José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 3/2/12
No es todavía oficial pero la noticia está ya descontada: SEOPAN (Sociedad de Empresas de Obras Públicas de Ámbito Nacional), el lobby del sector de la construcción que agrupa a más de treinta compañías, despide a su presidente, David Taguas, y le busca sustituto. La razón de esta destitución aún no consumada, a menos de cuatro años de su nombramiento, responde a “razones de oportunidad”. Taguas, comentan con cierta displicencia fuentes de la agrupación de las grandes constructoras, es un “tipo válido”, pero su “trayectoria biográfica” no es la más adecuada para el momento. Efectivamente, David Taguas fue director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno entre 2006 y 2008 en donde sustituyó a Miguel Sebastián. Cuando falleció Enrique Aldama, los gestores de las grandes constructoras decidieron que había que situar al frente de su lobby a un hombre con agenda próxima al poder político, interlocución directa con los prescriptores ministeriales y, en definitiva, a “un amigo” del Gobierno. Los empresarios no niegan en modo alguno la capacidad técnica y profesional de David Taguas, pero sí su idoneidad para desempeñar la labor lobista ante un Gobierno de signo opuesto al anterior y, en consecuencia, poco proclive, se supone, a prestarle la más mínima interlocución.
Cuando los establishments empresariales -aquí y en Filipinas- mueven ficha como parece lo han hechos las grandes constructoras españolas localizando el viento de popa para impulsar sus intereses, es que, antes, han efectuadoun sondeo y un cálculo. El sondeo mide la profundidad de la crisis de la alternativa al Gobierno de turno, y el cálculo valora el plazo de recuperación de sus posibilidades de regresar al poder. Si de ambas variables se obtienen unos plazos medios de pervivencia suficientes de la alternativa gobernante -de entre cuatro y ocho años- está indicado un giro táctico y una correlativa maniobra de aproximación al nuevo Gobierno y a sus aledaños. Más aún si como les ocurre a los constructores -especialmente a la llamada Triple A (Acciona, ACS y Abengoa)- se han significado por su proximidad al Ejecutivo socialista. Sin despeinarse, sin ningún tipo de explicación, con impertinencia más o menos solapada, se hacen gestos de complacencia hacia el nuevo poder. No hay nada personal, sólo negocio, le dirán a David Taguas cuando definitivamente le despidan. Ese es el juego.
Este episodio gravita sobre el 38º Congreso del PSOE que se inicia hoy en Sevilla porque el “síntoma Taguas” no es más que el comienzo de una travesía del desierto que se ha iniciado ya con el desalojo de miles de cargos públicos en los Ayuntamientos, Diputaciones y Gobiernos autonómicos; en Fundaciones, empresas públicas y organismos autónomos de todos los niveles territoriales y que ahora se está produciendo -de Consejo de Ministros a Consejo de Ministros- en la Administración General del Estado y en los entornos de ésta que son muchos, diversos e importantes. El doble fracaso del 22-M y del 20-N ha provocado el mayor expediente de regulación de empleo en el PSOE desde 1982. El partido, que otrora subvenía no pocas necesidades y creaba una red protectora, pasa a ser una estructura modesta y empobrecida con muy poco que ofrecer a la militancia.
Aunque estos bandazos ocurren en todas las formaciones políticas, los socialistas españoles tienen una grave debilidad: la afiliación al PSOE -según nos informaba el domingo pasado en PúblicoGonzalo López Alba uno de los mejores conocedores de las interioridades de la formación- sufre “una hemorragia continuada de militantes desde comienzo de los años noventa”. Desde el anterior congreso en 2008, el PSOE habría perdido 20.000 afiliados debido, según el mismo periodista que cita fuentes de solvencia, a “causas económicas” ya que del censo de afiliados (623.455) sólo una parte cotiza (216.952). La combinación del “síntoma Taguas” con la mermada afiliación efectiva del PSOE ofrece un panorama catastrófico que aletea en Sevilla sobre los casi mil delegados que tendrán que elegir entre Rubalcaba y Chacón pensando en cuál de ellos les devolverá más rápido a los territorios del poder que, a estos efectos, es tanto como salir de la actual indigencia.
