José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
¿Cuál es el auténtico peligro con EH Bildu? Sencillamente, su legitimación democrática a través del blanqueo ético que le proporcionan los partidos con los que pacta
Reproduzco un párrafo del editorial de ayer viernes del diario ‘El Correo’ que, bajo el título de ‘Inadmisible provocación’, decía lo siguiente: «Pero ocurrió lo peor. El desmán oratorio del portavoz de EH Bildu, Julen Arzuaga, dirigiéndose a los representantes sindicales de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que asistían al pleno desde la tribuna de invitados, comparándolos con los nazis y los genocidas. Términos que la presidenta, Bakartxo Tejeira, debió reprobar de inmediato, emplazando a Arzuaga a contenerse en sus expresiones, cuando después anunció que las retiraría del acta. Es significativo que al día siguiente de secundar en el Congreso los decretos-leyes del Gobierno Sánchez en aras a un bienestar a compartir, EH Bildu optara por devolver al país a la exasperación que generó con su provocadora actitud en el parlamento vasco. Dos caras distintas ante una sociedad que creía encaminarse hacia la normalidad; sencillamente porque la izquierda abertzale necesita preservar su lado irreductible y bronco».
Los insultos a los cuerpos policiales por Julen Arzuaga desde la tribuna parlamentaria de la Cámara de Vitoria son la expresión del odio que se sigue remansando en la formación que dirige ese «hombre de paz» que es Arnaldo Otegi. En Euskadi ETA no mata ya, pero su discurso ha permanecido. Es el de los canallas —es decir: tipos despreciables y miserables— que mantienen la justificación de sus crímenes. La banda terrorista asesinó a 860 personas. La mayoría de ellas, guardias civiles, policías nacionales, policías municipales, ertzainas y hasta un mosso d’Escuadra, además de gendarmes franceses. Pero también a dirigentes populares y socialistas. Y a civiles. Y a militares. Todos inocentes, pero víctimas «colaterales» del «conflicto» entre el Estado y Euskalherria según la brutalidad diagnóstica de los matarifes etarras y sus epígonos.
En el País Vasco no hay violencia, pero no hay auténtica paz. Lo que ocurrió el jueves en el parlamento vasco, en el debate sobre la ley de reparación de abusos policiales entre 1978 y 1999, refleja una realidad que han tratado de ocultar o eludir una legión de taimados y de ingenuos. O de voluntaristas. EH Bildu es legataria de ETA con una gran aceptación social. En las autonómicas de 2016, fue la segunda fuerza política con 224.254 votos y 18 escaños de los 75 que integran el parlamento vasco.
En las generales de 2015 obtuvo dos escaños en el Congreso con 218.467 sufragios y en 2016, aunque disminuyó en voto, mantuvo sus dos puestos en la Cámara baja nacional. Esta misma semana el sondeo del Gobierno vasco atribuye a los proetarras tres diputados. O sea, va en aumento. Dos datos más: EH Bildu colabora estrechamente con ERC. Irán a las elecciones europeas en coalición y se integrarán en el grupo parlamentario de los republicanos la próxima legislatura. Al tiempo, ha firmado con el PNV el borrador de un nuevo Estatuto vasco groseramente inconstitucional.
Los insultos a los cuerpos policiales por Arzuaga son la expresión del odio que sigue en la formación que dirige ese «hombre de paz» que es Otegi
¿Cuál es el auténtico peligro con EH Bildu? Sencillamente, su legitimación democrática a través del blanqueo ético que le proporcionan los partidos con los que pacta. Ya se advirtió del estúpido buenismo de Idoia Media, secretaria general del PSE-PSOE, al aparecer el pasado enero en la primera página de ‘El Diario Vasco’ retratada, compartiendo mesa y mantel navideño con Arnaldo Otegi —el jefe de los canallas como Julen Arzuaga— lo que motivó la petición de baja en el partido de José María Múgica, hijo de Fernando, dirigente socialista asesinado por ETA el 7 de febrero de 1996 en las calles de San Sebastián. La polémica sobre esa fotografía de la secretaria general del PSE se calificó por parte de los socialistas vascos como «nauseabunda» ya que lo que pretendía era «una imagen más amable de la política», mientras Pedro Sánchez no veía «ningún elemento para la polémica». Vaya ojo.
Aunque se discrepe de las descalificaciones hiperbólicas que la oposición hace del PSOE y de su secretario general, no queda otro remedio que compartir su inquietud ante una actitud del socialismo tan complaciente hacia fuerzas políticas como EH Bildu, cuyo propósito político es reventar el Estado y reivindicar la criminalidad de la banda terrorista ETA. Los «bildutarras» fueron parte de la mayoría de la moción de censura y el miércoles pasado convalidaron los decretos-leyes de Gobierno. Impedirles que voten la censura a Rajoy o que respaldan medidas del Ejecutivo es imposible.
Se trataría de que el socialismo —que también sufrió en sus carnes el terrorismo— no deje pasar este estremecedor episodio de odio
Pero, y mucho más después de la canallada del jueves en el parlamento vasco, sería razonable que un portavoz autorizado del Gabinete socialista declarase indeseables los apoyos de los que, además de amparar la trayectoria terrorista de ETA, insultan a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que aportaron el mayor número de víctimas en defensa de la libertad y de la democracia. Se trataría de que el socialismo —que también sufrió en sus carnes el terrorismo— no deje pasar este estremecedor episodio de odio sin un reproche taxativo y con un distanciamiento político insalvable respecto de los que lo han protagonizado. Isabel Celaá, tras el Consejo de Ministros de ayer, cubrió el expediente. Poca cosa para la gravedad del asunto.