Suresnes es una ciudad de 48.000 habitantes, situada a diez kilómetros de París. Fue el escenario del último congreso del PSOE en la clandestinidad. Hace 50 años, tal día como hoy, el 13 de octubre de 1974, más de 200 militantes socialistas eligieron a Felipe González como secretario general. Carrero Blanco había sido asesinado en diciembre de 1973 y la salud de Franco se resentía.

Nadie podía prever en aquel congreso que Felipe González, que tenía 32 años, saldría elegido presidente del Gobierno por mayoría absoluta en unas elecciones libres tan sólo siete años después. Y menos que el PSOE gobernaría durante 14 años en los que el país se incorporó a la Unión Europea y experimentó una profunda transformación. «A España no la va a reconocer ni la madre que la parió», dijo Alfonso Guerra.

Medio siglo después, el PSOE no sólo no ha organizado ninguna celebración oficial para conmemorar aquella cita histórica, sino que se «ha olvidado» de invitar a González y a Guerra al congreso del partido que tendrá lugar en Sevilla en noviembre. Una rara jugarreta del destino porque la ciudad andaluza fue clave en el surgimiento de la nueva generación que iba a tomar las riendas del partido, entre los que figuraban también dirigentes sevillanos como Manuel Chaves, Guillermo Galeote, Luis Yáñez y Carmele Hermosín. Todos ellos aparecen en una fotografía tomada en la primavera de 1974 en los pinares de Puebla del Río. Eran no sólo compañeros de militancia sino también amigos.

Felipe González se ganaba la vida como abogado laboralista, mientras que Guerra tenía una librería en el centro de Sevilla. Los dos apostaban ya a principios de los años 70 por un cambio en la línea política del partido y por una renovación generacional. Pensaban que el aparato, encabezado por Rodolfo Llopis, un antiguo colaborador de Largo Caballero, no entendía los profundos cambios experimentados en la sociedad española.

Dos años antes de Suresnes, en 1972, el PSOE se había partido en dos en el congreso de Toulouse, cuyo resultado Llopis no reconoció. Los partidarios del viejo dirigente, que reclamaban la legitimidad de origen, se agruparon en torno al llamado PSOE Histórico. Los militantes del interior pasaron a ser conocidos como el PSOE Renovado. Tenían el apoyo de líderes europeos como Brandt, Palme y Kreisky, que apostaban por una modernización de las siglas.

En Suresnes, Felipe González salió elegido secretario general con el reconocimiento de todos sus colegas europeos. Nicolás Redondo, el candidato que gozaba de consenso, renunció al puesto. Y el joven abogado fue el vencedor del congreso tras un pacto entre los socialistas vascos y los sevillanos. El viejo PSOE de Llopis quedó reducido a la nada.

Zapatero acusó a González de pensar demasiado en sí mismo y poco en el partido. Ahora el partido no piensa en él en este aniversario

La prensa nacional, controlada por el régimen, no informó de lo sucedido en Suresnes. Pero algunas revistas como ‘Cambio 16’ se atrevieron a publicar la foto de ‘Isidoro’, el nombre de González en la clandestinidad. Nadie sabía quién era aquel joven que había tomado las riendas del partido de Pablo Iglesias.

Felipe González afirmó en ‘La Noche de TVE’ esta semana que él no había contemplado jamás la posibilidad de ser elegido en Suresnes y que fue una sorpresa para él. Y confesó que llegó un día tarde a la ciudad francesa porque se había demorado a acompañar a un amigo a cruzar la frontera de Portugal.

Sin sectarismos

Sea como fuere, González permaneció durante 22 años como líder indiscutible del partido. Dejó el cargo en 1996 tras ser derrotado por Aznar. Y durante su larga etapa en el poder universalizó la sanidad, impulsó la extensión de la educación y modernizó la economía del país. Uno de sus logros, hoy reconocido, es que gobernó sin sectarismo o, al menos, intentó acabar con la fractura entre los españoles que venía de la Guerra Civil.

Pese a que Suresnes significó un cambio generacional, pese a que el desenlace de aquel congreso fue determinante en la Transición, pese al giro que acabaría con la renuncia al marxismo, Sánchez y la dirección del PSOE han ignorado el aniversario. Un absoluto mutismo ha eclipsado el acontecimiento.

No es ajeno a ello las críticas de González y Guerra a la ley de amnistía y las distancias marcadas respecto a la gestión del Gobierno, acogidas despectivamente por Ferraz. Los fundadores del PSOE que emergió tras la muerte del dictador han sido borrados y cancelados. Zapatero acusó en enero pasado a González de pensar demasiado en sí mismo y poco en el partido. Lo cierto es que el partido ha pensado muy poco en él en este aniversario histórico.