- Sánchez no supo leer bien la situación política en 2018, tampoco la de enero de 2020 al formar Gobierno con Unidas Podemos, se equivocó en ambos momentos, no se saltó las reglas jurídicas, pero se saltó las políticas
Quien no sabe leer bien lo que sucede en la vida política se equivoca siempre. Si encima pretende saltarse las reglas que regulan esta vida política, a la corta o a la larga, se estrella de forma estrepitosa.
Desde hace menos de dos años, ya en pleno Gobierno de coalición, el PSOE ha experimentado importantes descalabros en todas las elecciones autonómicas que se han celebrado: Galicia y País Vasco en julio de 2020, Cataluña y Madrid en 2021, Castilla-León y Andalucía en 2022. No son comunidades menores, entre ellas están las tres más pobladas —con notables diferencias respecto a las demás— y las tres donde los partidos nacionalistas periféricos tienen una mayor fuerza.
¿Ninguna influencia ha tenido el Gobierno de Pedro Sánchez en estos pésimos resultados? Por la reacción de los portavoces socialistas y sus medios de comunicación afines, parece que estas sonoras derrotas no van con ellos, la culpa es de la situación concreta en cada comunidad autónoma, la poca idoneidad de los candidatos que presentaron, la deficiente campaña desarrollada y, ya el colmo del ridículo, aquello tan manido de que ‘los nuestros’ no han ido a votar porque hacía sol y se han ido a la playa. El mismo sol y la misma playa de quienes han ganado porque han ido a votar.
Son excusas de mal pagador, comprensibles en el azoramiento de la noche electoral, pero ya no a partir del día siguiente. Quienes así se comportan les hacen un flaco favor a quienes pretenden defender y al mismo sistema político en su conjunto. Sin crítica y sin debate no hay democracia. Y sin grandes partidos sólidos, que naturalmente defiendan sus distintos intereses con argumentos razonables y no con insultos e improperios, tampoco.
¿Cuántas elecciones autonómicas tendrá que perder, por goleada, el PSOE (y Unidas Podemos) para darse por aludido, para entender que una muy buena parte de la responsabilidad de las derrotas está en las contradicciones ideológicas y estratégicas en que se metió Pedro Sánchez al llegar alegremente al poder tras una moción de censura cuyo objetivo fue cargarse a Rajoy pero sin más recorrido político posible? No deslegitimo la moción de censura, tampoco al Gobierno de coalición de enero de 2020, solo digo —y ya lo sostuve por escrito a la semana siguiente de dicha moción— que fue un grave error, una muestra clara de la inconsistente ambición del todavía presidente del Gobierno y de su partido.
Sánchez no supo leer bien la situación política en 2018, tampoco la de enero de 2020 al formar Gobierno con Unidas Podemos, se equivocó en ambos momentos, no se saltó las reglas jurídicas —y aún quizá también—, pero se saltó las políticas: todo Gobierno parlamentario es enormemente débil si sus necesarios soportes en las cámaras tienen estrategias y doctrinas, no ya distintas, sino diametralmente contrarias a las propias: no hay duda de que Unidas Podemos y, especialmente, ERC y Bildu son partidos con fines antagónicos a los del PSOE. Cualquier pacto con ellos, más aún si es un pacto de gobierno, es meterse en un jardín de espinas: de la incoherencia no puede salir nunca nada bueno.
Esto es lo que han sabido ver muchos electores andaluces que antes, durante casi 40 años, habían votado socialista y esta vez han preferido votar al PP o abstenerse. Espadas y su equipo son las víctimas de quienes los han mandado al matadero. Al saltarse Sánchez y los dirigentes de Ferraz las reglas de estrategia políticas más elementales, se ha forzado a los dirigentes andaluces a estrellarse de forma estrepitosa.
Dos consideraciones más a estas recientes elecciones
Se sigue planteando la lucha política como una contienda entre ideologías, para simplificar, entre derechas e izquierdas. Sin duda, muchos tienen interiorizada esta oposición irreductible: soy de derechas, soy de izquierdas, mi voto está decidido siempre de antemano.
Pero también hay muchos otros que votan según las necesidades del momento y no se guían por esta dicotomía que entre los partidos centrales del sistema es cada vez menos definida. Lo dijo Keynes: «Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión, ¿y usted qué hace?». Somos responsables de nuestras opiniones, pero no de los hechos, de las circunstancias, que condicionan nuestras opiniones.
Pues bien, esto es lo que les ha pasado a muchos en Andalucía, antes en Madrid y creo que puede generalizarse a toda España: muchos deciden su voto más por la competencia de los gobernantes que por su ideología. El actual Gobierno Sánchez ha demostrado en demasiadas ocasiones mucha incompetencia debido a la excesiva carga ideológica a la que está sometido por sus socios.
Si enumeramos las cuestiones más recientes, el grado de incompetencia en política internacional es abrumador (Marruecos/Argelia), en política económica igual (aumento exponencial del déficit y la deuda pública), en cuestiones hacendísticas (subidas de impuestos a los trabajadores autónomos), en energía (inutilidad de las bajadas de impuestos frente a la lógica del mercado internacional), en la ineficacia de la Administración Pública, sin reforma alguna que la mejore, en las cesiones a los nacionalismos catalán y vasco (indultos y presos), el funcionamiento institucional (deterioro del parlamentarismo y utilización desmedida de un presidencialismo ajeno a nuestro sistema constitucional). Añadamos a todo ello un largo etcétera que nos sabemos de memoria.
Pero, además, el Gobierno de Sánchez está en una zona de peligro que ya sufrió Zapatero: Esquerra Republicana. ¿Cuánto tiempo tardará ERC en traicionar al PSOE? Entiéndase: traicionar el pacto parlamentario con los socialistas, no traicionar sus principios, que siempre han estado muy claros: es un partido independentista desde principios de los años noventa y nunca ha abdicado de esta condición. Consiguió los indultos, mandar en Madrid, condicionar presupuestos, obtener beneficios de todo tipo. Ahora está reclamando más inversiones en las obras públicas de Cataluña y, sobre todo, ejerce presión para intensificar el catalán en escuelas y universidades.
Todo se le facilita a ERC, pero quiere más y querrá siempre más porque su objetivo es desestabilizar al Estado y volver a las andadas: el ‘procés’ no ha terminado sino que ha mutado, va por otros caminos, pero con el mismo fin. Pronto ERC demandará a Sánchez la famosa mesa de diálogo: pedirá lo imposible, lo que no le puede dar el presidente sin cambiar la Constitución. Ahí cesará el soporte parlamentario de Aragonès al Gobierno: «Otto, agárrate a la brocha que te quito la escalera», ¿se acuerdan algunos de este chiste?, de la serie ‘Otto y Fritz’. Pues eso sucederá. ERC quiere ganar las elecciones en Cataluña, no se presenta en España. Pero el PSOE sí y esto parece no tenerlo Sánchez en cuenta, aunque quizá pensaron en ello muchos andaluces el pasado domingo.
El responsable de los malos resultados socialistas en Andalucía, además de la buena gestión y educadas formas de Juanma Moreno, es el desastre que ha supuesto el Gobierno de Pedro Sánchez, como ya se podía prever desde sus inicios en 2018. Quien mal empieza mal acaba. ¡Claro que ha tenido influencia el Gobierno central en el resultado de Andalucía! Todos lo sabemos, aunque algunos disimulen.