El PSOE asiste al «papelón» de Hernando y mide la capacidad de arrastre de Sánchez

EL CONFIDENCIAL 28/10/16

· Oficialistas y críticos aplauden con más o menos entusiasmo el difícil discurso del portavoz. Los sanchistas animan al ex secretario general a votar ‘no’ en la investidura

Pedro Sánchez es aún una pieza irresistible para los medios, un héroe (o un villano, según a quién se pregunte) para los ciudadanos, un misterio todavía para su partido, tanto para aquellos que le conocen muy bien y mantienen un contacto fluido con él como para los que se hallan en las antípodas y consideran que su corta travesía por la secretaría general del PSOE contribuyó decisivamente a la descomposición actual y que su eventual vuelta ahondaría más la grieta interna. Todos le miran, todos esperan un gesto, una palabra distinta que deshaga el suspense en el que se ha protegido desde el pasado 1 de octubre, cuando el comité federal le sacó abruptamente de Ferraz. Él no da la pista definitiva, aunque sus fieles aseguran que se debate entre dejar su escaño —en cuyo caso, la dimisión podría ser inminente— o votar no el sábado a Mariano Rajoy, desobedeciendo expresamente el mandato del máximo órgano de poder del PSOE. Y lo que haga no dejará a nadie indiferente, sobre todo al puñado de diputados que dudan si dar el paso y no cumplir con la abstención. Porque el futuro inmediato de Sánchez condiciona a su grupo de incondicionales, y esas dudas latían este jueves en el partido, igual que el comentario generalizado de que Antonio Hernando, el portavoz encargado de solemnizar el viraje de los socialistas, ejecutó en la tribuna «un papelón», quizás el único que podía ofrecer a estas alturas, a costa de su «credibilidad«, en opinión de los críticos. 

«Ya lo veréis«. El ex secretario general salía del Congreso otra vez rodeado de una espesa nube de cámaras y periodistas. Había permanecido en su escaño buena parte de la segunda jornada de la sesión de investidura, en algunos momentos como ajeno a lo que allí estaba pasando. Hizo ostensiblemente gestos de desatención cuando Hernando enhebró su discurso, ni le miraba cuando el portavoz se refería a él, a su intento de un Gobierno de cambio. Se distraía con el móvil. Y no le aplaudió más que en dos ocasiones: cuando instó a Rajoy a paralizar las reválidas y al final de su intervención. Sánchez se levantó, batió las palmas con muchísima desgana y se sentó enseguida de vuelta a su escaño.

Sánchez está hablando con bastantes compañeros en los últimos días, que apuntan que se debate entre dejar su acta o votar no y seguir en el escaño

Nadie sabe con certeza si las de este jueves serían sus últimas horas (al menos por ahora) en la Cámara Baja. Si optará por renunciar a su escaño para no tener que votar abstención a Rajoy el sábado por la tarde, cuando se reanude el pleno de investidura, y no dilapidar su capital político. O bien si preferirá quedarse con su acta y atreverse a desafiar a su partido (y a su principal rival, Susana Díaz) manteniendo su no al PP en segunda vuelta, cultivando así la épica de su discurso, presentándose como un garante del rechazo total a la derecha. El ex secretario general está recibiendo muchos ‘inputs’ en los últimos días. Prosigue sus conversaciones con dirigentes de su confianza, que le dan su opinión y sacan la conclusión, según afirman todos los consultados, de que no tiene todavía una decisión tomada. Y que duda entre dejar su acta y votar no. Que acate la disciplina de partido y se abstenga el sábado es la alternativa, a día de hoy, más descartada, tal y como aseguran los dirigentes más afines y que le han escuchado en los últimos días.

Almuerzo con Ábalos y Hernanz
Sánchez pudo escuchar este jueves, por ejemplo, el parecer de dos de sus diputados más próximos, el valenciano José Luis Ábalos y la balear Sofía Hernanz, con los que comió en un restaurante situado en los aledaños del Congreso y con los que retornó después al hemiciclo, como recogieron las cámaras. Él es uno de los parlamentarios que en principio estaban dispuestos a acatar el mandato del comité federal pero que ahora dudan seriamente qué hacer, y ella sigue aferrada al no, también porque la presidenta de las islas, Francina Armengol, continúa en esa posición. Los dos forman parte de la dirección de grupo, y ni se levantaron ni aplaudieron a Hernando tras su discurso. 

