FERNANDO VALLESPÍN-EL PAÍS

  • Afirmar que el acuerdo con el PSOE significa introducir a Junts en la Constitución es como mínimo apresurado o un engañabobos. Y los socialistas también lo saben

La noche del 23-J, durante esas frenéticas horas en las que los partidos evalúan el resultado, uno de los más vapuleados en ellas, Junts, que no llegó a obtener ni el 12% de los votos en Cataluña, mostraba unos signos de euforia inquietantes. La sonrisa de Miriam Nogueras, su portavoz, lo decía todo. El jueves vimos por qué. Un partido que no llegó ni a los 400.000 votos acaba de tumbar ahora a otro cercano a los ocho millones. Las necesidades de reproducirse en el poder, la libido dominandi —por decirlo con los clásicos— de la coalición dominante hace de tripas corazón y, sin haberlo avisado durante el proceso electoral, otorga la amnistía y algo más, mucho más.

Esto nos lleva a hacer hermenéutica de un texto ambiguo, diseñado precisamente para permitir que el derrotado pueda disimular su capitulación. Esquematizo: (1) La declaración compra en su integridad el relato del independentismo sobre el procés, casi al pie de la letra. (2) Esta tremenda concesión la trata de disimular aludiendo a las discrepancias que permanecen entre el PSOE y Junts, que irán siendo negociadas a lo largo de la legislatura. Lo cual nos conduce a (3): A cambio de la amnistía y el (humillante) relato, lo realmente pactado es solo la votación de investidura. Junts se reserva hacer detonar una mina que liquide la gobernabilidad en cuanto no vea satisfechas sus otras reclamaciones (las doy por sabidas), que se concretan en conseguir una eficaz rampa de lanzamiento hacia la independencia. O sea, no es un pacto de legislatura. El chantaje sigue vivo. Afirmar que este acuerdo significa introducir a Junts en la Constitución es como mínimo apresurado o un engañabobos. Y el PSOE también lo sabe, pero por lo pronto se calza el Gobierno.

Hay un punto (4), que, a mi juicio, es el peor de todos y forma parte de su rendición a la narrativa del independentismo: las referencias al lawfare y la no disimulada extensión de la sospecha de que las actividades jurisdiccionales que afecten a cualquier independentista tienen un trasfondo político. Eso viene ya implícito en la propia concesión de la amnistía en vez de otras medidas de gracia y cubre de oprobio a todo el sistema judicial español y, de paso, a nuestra democracia. El resultado de esa inquietante cláusula de lawfare abre la puerta a un control por parte del legislativo al judicial que puede acabar convirtiéndonos en una democracia populista a la húngara. Ay de las sentencias que puedan entenderse con consecuencias lesivas para los intereses de quienes abominan de nuestro Estado. Los que vulneraron o vulneren la ley se van de rositas y los encargados de aplicarla pueden llegar a ser imputados por prevaricación. El mundo al revés.

Imagino la perplejidad del PSC, porque a partir de ahora se le niega todo su discurso histórico y se regala a la derecha la representación simbólica del sector no independentista en Cataluña. ¡Desde Madrid, nada menos! Solo faltó que el PSOE pidiera perdón por haber apoyado el 155, aunque ya lo hace de modo indirecto al no mencionar la Constitución como marco de referencia. Recordemos que fue aprobada por más del 90% de la población catalana. Parece que ahora lo único que importa es lo ocurrido en 1714. En resumen, Junts ha ganado por goleada. No ya solo por conseguir la amnistía y lo que falte por llegar. Su gran éxito ha sido trasladar al resto de su odiada España el ambiente de crispación propio de los peores años del procés en Cataluña. ¡Chapeau! No sé lo que tendrá de tan irresistible la libido dominandi, la erótica del poder, para que compense ponerse en contra a todos los poderes del Estado e introducir al país en uno de sus mayores conflictos políticos internos desde la Transición. Y que no me vengan con la cantinela de que criticar este acuerdo es “de derechas”. Soy de izquierdas y he votado toda mi vida al PSOE. Créanme, esta es la columna que más me ha costado escribir.