José Antonio Zarzalejos-El Confidencial

  • ETA asesinó entre 1960 y 2009 a 121 andaluces, es decir, al 14,12% de las víctimas de la banda que, en total, fueron 857. EH Bildu «rechaza» pero no «condena» esos crímenes 

Hay batallas que en la vida y en la política se ganan en diferido. La sombra de Pablo Iglesias se proyectó el pasado jueves en el hemiciclo del Congreso de los Diputados cuando la portavoz de EH Bildu, a «pesar de los errores del Gobierno», anunció que respaldaría la convalidación del decreto ley anticrisis. Se cumplía, en una tesitura crucial para la coalición que preside Sánchez, el augurio del que fuera líder de Podemos: «Ustedes [por EH Bildu] deben estar en la dirección del Estado». Lo afirmó en diciembre de 2020, después de haber compadreado con los posetarras en el circuito de las ‘herriko tabernas’.

pese a un Bolaños cariacontecido y contrariado, que usurpó la tribuna a la ministra de Economía acreditando que es el hombre de confianza de Sánchez, la Moncloa acogió esos cinco votos como agua de mayo porque le libraban de dar verduguillo a «la mayoría de la investidura» evitando que fueran los populares los que la destruyesen con su apoyo a la norma de urgencia gubernamental.

Pero el golpe de efecto de EH Bildu tenía más consecuencias: frustraba el propósito de ERC y de su excéntrico portavoz, Gabriel Rufián, de uncir a los parlamentarios de EH Bildu al yugo de su liderazgo en el Congreso. Desde hace meses, ambos grupos actúan en comandita, tanto porque los de Otegi necesitan un referente a su inclasificable homologación ideológica y estratégica, como porque los republicanos catalanes desean establecer un eje Bilbao-Barcelona que lleva medio siglo sin funcionar y que reforzaría la jarana del secesionismo en España. 

Lo intentan con el independentismo vasco porque detestan a los peneuvistas. Mucho más después del desahogo del lendakari dirigido a Oriol Junqueras: «Lo peor de la política se ha encarnado en él». Se ha sugerido coordinación entre los separatistas vascos y catalanes para que el no de ERC se solventase con el sí de EH Bildu. No son esas las informaciones más cabales al respecto. Aunque persista, efectivamente, el interés compartido de que el Gobierno no caiga —pero sí que sufra— porque ya saben en la capital vasca y en la catalana que la alternativa a Sánchez no es Sánchez, sino Núñez Feijóo, solo o en compañía de Abascal.

Dando un paso más, el Gobierno impartió la debida instrucción a la presidenta del Congreso para que abriese a EH Bildu la comisión que controla los créditos de los fondos reservados y los secretos oficiales. Batet, obediente, ha cambiado la exigencia de una mayoría de 3/5 para ser miembro de la Comisión de marras, criterio mantenido vigente durante 36 años, y ya está el zorro en el gallinero. 

Aunque los dirigentes de EH Bildu hayan sido ‘espiados’ (Jon Iñárritu y Otegi, según el informe de ‘Citizen Lab’), la coalición vasca se ha llamado a andanas y ha ido a lo suyo, agradeciendo al PSOE y a Unidas Podemos que le incluyan en el paquete de los partidos con un estándar de fiabilidad suficiente para hurgar en los secretos de Estado. No es poco para una coalición con un núcleo duro como el de Sortu. 

Y más consecuencias: EH Bildu no ha dejado, otra vez, que el PNV absorba el protagonismo parlamentario que tan celebrado es en la Villa y Corte, en donde Aitor Esteban se transforma con frecuencia en el paradigma de la sensatez, el equilibrio y la buena oratoria sin que se le descubran sus trampas saduceas.

La inolvidable —porque no nos deja que la olvidemos— Mertxe Aizpurua (*) no mejora al peneuvista, pero le disputa el terreno de juego y, en ocasiones, le iguala, de modo tal que en la capital ya se empieza a poner en duda uno de los dogmas de la política española: el PNV es el único importador de mercancía política y económica para Euskadi. 

Todo el coste de la operación parlamentaria del jueves recae sobre el PSOE y Unidas Podemos y gravita ya sobre el electorado andaluz, que no es precisamente el que le preocupa ni a Otegi ni a Ortuzar, cuya metáfora sobre EH Bildu es afortunada: los aberzales radicales son en Madrid «caperucita roja» y en Euskadi «el lobo feroz». Pero tanto allí como aquí, los de Otegi «rechazan, pero no condenan» a la organización terrorista ETA que asesinó entre 1960 y 2009 (**) a 121 andaluces, es decir, el 14,12% de los crímenes de la banda que, en total, fueron 857, un porcentaje solo superado por las víctimas vascas (178) y las castellanoleonesas (139). Algunos de los victimarios han sido acogidos con esas nauseabundas bienvenidas populares (en euskera ‘ongi etorri’) organizadas por el socio preferente del Gobierno de coalición. 

«A ver cómo explica Juan Espadas en la campaña del 19-J que Otegi, Aizpurua y Pla seguirán siendo los flotadores parlamentarios de Sánchez» 

Aquí que cada palo aguante su vela. A ver cómo explica el candidato socialista a presidir la Junta, Juan Espadas, en la campaña andaluza de las elecciones del 19-J que Otegi, Aizpurua y Pla, este último exjefe de ETA y estratega de EH Bildu, han sido y seguirán siendo los flotadores parlamentarios de Sánchez y de este PSOE. 

(*) María Mercedes Aizpurua Arzallus (sic de la sentencia) fue condenada por la Audiencia Nacional a un año de prisión y suspensión por el mismo tiempo del ejercicio de la profesión periodística por apología del terrorismo por la publicación de una entrevista en septiembre de 1983 al hermano de un etarra fallecido al explotarle una bomba. El texto apareció en la revista ‘Punto y Hora de Euskal Herria’ de la que era directora técnica. El tribunal penal consideró que el párrafo inicial de la entrevista «con sus expresiones y contexto, constituye, a la par que una justificación de la dedicación del número de la revista ‘Punto y Hora’ a diversos militantes de ETA, anteriormente fallecidos, una proclama revolucionaria en defensa de la lucha de tal organización armada, y un homenaje a sus militantes desaparecidos, lo que integra, a juicio del Tribunal, una clara defensa y alabanza de la organización terrorista, de sus integrantes, y de su violenta actividad».

 

(**) ‘Vidas rotas’ de Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey. Página 1.225.