Los que le empujan a mantenerse en la Cámara alegan que es un escaparate clave para el próximo congreso, y que acudiría a él con el aval de la «coherencia»

Son dos ejemplos, pero hay muchos más. Buena parte de sus mandos de confianza le aconsejan que vote no y se quede en la Cámara, convencidos de que lo que se ventila no solo es la investidura a Rajoy, que ya está garantizada, sino la siguiente batalla, la del congreso del PSOE, aún sin fecha, en la que él podría comparecer como el secretario general tumbado por los barones por defender el «no es no» hasta el final. Los que prefieren esta alternativa le insisten en que el escaño le proporciona un escaparate fundamental, una plataforma de visibilidad crucial que necesitará hasta que se convoque formalmente el cónclave, y este podría demorarse bastantes meses, ya que ahora es la gestora quien controla los tiempos, y está dominada por federaciones grandes como Andalucía, Extremadura y Valencia, que entienden que lo mejor es serenar el PSOE antes de sumergirse de nuevo en la guerra congresual. Demorar la elección de un nuevo líder beneficiaría, presumiblemente, a Susana Díaz, ya que con unos meses por delante la imagen de Sánchez podría diluirse.

Sánchez sopesa esta alternativa. Pero tiene una contraindicación muy importante, como se encargan de señalar sus contrarios y algunos de los miembros que estaban en su ejecutiva y que «son más orgánicos», los que tienen mayor «cultura de partido»: no sería sostenible para un ex secretario general y para quien pretende volver a serlo no cumplir con una resolución emanada del máximo órgano, porque eso es una «regla sagrada» dentro del PSOE, se convertiría «en un ‘outsider». «Quedaría deslegitimado para liderar nada en un futuro», rubrica un dirigente de la cúpula disuelta. Ese, coinciden quienes ahora están más cerca de él, es un problema objetivo. «Le pesa la disciplina de partido«, reconoce uno de los diputados que han charlado con él en las últimas horas, y que no obstante tiene la impresión de que se inclinará por votar no, porque además no solo se trata de una cuestión orgánica, sino de proyección social. Este jueves, comentaban algunos de sus ‘apóstoles’ de confianza, pudo comprobar que los ciudadanos se siguen acercando a él, le agradecen su «coherencia» o le piden selfis. Y apuntan una anécdota ilustrativa: que fue «aplaudido» al entrar en el restaurante en el que comió con Ábalos y Hernanz, en un evidente gesto de aprobación a su contumacia.

¿Habrá sanciones?
Sin embargo, renunciar a su acta le permitiría también poner a resguardo su discurso sin dar munición a sus contrarios por haber desafiado al comité federal. Al tiempo, podría pedir a sus acólitos que acaten la abstención y avanzar que se presentará a las primarias. La desventaja de esta opción es que perdería un trampolín tan importante como el Congreso. Pero al menos no se expondría a medidas disciplinarias severas: no solo le caería una multa, de 600 euros, sino que la gestora podría llevar su caso y el del resto de rebeldes que voten no el sábado al comité federal para que decida si hay que echarlos del grupo parlamentario o incluso iniciar un expediente de expulsión del partido, sanciones graves que están contempladas en los estatutos, en el artículo 78.

Si renunciara a su asiento, preservaría su capital y no recibiría sanciones. Además, podría pedir obediencia al comité a los suyos y anunciar que irá a primarias

El presidente de la cúpula provisional, Javier Fernández, no quiere ni oír hablar de «expulsar a nadie», pero tampoco lo descarta. El mensaje que trasladaban este jueves los dirigentes próximos a la dirección interina es que el castigo no tiene por qué ir más allá de una sanción económica, y que el PSOE «no puede echar a quien ha sido su secretario general». «El peor castigo es que no te castiguen —abundaba un veterano parlamentario experto en las lides de fontanería del partido—. La deuda ya se podrá pasar más tarde, por ejemplo, excluyéndoles en las próximas listas. A los que están viudos, se les da el pésame y un abrazo». O sea, que aunque se resistan, los disidentes ya estarán apartados formalmente de la dinámica del partido, aunque no medie una penalización dura. «Ya es suficientemente grave que haya gente que no vote lo que dicen los órganos, cuando yo por ejemplo he acatado todo y no compartía ni una de las decisiones de Pedro», indicaba con indignación un conocido diputado que el martes pidió a sus compañeros unidad total de voto y sin concesiones.

Sin embargo, no todos los oficialistas piensan igual. El PSOE andaluz, la federación más poderosa, no se quiere andar con chiquitas y sabe que un desacato de Sánchez podría estrangular su carrera en unas futuras primarias. De hecho, la dirección de Susana Díaz insistía ayer en que había que separar la indisciplina del PSC, que es un partido hermano, de los parlamentarios del PSOE. «No es todo lo mismo: el ex secretario general es uno más del PSOE, mientras que el PSC no es el PSOE», explicaba el número dos de la presidenta andaluza, Juan Cornejo. 

