El PSOE confederado

ABC 27/03/17
IGNACIO CAMACHO

· El PSOE dinástico apoya a Díaz porque tiene pedigrí orgánico; es un bebé probeta criado en una incubadora de liderazgos

EL mensaje fue claro y no estaba en el discurso de Susana Díaz sino en la lista de los que habían ido a arroparla. Felipe, Guerra, Zapatero, Bono, Blanco, Chacón, Madina, Valenciano, Rubalcaba. Alcaldes, diputados y todos los barones con poder institucional, desde Ximo Puig hasta Fernández Vara. La nomenclatura histórica y presente de la socialdemocracia. Podría haber estado hasta Patxi López, al que consideran uno de ellos y para el que nadie tendrá una mala palabra. El mensaje decía: esto es el PSOE de siempre, el de ayer, el de hoy y el de mañana. El único PSOE posible ante el que los afiliados deben presentar armas.

La exhibición de musculatura y de unidad estaba destinada a señalar a Pedro Sánchez como un intruso, un arribista, un advenedizo. A reivindicar la legitimidad del partido reagrupado no en torno a Díaz sino a sí mismo. Aquello era una coalición de rescate, una federación de tendencias y dinastías políticas mancomunadas frente a la intromisión mesiánica de un extraño ajeno a la historia y a la cultura de la tribu. Se trataba de decirles a los militantes que todas esas gentes tan variopintas, a menudo enfrentadas en el pasado, no pueden ser sus enemigos.

También señaló a Sánchez la arenga de la candidata. Cuando Díaz pone énfasis en que sale a ganar las elecciones sólo está recordando que su adversario las ha perdido todas, que es un loser, un perdedor recurrente en un partido de tradición ganadora. El hombre que con 85 diputados, el peor balance de siempre, creyó sentirse ante una oportunidad histórica. El líder que contaba con los escaños de Podemos sumándolos como «progresistas» para eludir la evidencia de sus sucesivas derrotas.

Ése era el discurso para los afiliados que van a votar, pero la mayoría de los reunidos ayer en Madrid saben que el PSOE no está ahora para pensar en victorias. Lo que les importa es la cohesión, la supervivencia misma de la organización ante una propuesta disgregadora. Consideran a Sánchez como un enterrador dispuesto a liquidar el partido de corte representativo para convertirlo en otra cosa: un movimiento asambleario, un proyecto populista, una plataforma propia. Están defendiendo el modelo convencional de una estructura piramidal de poder como soporte de un programa político y una oferta ideológica.

Apoyan a Díaz porque tiene pedigrí orgánico; es un bebé probeta criado en una incubadora de liderazgos. Si ella no hubiese dado el paso habrían apostado por López para blindar al PSOE en su carácter jerarquizado. La presidenta andaluza ha sido escogida para frenar el aventurerismo sanchista encarnando al socialismo telúrico, sistémico, dinástico. Las primarias se convierten así en un conflicto de legitimidades: la de un neopopulismo rupturista, agitado por un rencor amargo, contra la del PSOE de toda la vida, la de la vieja socialdemocracia institucional orgullosa de su papel de Estado.