ABC 28/02/14
EDITORIAL
· Pérez Rubalcaba traspasa la inercia «destructivista» de su discurso al problema del separatismo en Cataluña y sitúa al PSOE en tierra de nadie; es un grave error político ante el que reaccionarán muy mal las bases socialistas
EL PSOE rompió ayer la débil cuerda sobre la que hace equilibrios para no fijar una posición definitiva en torno al proceso separatista en Cataluña. Su decisión de abstenerse en la votación de una resolución propuesta por el PP a favor de la unidad nacional y de la legalidad constitucional es el síntoma de una grave confusión sobre su papel en la España actual. La resolución de los populares no incluía pronunciamiento alguno que fuera inaceptable para un socialista español. Por el contrario, para quienes se atribuyen la condición de abanderados de la igualdad nada habría sido más oportuno que defender la legalidad que hace a los españoles ciudadanos de la misma Nación y con los mismos derechos y obligaciones. Se ve que el viejo sentimiento igualitario de la izquierda cede frente a las presiones del nacionalismo separador.
En el PSOE se curan en salud recordando que ya habían advertido de que, tras su apoyo a la propuesta de UPyD, no votarían a favor de nuevas resoluciones parlamentarias contra el proceso separatista en Cataluña. No es excusa, cuando, al mismo tiempo, el Gobierno catalán no cesa en involucrar al Parlamento de Cataluña en continuas declaraciones a favor de la consulta por la independencia. Los socialistas siguen engañándose con la reforma federalista de la Constitución, tratándola como la coartada perfecta para eludir el compromiso de formar con el Gobierno un consenso constitucionalista, no un frente; consenso entre PP y PSOE que no es el extremo opuesto al nacionalismo separatista, sino la mejor opción para ambos partidos nacionales y para España.
Esta huidiza reacción socialista remata la fallida estrategia seguida por el PSOE en el Debate sobre el estado de la Nación, basada en una pura actitud destructiva de cualquier esperanza de recuperación económica. Traspasar esa inercia al problema del separatismo en Cataluña y situar al PSOE en tierra de nadie es un grave error de cálculo sobre la reacción de las bases socialistas. Si negar absolutamente los buenos datos de la reactivación económica pudo tener algún eco –menor del que esperaba Rubalcaba– en los sectores sociales más golpeados por la crisis, la abstención ante una propuesta constitucionalista por la presión ejercida por los socialistas catalanes es una contradicción que la mayoría de los votantes del PSOE no entienden.
Rajoy se encuentra así de cara con un buen balance en el debate económico y en el debate territorial, por la decisión del PSOE de marginarse en uno y otro. Como precampaña electoral para las europeas, el PSOE ha elegido un mal guión.