EL MUNDO – 30/01/16 – DAVID ORTEGA
· Los socialistas, que tienen la llave de la gobernabilidad, deben tener en cuenta que apostar por Podemos es hacerlo por la ruptura del modelo democrático europeo consolidado en los últimos 70 años.
La vida es caprichosa y a veces nos pone en disyuntivas complicadas. Los españoles votaron libremente el 20 de diciembre, y su soberana voluntad ha querido que el PSOE tenga la llave de la gobernabilidad en España. Esto es difícilmente discutible. Pedro Sánchez y su partido se encuentran frente a un inevitable cruce de caminos, esto sucede de vez en cuando en la vida. Un camino te lleva a un sitio, mientras si eliges el otro, el destino es radicalmente distinto. No es elección fácil la del PSOE, de ella depende el Gobierno y la vida pública de más de 46 millones de españoles. Ante este dilema, pueden ser útiles los siguientes puntos de análisis.
Primero. Desde las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 hasta las pasadas del 20 de diciembre, el pueblo español ha seguido siempre una pauta básica y esencial: la moderación, la centralidad, la competencia centrípeta, evitando los extremos y los radicalismos. En sus inicios prefirió la izquierda moderada del PSOE frente a la extrema del comunismo y la centralidad de Suárez frente la derecha de AP. Apostó decididamente por el PSOE cuando éste se moderó y modernizó, igualmente pasó con el PP cuando Aznar lo llevó hacia el centro derecha. La historia de la democracia española en estos casi cuarenta años es la historia de la moderación, de la lucha por la centralidad, de alejarse de los extremos y radicalismos.
Es verdad que en esta última década la crisis económica y la corrupción han exasperado al pueblo español y, sobre todo, le han empobrecido, de ahí el desengaño frente a las fuerzas políticas tradicionales y el avance importante de dos nuevas fuerzas políticas. Pero no nos engañemos, el pueblo español no es radical ni extremo, tampoco rupturista, pero sí está harto de engaños y corrupciones cuando el sufrimiento de muchos es grande, tras la dureza de casi una década de crisis.
Segundo. Podemos y Ciudadanos son el resultado de la corrupción y excesos tanto del PP como del PSOE y de su abuso de la política. Podemos es rupturista, asambleario y con un modelo político de corte bolivariano que realmente no encaja en el entorno de las democracias consolidadas europeas. Sinceramente no creo que Iglesias y su modelo sean una buena carta de presentación en la Unión Europea y en el marco internacional moderno y desarrollado, donde España debe estar. Parte de las críticas y diagnósticos de Podemos son acertadas, pero la mayor parte de sus propuestas, especialmente en el terreno económico, están bastante alejadas de la realidad. Está claro que la reforma es necesaria, pero elegir a Podemos es apostar por la ruptura del modelo democrático europeo consolidado en estos últimos 70 años, lo cual sería una verdadera locura. A pesar de la crisis del Estado de Bienestar europeo, la Unión Europea sigue siendo la región del mundo donde más y mejor están desarrollados los tres pilares esenciales del Estado del Bienestar: la sanidad pública, la educación pública y la Justicia.
Tercero. El PSOE es un partido de Estado, el que más tiempo ha gobernado la reciente democracia española, con una importante trayectoria en Europa y en el resto del espectro internacional, especialmente en Iberoamérica. Creo que el PP y el PSOE han entendido, espero, que no se pueden cometer los excesos en la gestión de lo público que han cometido. En este sentido, el papel de Ciudadanos es clave para marcar a ambos partidos, forzar las reformas que el bipartidismo en todos estos años no ha querido afrontar (los desmanes en la contratación pública y los insoportables casos de corrupción, la gestión eficaz y eficiente de la administración autonómica, la independencia de la administración de justicia, especialmente en sus altas esferas, un sistema electoral más justo e igualitario, etc.), agitarles de la solapa para que estén al servicio de las muchas y crudas necesidades de los españoles, presionarles para llegar a los necesarios acuerdos de Estado, romper la política de bloques para comenzar la política de puentes desde la centralidad y en el marco de la democracia institucional y moderna, lejos de aventuras bolivarianas.
Cuarto. Por lo demás, los tres partidos comparten la noción común de un proyecto de España maduro y serio, sin aventuras frente a los separatistas. No es tiempo de antisistemas. El reto del Parlamento catalán es un asunto verdaderamente grave y complicado. Necesitaremos mucho sentido de Estado y un amplio consenso para enfocarlo como es debido. La reforma de la Constitución tendrá que llegar más temprano que tarde, pues el Título VIII sobre la «Organización Territorial del Estado» no ha dado los frutos esperados y deseados, más bien lo contrario.
Quinto. La centralidad que representan PSOE, Ciudadanos y PP está respalda por más de 16 millones de españoles, y cuenta con 253 diputados y lo que es más importante, son tres de los cuatro grandes partidos de ámbito nacional, esto es, su proyecto político piensa en todos los españoles, no sólo en una parte de ellos. Es lo que en su día Alemania ya hizo con éxito. También Francia, en la segunda vuelta de las presidenciales, para frenar el radicalismo de la extrema derecha. La otra alternativa del PSOE, sería apostar por la ruptura y radicalidad de Podemos, llevar por primera vez en la historia de nuestra moderna democracia, la política al extremo y acompañados además por partidos que no son de ámbito nacional, algunos contrarios al proyecto común de España y otros claramente antisistemas. Sería muy difícil de gestionar, malo para España, tanto hacia dentro, como especialmente hacia fuera.
Concluyo. Está el PSOE –y con él todos los españoles– ante un decisivo cruce de caminos, histórico. Es tiempo de rigor y seriedad, de prudencia y sensatez, de sentido del deber y de elegir lo mejor para la vida pública de más de 46 millones de españoles. Ésta y no otra debe ser la perspectiva. Una alta responsabilidad en la que no nos podemos equivocar.
David Ortega es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Rey Juan Carlos.