Editorial, EL MUNDO, 30/9/11
LA PROPUESTA que lanzó ayer Patxi López para que el Gobierno proceda al acercamiento de os presos de ETA a las cárceles vascas como vía para «la superación del ciclo terrorista» supone un giro en el discurso de los socialistas y una nueva aproximación a la banda dentro de la negociación política. Nunca antes el lehendakari había hecho suya la que viene siendo una de las habituales reclamaciones de la izquierda abertzale. Pero además, en su intervención en el Parlamento de Vitoria, dio a entender que está a favor de la legalización de Sortu, en contra del criterio de la Fiscalía, de la Abogacía del Estado y del Tribunal Supremo.
La prisa repentina de Patxi López por encontrar brotes verdes en el alcorque de ETA sólo se explica por un interés de cortejar a la banda con la intención de que haga un gesto antes de las elecciones. López es un colaborador muy próximo de Rubalcaba y en el PSOE están convencidos de que un comunicado de los terroristas recogiendo el guante podría ser un revulsivo en unos momentos en los que todas las encuestas vaticinan una debacle de su candidato. Sería la forma de intentar convencer a los ciudadanos del triunfo de la política del diálogo y presentar al PP como un obstáculo para la paz.
Tal y como ayer se sugirió desde las asociaciones de víctimas del terrorismo, la posición de López supone colocar una nueva rueda en un engranaje perfectamente milimetrado que permitiría al Gobierno proclamar antes del 20-N que ETA está, en la práctica, muerta. De hecho, el lehendakari, ya se refirió a la banda en pasado.
La sospecha de que asistimos a una operación calculada y urdida bajo la mesa entre el PSOE y la izquierda abertzale viene alimentada por los últimos acontecimientos. Las declaraciones de López se producen una semana después de que el colectivo de presos vascos anunciara su adhesión al Acuerdo de Gernika, un documento impulsado por los radicales que básicamente plantea un «alto el fuego permanente» –no la desaparición de ETA– a cambio de beneficiar a los terroristas encarcelados y de iniciar una negociación política encaminada a obtener la independencia. Paradójicamente, ese comunicado de los presos fue recibido como «un paso significativo hacia el final de la violencia» tanto por Zapatero como por Rubalcaba. El fiscal general, poco dudoso de antigubernamental, lo calificó de «intolerable».
El paso del lehendakari llega también un día después de que una autonombrada y fantasmagórica comisión internacional de verificación del alto el fuego de ETA irrumpa en el País Vasco con la intención de «dirigir el final del conflicto» tras haberse reunido, entre otros, con el socialista Eguiguren.
Ayer, mientras la AVT o Foro Ermua pedían al PP que se replantee su apoyo al PSE al considerar una traición las palabras de Patxi López, la izquierda abertzale se felicitaba por las mismas, asegurando que, aunque «insuficientes », van «en la buena dirección».
Si bien la posición de Rubalcaba es desesperada, el PSOE arriesga mucho al intentar que ETA le funcione como as en la manga de cara al 20-N, sobre todo después de haber acusado al PP durante años de hacer un uso electoral de la política antiterrorista.
Editorial, EL MUNDO, 30/9/11