Sólo cuarenta y ocho horas después de que Pedro Sánchez defendiera abiertamente la amnistía para los delitos del procés, el PSOE ha dado el paso decisivo para obtener los siete votos afirmativos de Junts a la investidura con la reunión de Santos Cerdán con Carles Puigdemont este lunes en Bruselas.
Los socialistas no han esperado a que finalice la consulta lanzada a la militancia esta semana, para la cual el presidente en funciones ha pedido por carta el apoyo a sus acuerdos de Gobierno y a la amnistía, como «camino correcto» para seguir avanzando en la convivencia.
El encuentro entre el número tres de Sánchez y el ex president fugado se ha producido también un día después de que Vox y PP sacaran a la calle a protestar contra la amnistía a 100.000 y 20.000 personas, respectivamente. Y la víspera del juramento de la Constitución de la princesa Leonor.
Y otra coincidencia en el calendario: la negociación para otorgar el olvido penal a los golpistas del procés se ha dado el mismo día en el que Sánchez homenajeaba a las víctimas del franquismo, en un curioso ejercicio de «memoria democrática» selectiva.
Como informa hoy EL ESPAÑOL, Moncloa considera que, quemados ya los barcos tras el destape sobre la amnistía ante el Comité Federal, y consumada la comprometedora fotografía con Puigdemont, el acuerdo de Gobierno puede darse por cerrado. De modo que el camino queda expedito para que haya investidura la próxima semana, intención que había confesado el PSOE en la mañana de ayer.
Este periódico adelantó hace meses que, a sus exigencias de amnistía, «reconocimiento nacional» de Cataluña, «abordaje del derecho a la autodeterminación» y renegociación del llamado «déficit fiscal» catalán, Puigdemont añadió «una foto» que lo reconociera «como interlocutor» del Gobierno.
Puigdemont ya tiene su ansiada instantánea, que lo homologa definitivamente como actor autorizado en la política española, después de que Yolanda Díaz diera el primer paso en esta conducción de Puigdemont desde el ostracismo hasta la oficialidad al visitarlo el pasado 4 de septiembre. Y es la segunda imagen oprobiosa para Sánchez tras la que protagonizó al reunirse con la portavoz de Bildu durante su ronda de contactos para la investidura.
La fotografía resulta aún más humillante si cabe, para el presidente y para los españoles en cuyo nombre se supone que habla Sánchez, si se tiene en cuenta que, en las dependencias de Junts en las que han hablado los equipos negociadores, colgaba una gigante imagen conmemorativa del referéndum ilegal de 2017.
Y por si la escenografía de la claudicación no fuera lo suficientemente bochornosa, el PSOE le ha sumado, en el comunicado pactado con Junts para informar del encuentro, el tratamiento deferencial de president a Puigdemont.
Ya resulta insólito de por sí que la negociación para la formación del Gobierno de España tenga lugar fuera de sus fronteras con un prófugo de la Justicia. Pero que la normalización de Puigdemont (continuación de la que Sánchez le otorgó a Oriol Junqueras al llamarle por teléfono en la víspera del 12-O) llegue hasta el punto de darle un tratamiento honorífico es sencillamente intolerable, en la medida en que le nimba como líder legitimo del independentismo en el exilio.
Pero es que el PSOE no sólo está amnistiando a Puigdemont por adelantado. Al acudir a la sede del Parlamento Europeo a restituir al prófugo la dignidad de presidente bajo una imagen de una urna del referéndum ilegal, el Gobierno de España está también asumiendo tácitamente el relato al que, junto con la propia amnistía, el independentismo quería hacer rendirse al Estado. Es decir, la negación retroactiva de la legalidad de la aplicación del artículo 155 y el reconocimiento de la legitimidad del 1 de octubre.