entrar en polémicas con Iglesias sobre quién lidera a la izquierda. Esto será, en sí mismo, un éxito de Iglesias. Y si los resultados en votos y escaños avalaran al líder de Podemos frente al PSOE, los socialistas no deberían esperar una travesía del desierto corta. Allí donde el PSOE ha alimentado a sus competidores –Galicia, País Vasco, Cataluña o Madrid–, los socialistas han quedado rozando la irrelevancia. Un vuelco en el liderazgo de la izquierda puede provocar un escenario consolidado a largo plazo con el PSOE fuera de la disputa por el Gobierno.
Esta situación no es, en absoluto, aconsejable para el interés general de España, que necesita un partido realmente situado en el centro-izquierda, en la socialdemocracia europea, para soportar, junto con el PP, la estructura constitucional del país. Con todos sus defectos –empezando por el de la incapacidad para reaccionar y renovarse–, la crisis del bipartidismo ha sumido a España en la etapa de mayor inestabilidad política de su historia reciente. Sin embargo, el socialismo español tiene el grave problema de su ofuscación contra el PP, al que busca eliminar políticamente del escenario español desde el Pacto del Tinell de 2003. Por eso, en vez de moderar su mensaje, sigue nutriendo discursos frentistas a nivel nacional, vetos irracionales para un futuro gobierno con apoyo bipartidista y pactos locales con los nacionalismos más sectarios. El PSOE no ha aprendido de las consecuencias de su política suicida. La primera, el escuálido resultado de 90 escaños.
Frente a esta desorientación del socialismo sobre su deber de ser leal con los valores constitucionales –que implican la exclusión de pactos con los totalitarios de extrema izquierda–, Pablo Iglesias explota las contradicciones socialistas y fuerza a la coalición Unidos Podemos a simular una moderación que atraiga a clases medias urbanas, que son cada día menos «medias». Esconder banderas comunistas o republicanas en sus mítines es solo maquillaje propagandístico a cargo de Podemos, pero ante las incógnitas que representa el PSOE puede ser una táctica eficaz para captar votantes huérfanos de la izquierda.