La cuenta de díscolos aumenta
El camino que escoja finalmente Sánchez puede cambiar la foto que arroje el Grupo Socialista mañana sábado, cuando llegue la segunda votación de investidura de Rajoy. De forma determinante. Ya hay en torno a una quincena de diputados que tienen prácticamente seguro mantener el no: los siete representantes del PSC, las independientes Margarita Robles y Zaida Cantera, la zaragozana Susana Sumelzo, el vasco Odón Elorza, la ourensana Rocío de Frutos y los baleares Pere Joan Pons y Sofía Hernanz. Pero hay algunos que dudan qué hacer, y su paso puede depender de lo que haga el exlíder: la murciana María González Veracruz, la cacereña Pilar Lucio —ambas miembros de la ejecutiva saliente—, el valenciano José Luis Ábalos, las castellanoleonesas Mar Rominguera, Esther Peña y Luz Martínez Seijo, el navarro Jesús María Fernández o la presidenta de la gestora del PSdeG, la coruñesa Pilar Cancela

Hay en torno a una quincena de disidentes seguros, pero podrían superar la veintena, y dependerá de lo que haga Sánchez. Los oficialistas rebajan las cifras

No es lo mismo que haya 14 díscolos a que sean 20 o más, aunque los oficialistas rebajan mucho esas cifras y calculan que no serán más de una docena. Pero no da igual. Primero, porque si los disidentes son 18 o más, la dirección tendrá más complicado aplicar mano dura, pues se expone a que el Grupo Socialista sea más pequeño que el de Unidos Podemos (67 miembros), así que el ‘sorpasso’ que no se dio en las urnas se daría en el Congreso, y auspiciado por Ferraz. Y segundo, porque Sánchez ofrecería una sensación de mayor robustez interna, pese a su defenestración. Ayer, varios diputados dubitativos, igual que en la cúpula parlamentaria, admitían que si el ex secretario general se decanta por votar no mañana, puede «animar» a algunos ‘rebeldes’ a dar el paso adelante. Otros no se dejarán influir, bien porque están madurando su decisión al margen de la actuación de Sánchez, bien porque creen que hay que acatar la directriz del comité federal. En esta última tesis se sitúan, por ejemplo, Patxi López, César Luena o Adriana Lastra.

«El efecto no es imitación, sino que si él lo hace y el resto no, va a parecer que nos caemos del no y hay que dar explicaciones a quienes nos consideran héroes de la causa. Eso condicionará a algunos sí y a otros no«, subrayaba una diputada muy cabreada con el comportamiento de la gestora por su «cerrazón» a permitir una abstención técnica. Entre los críticos se ha extendido la convicción de que si Ferraz y las grandes federaciones se han empeñado en imponer una abstención total, es por su pretensión de «humillar» a Sánchez y dejarlo fuera de juego para el siguiente congreso y, de paso, desarbolar a sus fieles. «Y si Pedro deja su acta, la gestora quita un tapón, obtiene la pieza que quería y quizás así ceda y permita una abstención técnica«, abundaba un integrante del grupo que cada día está más convencido de alinearse con sus compañeros del no.

Corrección o «esquizofrenia»
Todos miran al exlíder. Para bien o para mal. Y nada de lo que haga es inocuo, y él lo sabe. No solo se debate la investidura, sino la correlación de fuerzas y la pervivencia del sanchismo, y si el ex secretario general puede capitanear aún a su ejército o toma el relevo alguno de sus generales de confianza, como Patxi López o Josep Borrell, recién vuelto a la primera línea. 

Los cercanos a la gestora elogian la intervención de Hernando y señalan como fruto la suspensión de las reválidas. Los críticos muestran su distancia con él

El PSOE aguardaba ayer expectante la votación del sábado. Pero también comentaba el discurso de Hernando [aquí en PDF]. Oficialistas y críticos coincidían en un análisis: el portavoz tenía un «papelón«, porque había protagonizado en primera persona el cambio de discurso, del «no es no» que defendió con vehemencia con Sánchez al frente a la abstención por «responsabilidad» y «convicción», y con la esperanza de que el tiempo dé «la razón» a los socialistas. Los diputados cercanos a la gestora elogiaban el tono de su intervención y subrayaban que había argumentado con solidez el viraje, solventando mejor que bien una difícil papeleta, sin alharacas y sin estridencias, y sin pretender asimilarse a Podemos. De hecho, señalaban con triunfalismo que el primer fruto de la abstención era la suspensión de las reválidas, a la que Rajoy había accedido.

Los sanchistas incidían en que Hernando había hilado un discurso correcto, pura «traslación de lo que decidió el comité federal«, no vistosísimo, pero que en sí mismo era «esquizofrénico«, pues lo pronunció quien hace muy poco defendía lo contrario, así que en el viaje se había dejado su «credibilidad» por el camino. Ahora queda la segunda parte de la investidura, el trago más complicado y el que puede confirmar la dramática foto de la división interna en un partido que sigue preso de sus peores demonios.