Pero la coyuntura, si se profundiza en sus interioridades, es todavía más inquietante para el PSOE. Por dos razones. Una primera: porque Zapatero y su “Tercera Vía” no dejaron títere con cabeza cuando llegó al poder en 2004. Los socialistas “pasaron a cuchillo” -desde gabinetes de comunicación a embajadas- a todos aquellos que mantuvieron con la Administración de Aznar una relación afín, cordial, o, simplemente, fluida. Y no tuvieron suficiente con ello: llegaron a procurar la desestabilización -en ocasiones logradas y frustradas en otras- de grandes empresarios y financieros que se percibían como hostiles. Los perfiles de los cargos institucionales han resultado en la época de Zapatero particularmente sesgados (véase, por ejemplo, el ex fiscal general del Estado o la presidenta que fue del Tribunal Constitucional), o inocuos e irresueltos (véase el presidente del Consejo General del Poder Judicial y presidente también del Tribunal Supremo). Estos episodios de “limpieza ideológica” han quedado grabados en las generaciones más jóvenes de dirigentes del PP que se han curtido en el banquillo. La línea de secretarios de Estado cuarentones y más que suficientemente preparados puede ser temible para sus adversarios porque han extraído lecciones de la experiencia de poder (1996-2004) y de la oposición (2004-2011).
Pero hay una segunda razón -llamémosle técnica- que agudiza la “barrida” de socialistas en los entornos empresariales y en la máxima responsabilidad de algunas Compañías: prácticamente todos los sectores productivos -sean del tipo que sean- van a ser objeto de nuevas y más o menos amplias regulaciones. Ya ha empezado en el sector eléctrico/energético -en el que las constructoras (la Triple A entre otras) se han instalado con modos discutibles- con la moratoria a las subvenciones a las energías renovables y que continuará tanto para reducir el déficit de tarifa como para hacer más eficiente el sistema. Hoy el Consejo de Ministros aprueba la reforma delsistema financiero -las Cajas de algunas autonomías son todavía reducto de escasos socialistas o simpatizantes-; la ejecución de infraestructuras se va a someter a revisión exhaustiva y las comparecencias de los distintos ministros en sus respectivas comisiones del Congreso adelantan tantas medidas de reformas y reorientaciones que no habrá recoveco económico-financiero y empresarial o de servicios (hasta los notarios) que no esté concernido por las acciones -u omisiones- gubernamentales. Si las elecciones en Andalucía le son favorables al PP el 25 de marzo -y si además, ese mismo día se descalabra en Asturias Álvarez Cascos-, los enganches necesarios delestablishment empresarial con el Ejecutivo popular podrían dejar al socialismo en el rellano de la escalera: el caso Taguas elevado a la enésima potencia.
El sistema político español es -en su concepto más peyorativo- partitocrático y con fuertes dosis de sectarismo. Algunas realidades -por ejemplo, mediáticas- sólo se sostienen por voluntad directa o indirecta del poder de turno; promociones y degradaciones se explican en clave ideológica y no de mérito ni de capacidad; hay nombramientos a voleo y en pago de favores -antes y ahora-y se impone el aforismo popular según el cual “el vivo al bollo y el muerto al hoyo”. El hoyo del que pretende salir este fin de semana el PSOE en Sevilla es profundo y, algunas propuestas y algunos discursos, pretenden zafarse de él cavando con denuedo hasta el centro de la tierra.
El “síntoma Taguas” es el gesto del establishment de los poderes económicos que han dictado un severo veredicto sobre las posibilidades -sea con Chacón, sea con Rubalcaba- de que el PSOE levante cabeza en mucho tiempo. Porque los socialistas han leído al poeta (“no está el mañana en el ayer escrito”) y hasta Carme (n) recitó el verso machadiano, pero sin aplicárselo. Por mucha remoción que intenten, los rostros -sesentón el del uno y cuarentón el de la otra-remiten a un letal dejá vu sólo válido para mal salir del paso.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 3/2/12